Siempre que se habla de las mujeres musulmanas, son dos los discursos predominantes que llegan a nuestros oídos:
El primero, habla de las mujeres del pasado, resaltando los ejemplos a seguir que tenemos en mujeres como Aisha, Fatima o Khadija (ra). Es lo que yo llamo Enfoque Histórico. Esta perspectiva, nos presenta un ideal de mujer con cualidades que deberíamos luchar por desarrollar, ya que involucran valores que hacen posible una vida en sociedad con mayor bienestar y una mayor profundización de nuestra espiritualidad: Sabiduría, lealtad, valentía, sentido de justicia, espíritu de lucha, fe, autonomía, generosidad, entre otros.
No obstante, también se nos dice que no deberíamos aspirar a dar una contribución equivalente al de estas mujeres. Que si bien ellas destacaron como guerreras, líderes espírituales, juristas y mediadoras en las primeras comunidades musulmanas, «eran especiales» , «otros tiempos» y que ahora es mejor que nos inspiremos en sus cualidades de esposas y madres.
El segundo, se basa en estereotipos, presentando a las mujeres musulmanas como entes pasivos, sin iniciativa propia. Yo lo llamo Enfoque de Cosificación. Este afirma que las mujeres musulmanas son las grandes oprimidas de la humanidad, como si la Misoginia fuese una característica exclusiva del Islam; las considera objetos sin voz ni capacidad, oprimidas en tierras lejanas, sujetas a la tiranía del hiyab o pañuelo, en extrema necesidad de que alguien las salve de la esclavitud de su religión y de los varones, que, de paso, son todos terroristas.
Qahira, personaje de Comic, nos recuerda que el Islam es una fe activa, con un compromiso personal en la solución de los problemas sociales que nos afectan
No voy a detenerme en el enfoque de cosificación porque sobre él ya se ha escrito bastante, además creo que todas y todos quienes me escuchan han padecido alguna vez el efecto pernicioso de aquél: El prejuicio.
El enfoque histórico, hace justo honor a las mujeres musulmanas del pasado. Este es un honor muy merecido. Sin ellas y muchas más que registra la historia, pero que rara vez se nombran, hubiese sido imposible el desarrollo de la civilización islámica y la expansión de nuestra Fe.
Las mujeres musulmanas han sido gestoras activas de progreso, justicia social y equidad para la comunidad islámica y con ello, han sumado esfuerzos a la búsqueda de toda la humanidad por estos valores. Por ejemplo, Asma Bint Abu Bakr o Umm ad Darda’ destacaron como estudiosas; Belkis, la reina de Saba es mencionada como el ejemplo del buen gobernante en el Corán, pero también Radiya en India, Safiyya Jatun en Siria y Amina bint Ismail en Malasia fueron excelentes líderes y guías para sus pueblos. No podemos olvidar a Rabia de Basora, que fue la primera mística musulmana, que renunció a todo para buscar a Allah, su único amor, razón y verdad, legándonos una rica historia de autonomía y esporitualidad.
Sin embargo, me hago la siguiente pregunta ¿Qué pasa con las mujeres musulmanas hoy? ¿Dónde están? ¿Cómo el Islam está honrando a las mujeres hoy en día? Y cuando digo Islam no me refiero a lo que dice el Corán, sino a la práctica del estilo de vida musulmán en la vida diaria, que suele ser muy diferente. Al Deen de cada día. Hoy, en concreto ¿Qué estamos haciendo para reconocer la contribución de las mujeres y legitimar su voz en nuestra comunidad? ¿Cómo nos estamos asegurando que las actuales Aisha, Fatima, Rabia, Belkis, participen en la construcción del futuro de la Umma?
Nuestra Parte de Califato
Esta pregunta no es menor, si consideramos que Allah (swt) dio a cada miembro de la humanidad una parte del califato en la tierra, esto es, una parte de responsabilidad, de liderazgo, de deberes y cualidades para hacer fructificar la creación. Allah dice a sus ángeles en el Corán “Voy a poner a mi sucesor en la tierra” y sin hacer distinciones, ha creado a la humanidad con la misma libertad, los mismos derechos y deberes; como dice el Corán: «Os ha hecho viceregentes en la tierra».
Ha puesto Califas, un concepto que se relaciona a fines políticos pero que, en su esencia espiritual, refiere a la responsabilidad legada a todxs lxs humanxs; por lo tanto, el rol activo de las mujeres en la comunidad musulmana no es sólo una cuestión para apreciar históricamente sino para reflexionar ahora mismo y sin demora.
Responsabilidad y libertad van acompañados; estos dos conceptos están ligados por una ética común que hace que una no se pueda entender sin la otra.
Esta noción de Califato, central en la gestión del mundo tal y como fue descrita en el Corán, es importante que se reproduzca en el momento en que hablamos de la igualdad entre el hombre y la mujer y de su implicación política en el espacio público. Igualdad en la libertad y responsabilidad de elegir, de trabajar, de administrar, de participar en el desarrollo de la sociedad y del mundo en que vivimos.
Hoy en día, pareciera ser que no es fácil para las mujeres que su lugar como califas en la tierra sea reconocido. En todos los países que he visitado, en los cuales he podido conversar con mis hermanas, las quejas son comunes. Les doy algunos ejemplos:
1.- Se les limita el acceso a la mezquita, incluyendo los espacios de rezo; a pesar de que la adoración es un deber y un derecho de todx musulmán.
