Mi Declaración de Independencia

Imagen: Pintura de Beatriz Aurora.

A tí, que compartiste tu voz valiente, sincera y apasionada, te estoy muy agradecida, con toda el alma. Gracias por abrirme tu corazón. La revolución comienza al interior. Son las rebeliones anónimas y cotidianas las que hacen de las mujeres heroínas y protagonistas de los grandes cambios.

Te abrazo desde la distancia con un montón de emociones agradecidas.

«Mi Declaración de Independencia»

La Carta de A.B.

Buen día!

He querido escribir una pequeña nota, para agradecerte por tu trabajo, y contarte como tu lucha y tus principios me han ayudado. Una nunca es consciente de la opresión a la que es sometida en su hábitat, hasta que un suceso nos lleva irremediablemente a enfrentarnos con la realidad que vivimos que, con paños de agua tibia, muchas veces pasamos por alto.

Gracias a mujeres como tú, a las que te precedieron y a las que en el presente impulsan la apropiación de la identidad de nuestro género y la revalorización como sujetos en nuestra comunidad, en nuestra sociedad cualesquiera que sea.

Yo he crecido en un hogar como muchos en Latino américa, de tinte machista. Hace unos días, con mis 25 años, he despejado mi mirada y he aceptado que vivo en un ambiente de violencia de género. No una violencia con agresiones físicas, sino esa violencia que se aplica más tenue, más «fina», con palabras, con actitudes, con acciones que hieren.

He vivido mis 25 años viendo esta violencia aplicada contra mi madre, cuyo victimario es mi padre, siempre con la excusa de corregirla para que sea una buena madre, una perfecta esposa, un ejemplo para los demás.

Siempre en el medio, el viejo y gastado discurso de la sociedad moralmente correcta y del Dios que acusa cuando nosotras no estamos a la «altura» de los hombres. Creo que es por miedo, que nunca me puse en medio de estas constantes agresiones a ella, y yo también, tal vez por costumbre, acepté que esas agresiones tuvieran un nuevo blanco: Yo. En el momento preciso en que la edad y la conciencia te disponen a tomar los rumbos de una nueva vida como personas.

Esta idea de independencia económica, mental, física. no le gusto mucho a mi padre. Yo, como muchas otras chicas, acepte que era normal en un padre. Yo, como muchas otras chicas, pensé que era normal, cuando mi padre me acusa de ir contra los preceptos morales de Dios, cuando hago cosas que a él no le gustan, no le convienen.

Gracias a ti he abierto los ojos. Fue un proceso lento, que se cocinaba dentro de mi, con todos estos pensamientos de la pertenencia a nuestro género, con el camino individual de cada mujer para concebirse a través del feminismo.

Siento como si el viento hubiera arrastrado esas semillitas de tu conocimiento, para plantarlas en mi ser. Y aquí están, brotando, abriéndose paso.

Esta semana, con orgullo, puedo decir, que con toda racionalidad, con autocontrol, – porque la ira por la injusticia me trataba de inundar- con altivez, con identidad: Me he enfrentado a mi padre, cuando incoherentemente, empezó a gritarme, a insultarme y a golpear las cosas a su alrededor para seguramente intimidarme una vez mas.

Le he exigido respeto, le he exigido respeto hacia mi que soy una persona, que además soy su hija, pero no soy un objeto de pertenencia para ningún hombre, ni para ningún sistema que permita que esta violencia, esta inhumanidad contra la mujer, que por el simple hecho de nacer mujer se siga repitiendo.

Mi padre, como muchos otros machos, unos consumados, otros con máscaras ante la comunidad que nos rodea, que los hace ver como el marido, el padre, el hombre perfecto ante la comunidad, que los hace contar con privilegios, casi intachables, pero que en el interior del hogar tienen otra faceta, la de reproducir el aparato represor del patriarcado, contra nosotras las mujeres, como dije, victimas del hombre por la naturaleza de ser mujeres.

He tomado conciencia de que no quiero vivir como mi madre. Quiero mi autonomía para decidir y hacer lo que quiero, sin hacer daño a nadie. Quiero mi libre albedrío para decidir, sin la recriminación de los demás, el camino que quiero construir y caminar.

Porque es esto el feminismo, en definitiva: Empoderarnos de nuestro espacio vital como mujer: Mi hogar, mi trabajo, mi escuela, mi universidad, mi barrio, mi iglesia, mi mezquita, mi centro comunitario, mi ciudad, mi hábitat. Porque la apropiación de mi identidad, la concientización de mi poder como mujer, de la genialidad y la fuerza espiritual que conlleva el ser bendecidas por la naturaleza de pertenecer al genero femenino; de la construcción de nuestras ideas, de las herramientas para hacernos valer, respetar y luchar contra la opresión, inician en el pequeño lugar de mi misma y los que están a mi alrededor.

Gracias por iniciarme en el camino del feminismo; por ayudarme, desde tu reflejo, a identificarme con mi interior; ante todo por, con tus escritos y palabras, darme la fuerza para enfrentarme ante mi realidad, asumir las agresiones y enfrentarme a mi agresor.

El camino recién empieza, y es difícil, ¡pero no imposible!

¡Un fuerte abrazo!

Mucha luz y bendiciones de paz, amor y bienestar para ti y los tuyos».

A.B.