El Lenguaje, La Memoria y Las Mujeres de esta Tierra

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Tejedora del Valle Sagrado de Cuzco

El 12 de octubre de 1492 América descubrió el capitalismo. Cristóbal Colón, financiado por los reyes de España y los banqueros de Génova, trajo la novedad a las islas del mar Caribe. En su diario, el almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o Nuestro Señor. Él no podía cansar los ojos de ver tanta lindeza en aquellas playas, y el 27 de noviembre profetizó: Tendrá toda la cristiandad negocio en ellas. Y en eso no se equivocó. Colón creyó que Haití era Japón y que Cuba era China, y creyó que los habitantes de China y Japón eran indios de la India. Pero en eso no se equivocó.

Eduardo Galeano.

Esta fecha es para visibilizar. No sólo la muerte, la depredación y el genocidio, sino además, el papel de las mujeres en la historia – siempre mal escrita- de nuestra resistencia pasada y actual a toda forma de opresión, así como el rol irreemplazable de lo femenino en la cosmovisión de nuestro mundo, en su preservación y memoria.

De mi vida en Cusco, aprendí que son las mujeres las transmisoras de la herencia cultural, del lenguaje y la sabiduría cotidiana. Era hermoso escucharlas en el mercado de San Pedro hablando en quechua. El lenguaje es declaración de vida y de resistencia. Dice Galeano que: «cuando un indígena deja de hablar su idioma, no se civiliza, sino que se suicida» Las mujeres indígenas tienen MEMORIA. Algo de lo que nuestra sociedad de consumo nos ha despojado.

La Machi en el pueblo mapuche, es quien domina el poder del lenguaje y por eso es chamana, médica, consejera, habla con las fuerza de la naturaleza y los antepasados muertos. No hay que subestimar el poder de las palabras. El lenguaje contiene en sus signos el tesoro de la memoria y la identidad, esa identidad prohibida y despreciada donde fulguran todavía algunas claves de otra América posible. América, ciega de racismo, no la ve. La carga simbólica de las palabras del descubridor lastima, como aquella que recuerda su flagrante ignorancia: «Indios». 

Gracias al aprendizaje del quechua, pude entender la importancia de la tierra para los pueblos originarios, más allá de su valor económico: La Pachamama, el Kaypacha, Wallmapu o Anahuac y sus vínculos sagrados con la existencia humana: «Qawariwayku Pachamamallay Wawaykikunata»: Madre tierra, cuida a tus hij@s. 

Sigue Galeano:

Al cabo de cinco siglos de negocio de toda la cristiandad, ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de la población come salteado. Los indígenas (…) siguen condenados a la negación de su identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el Otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso

mujer lenca paraguay

Mujer Lenca, Honduras, amamantando a su hijo

Son las mujeres indígenas, tal vez las más invisibles de todas las invisibles, quienes están denunciando la nueva ola de saqueos y depredación de nuestras selvas y reservas de agua, en manos de los hijos de los opresores, que ya no vienen a caballo, sino con permisos de explotación concedidos por los gobiernos de repúblicas que se supone deberían proteger nuestra seguridad alimentaria, la salud futura de nuestros hijos y garantizar que no vayamos muriendo contaminados.

Hoy, en Bolivia, Perú, Chile, en el norte de Argentina, en México y Honduras, las mujeres originarias resisten el embate de las transnacionales, del patriarcado y de un concepto de progreso que, como antes, quiere invisibilizar su cultura y acabar con nuestros recursos. Lo hacen en nombre de tod@s nosotr@s, aunque no siempre hemos tenido la dignidad de devolver esa generosidad.

La herencia y el testimonio que nos dan las mujeres indígenas puede revitalizar nuestra lucha individual y colectiva, en el saber y diálogo cotidiano. Sangre indígena corre por nuestras venas: Somos todas hijas del mestizaje, resultado de la violación y la codicia extranjera. Nunca se ha hablado de la reparación histórica a las mujeres indígenas por los crímenes de abuso sexual con los cuales pagaron el costo de la «evangelización», pero es un tema que en algún momento hay que enfrentar.

Esta «Pasión telúrica» común, debe servir para sacudirnos las estructuras patriarcales impuestas, que nos enseñaron a adorar al opresor, despreciar lo nuestro y a sufrir con los dientes apretados. Para qué? para levantar nuestras voces, recuperar nuestra memoria ancestral de lo femenino y nuestro sentido natural de comunidad y ser originariamente «Mapuche» (Gente de la tierra), «Runakuna» (Personas) o simple y libremente: Seres humanos femeninos.