Por Nabila Sharma*
Yo tenía sólo 7 años cuando el Imam (clérigo) de la mezquita local comenzó a abusar sexualmente de mi. El abuso era casi diario y se extendió por 4 años.
El Imam era el hombre más poderoso de nuestra comunidad y yo estaba aterrizada por él. Él me dijo que yo era especial y única, y me separó del resto de los niños. El gobernaba nuestra mezquita con una atmósfera de miedo. En vez de leer el Coran como una buena niña musulmana debería, él me daba tareas especiales. Me ayudaba a escapar de mis oraciones pero, al mismo tiempo, me separaba de otros niños. Al principio me sentí especial, como la favorita del profesor, pero pronto los demás comenzaron a resentirse conmigo. Me volví «la escogida».
Yo siempre era la primera en la mezquita, el imam sugirió que yo comenzara mis oraciones antes que llegaran los otros. Era una manera de tenerme en su oficina privada- su dormitorio. Nadie, sólo el iman podía estar ahi asi que, me sentía especial. Yo pensé que estaría segura porque se trataba del imam, nuestro profesor y el hombre más importante que yo conocía. Pero estaba equivocada- él era un pedófilo. Al principio me llenaba de cumplidos pero estos derivaron pronto en abuso sexual. Yo estaba demasiado aterrorizada y avergonzada para decir algo.
Me volví obsesiva con aprender a decir la hora. Contaba los segundos – ¿Cuánto tiempo tendría que estar a solas con él?- progresivamente, los niños llegaban. Tanto como el abuso progresaba, yo evitaba ir a la mezquita hasta el último segundo y así acortar el tiempo que pasaba con mi abusador. A veces, esperaba afuera pero siempre estaba demasiado preocupada en casa de que alguien me viera deambulando en la calle- no era eso lo que una buena niña musulmana haría.
El abuso continuó hasta que yo tenía casi 12 años de edad y estaba por comenzar la escuela secundaria. Durante este tiempo, como una manera de liberar mi ansiedad, comencé a auto flagelarme. En particular, traté de desfigurar mi cara. El Imam siempre me decía que era muy bonita, así que me corté con la esperanza de que si era suficientemente fea, yo no le gustaría y dejaría de abusarme. Estaba equivocada.
Yo sufrí de depresión y pasé muchas horas sola, llorando en mi habitación. Sentí que no tenía quien me ayudara. No tenía confianza en mi misma ni autoestima. Él destruyó todo en mí.
El día que me fui de la mezquita, fue el día que di la espalda a mi religión, cultura y vida. Me rebelé y probé cigarillos y alcohol. Mis padres se enteraron más tarde sobre el abuso, pero hicieron la vista gorda y se rehusaron a hacer algo. Me sentí sin valor, como si yo hubiera avergonzado a mi familia y fuera una » Manzana podrida». Sufrí mucho con pesadillas recurrentes y estaba presa en mi misma, por aquello que el Imam había hecho, pero en cierto modo me las arreglé para esconder todo eso en mi mente. Estaba preocupada de que él hubiese abusado de otros y estaba constantemente plagada de culpa. Aun así, no dije nada.
Dejé la escuela y decidí que necesitaba proteger a otros niños. Nadie me había salvado del Imam, pero yo podía ayudar a otros. Me entrené para ser una enfermera infantil y más tarde una guardiana, de modo que podía proteger a los niños a mi cargo. No quería que ellos sintieran el miedo y la vulnerabilidad que yo sentí.
Ahora, luego de 26 años y mucho tiempo de dolores de cabeza, dolor y terapias, siento que por fin he salido de un tunnel muy oscuro y he vuelto a la luz. Escribí un libro, llamado «Brutal», con la esperanza de dar a otros el coraje para seguir adelante y reportar tales crímenes. Mi historia necesita ser contada y la gente necesita entender que tales cosas suceden.
Hago un llamado a la comunidad musulmana para que inspecciones apropiadamente a los Imams en la misma forma que los profesores son evaluados en su habilidad para enseñar a los niños. Yo creo que tiene que haber cambios fundamentales en la manera en que los Imams están empleados en las mezquitas. Se les debería pedir una historia completa de sus calificaciones para enseñar y pruebas fehacientes de su preparación. Tendrían que ser chequeados de todas las formas posibles. Yo quiero que las mezquitas sean también empadronadas. Estas reglas y regulaciones existen por una razón- para proteger a nuestros niños. Es vital que las exigamos.
«Brutal» es mi primer libro. Un «escritor fantasma» me ayudó a poner las palabras en el papel y con la ayuda de la editorial Herpercollins, «Brutal» se presentó en abril de 2012, seguido por su introducción en Irlanda, Australia, Canadá y Nueva Zelanda. El libro ha sido traducido además en Francia, Indonesia, Estonia, Holanda y la República Checa.
Por muchos años yo he leído los libros de otros sobrevivientes, y encontré consuelo en sus historias. Supe que no estaba sola y que lo que me había pasado, tristemente, era normal. Buscaba un libro que me ayudara a superar el abuso que sufrí pero no encontraba ninguno.
Fue la total indiferencia de los musulmanes ante mi situación, que decidí contar mi historia para ayudar a otr@s como yo. Desde que «Brutal» salió a la venta, mucha gente se ha acercado a hablar conmigo en Facebook o Twitter o en mi página «Dear Nabila» (Querida Nabila). Mi libro también destaca los cambios que deben hacerse para mejorar el trabajo de las personas con los niños.
La policía está investigando mi caso y otro libro saldrá a la venta cuando se haga justicia finalmente. También estoy en proceso de escribir un libro para niñ@s como yo, que no pueden hablar o entender que les está pasando y que leyendo mi libro pueden encontrar su voz y pedir ayuda. Continuaré hablando hasta que los cambios sucedan y mi voz se escuche. Es todo lo que puedo hacer para ayudar, pero no dudaré en hacerlo.
Mi libro «Brutal» es el relato real de lo que me pasó. Es un libro que golpea e impresiona, de lo cual no me disculpo, ya que sólo cuento lo que me pasó y al hacerlo, se puede detener este abuso. El Libro está disponible en Amazon, Morrison, WHSmith y Waterstones.
* Musulmana, 36 años, creció en la región media de Inglaterra, trabaja en la industria del cine y la Tv y también con niños pequeños
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