Dice Julieta Paredes, feminista comunitaria aymará, que el feminismo no comenzó con la Revolución Francesa, ni en Europa, ni menos es una invención de mujeres blancas sino que las feministas en todas partes del mundo están llenando de su propio contenido y de sus propias historias y memorias la lucha de las mujeres, considerando que Occidente no inventó la lucha feminista, sino que lo han hecho de manera simultánea mujeres de diversas culturas a lo largo y ancho del mundo en distintas épocas.
Antes de Benazir Bhutto, de Nasrin Soutudeh, de Sirin Ebadi, de Tawakul Karman, de tantas otras, hubo mujeres musulmanas que plantaron semillas de liberación y equidad. Las hubo y las habrá. El legado de nuestras hermanas, que abrieron el camino por el que transitamos hoy, es la plataforma desde la cual reclamamos con todo derecho un lugar visible en todos los espacios de la expresión humana.
Fatima Mernissi dice, en su libro «The Veil and The Male Elite», que hubo revolución feminista en el Islam desde el comienzo de la primera comunidad musulmana.
Si el feminismo es un acto de agencia personal que resulta en un movimiento colectivo, a partir de una crítica al status quo, que resulta en un mayor bienestar y justicia para las mujeres entonces, siguiendo a esta autora, la primera asonada feminista en la historia del Islam estuvo a cargo de Umm Salama, una de las esposas del Profeta Muhammad (pág. 119)
Umm Salama, conocida por su astucia e inteligencia, preguntó una vez a Muhammad una cuestión muy política: ¿Por qué los hombres son mencionados en el Corán y las mujeres no? En respuesta, Allah revela la aleya 33:35 que declara que mujeres y hombres son totalmente iguales como miembros de la comunidad. No importa el sexo, la raza, el género y la clase social, sólo se diferencian unos de otros por su nivel de Taqwa o capacidad para hacer el bien, estar del lado de la justicia y demostrar compasión.
La pregunta de Umm Salama, establece un precedente y muestra que las mujeres no sólo podían ir directamente a Muhammad cuando estaban disconformes con algún rol de género, sino que tenían agencia para cuestionar los asuntos religiosos. Esta acción representó un verdadero movimiento de protesta a favor de las mujeres, hace 1400 años.
Desde ahí, a pesar de la negación de las hegemonías a aceptarlo, las mujeres musulmanas, así como muchas mujeres catalogadas históricamente como «Otras» han reflexionado sobre su situación de explotación y opresión; han determinado su lugar con respecto a un espacio social, geográfico y de pensamiento. El lugar desde el cuál se genera el pensamiento, las ideas y el conocimiento es desde sus contextos en distintos momentos de la historia.
¿Cómo se ha llegado a asimilar a la mujer musulmana con esa criatura sumisa y marginal, que se esconde y no se abre al mundo más que amedrentada y encogida bajo sus velos? ¿Por qué el hombre musulmán, los discursos neo-coloniales y el feminismo blanco occidental necesitan, para encontrar el equilibrio, una compañera tan mutilada?
A pesar de la evidencia y de las lecciones de decisión, fuerza y poder que nos están dando los movimientos de mujeres musulmanas en el mundo, todavía somos las oprimidas de la historia y se deslegitima nuestra capacidad para hablar por nosotras mismas.
Se dice que somos un error, un oximoron, una imposibilidad, a pesar de que estamos activas, todos los días, en todos los frentes, luchamos por liberarnos de las patriarkias y patriarcados, los prejuicios, los estereotipos, el paternalismo, la infantilización y la ausencia brutal de sororidad, haciendo parte del feminismo que se ve representado de manera general y abierta en la lucha de cualquier mujer en cualquier parte del mundo y que representa un camino de conocimiento que nos puede convocar para crear comunidad.
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