2.- Se reduce su participación en las reuniones comunitarias, a la reproducción de las labores hogareñas: Encargarse de la comida, servir el té, limpiar y ornamentar; a pesar de que el Corán le dio a la mujer poder para participar en el gobierno de la comunidad con voz y voto.
3.- No se les da apoyo real para sus actividades, o cuando quieren organizarse aparecen “misteriosamente” obstáculos de última hora; a pesar de que la promoción del desarrollo personal y social de las mujeres fue una preocupación central en la vida del Profeta (saw) y uno de sus encargos en su último discurso.
4.- Existe un sesgo en cuanto a la distribución y acceso a los cursos en materias religiosas: A las mujeres se les enseñan contenidos relacionados con “Cosas de Mujeres”; a los hombres, esto y todo lo demás; a pesar de que el Conocimiento es un derecho de lxs musulmánes y un mandato divino.
5.- Hay presión para que elijan un marido o para el uso de pañuelo o niqab. También, en algunos casos, hay presiones para que soporten en silencio la violencia doméstica o a un marido que no les reconoce sus derechos; a pesar de que el Corán dice que No cabe coacción en asuntos de fe.
6.- En general, no se confía en su capacidad para ser educadoras, consejeras, mediadoras o líderes; a pesar de que Allah (swt) y el Profeta (saw) si confiaron en las mujeres para desempeñar estos roles.
No obstante, cuando nuestras hermanas hacen ver esta situación a los sheikhs o imames – y también a otras hermanas- la respuesta siempre es la misma: “No sé de qué se quejan, si el Corán vino para mejorar el status de la mujer”; a pesar de hay muchas tradiciones (hadices) del Profeta (saw) que muestran que las mujeres podían hacerle preguntas directamente a él y ofrecer sus opiniones en asuntos religiosos, económicos y sociales.
Limitar la contribución de las mujeres en la comunidad y/o permanecer indiferentes sin hacer nada para facilitar su inclusión como califas, es una desobediencia a la voluntad de Allah; una falta a nuestra Jihad personal de vivir con los valores del Islam y el ejemplo de vida del Profeta – así como de quienes él amo y lo amaron- y una vuelta de espalda a los fundamentos del Corán: La Justicia Social, la Libertad y la Razón.
¿Qué Podemos Hacer?
Cada comunidad debe ser capaz de “aterrizar” los mandatos del Corán a su realidad. Cada mezquita o centro islámico tiene una dinámica diferente. Requiere mucha Shura (Consejo) y mucho Wilayat (Compañerismo)
Como dice Asma Lamrabet:
«Los musulmanes y musulmanas deben hacer «autocrítica» y esto a pesar de las numerosas agresiones culturales a los cuales están sometidos. Y si hoy día la imagen del Islam y de los musulmanes es negativa, es en gran parte por causa de los musulmanes mismos.»
Las respuestas hechas de tipo «hay que hacer la diferencia entre lo que dice el Islam y lo que hacen ciertos musulmanes» son muy insuficientes por que se envía el mensaje de que el musulmán puede hacer lo que se le antoja e incluso no hacer nada mientras el sepa hacer esta diferencia, lo cual no es real, además de ser una postura muy cómoda.
En segundo lugar, hay que reconocer el aporte de la mujer musulmana a la sociedad no sólo en la historia del Islam, sino en su presente y futuro: Tanto en su dimensión de mujer, madre, trabajadora, profesional, estudiosa, hermana, hija, esposa, líder, activista, pensadora o guía espiritual; sino también en tanto musulmana, como portadora de un mensaje, miembro de la comunidad, con algo que decir dentro y fuera de ella.
Tercero, reconocer la diversidad en las mujeres musulmanas, así como es diversa la humanidad: No todas tenemos los mismos talentos, gustos y aptitudes, pero todas estamos llamadas a contribuir.
Pero este reconocimiento debe partir por nosotras mismas: Si nosotras, las mujeres musulmanas no asumimos esta diversidad como una riqueza y una bendición y no trabajamos unidas por crear espacios de encuentro en los cuales nos apoyemos mutuamente para “empoderarnos” en torno a este califato que nos ha sido dado, nadie lo hará por nosotras.
Tenemos que ser el cambio que queremos ver, tenemos que ser las agentes, las voceras y representantes de la Ummah (Comunidad) que queremos. Es necesario buscar inspiración en los modelos femeninos de la historia y luchar por alcanzar su grado de excelencia; al mismo tiempo, valorar aquello que nos hace únicas y diferentes en el aquí y ahora, y poner esas cualidades al servicio de nuestra misión para marcar un camino y dejar una huella.
Muchas mujeres musulmanas a través del mundo han empezado una verdadera revolución, tanto en la calle como en las mezquitas para recuperar los espacios que le han sido garantizados por Allah (swt)… Muchas mujeres rechazan que los demás hablen en su nombre… Están haciendo un verdadero trabajo de «reapropiación» de su califato, tanto en lo doctrinal como en lo vivencial.
Como vicarias de Allah en la tierra, es nuestro deber estar interesadas en el mundo entero y en todas las criaturas. En vista de la orden para difundir la justicia en cada rincón de la tierra, no debemos dejar de proponer u ofrecer a otros el bien que nosotros conocemos.
La primera persona en convertirse al Islam, fue una mujer, Khadija; la primera mártir, una mujer, Sumayya. El Islam ha honrado a la mujer y las mujeres han honrado al Islam. Depende de nosotras que esta dinámica no se interrumpa.
Texto de mi intervención en el I Encuentro de Mujeres Musulmanas de Colombia 2013