El Dios Varón y Las Patriarquias Religiosas

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El Patriarcado religioso ha ejercido históricamente —y sigue ejerciendo hoy— distintos tipos de violencia contra las mujeres: física, psíquica, simbólica, religiosa.

No somos reconocidas como sujetos morales: Nos consideran menores de edad que necesitan guías espirituales varones que nos eduquen en lo espiritual y nuestra autonomía en dicho ámbito se considera peligroso.

En el imaginario patriarcal religioso, influido por los clérigos, imames, rabinos, lamas, gurús, pastores y maestros espirituales, se nos considera tentadoras y por ende, objeto de control y represión.

Las mujeres casi nunca somos reconocidas como sujetos religiosos. En no pocas religiones la divinidad suele ser masculina y tiende a ser representada sólo por varones.

La organización religiosa se configura la mayoría de las veces como Patriarquías: Todos los sacerdotes católicos y todos los imames son varones. El Dalai Lama es varón; la mayoría de los rabinos y de los lamas son hombres. Las excepciones, sólo confirman la regla.

Las mujeres accedemos con dificultad a puestos de responsabilidad en las comunidades religiosas. El poder suele ser detentado por varones. A las mujeres les corresponde acatar las órdenes. Lo que tiende a justificarse por el discurso androcéntrico de las religiones apelando a la voluntad divina: Es Dios quien encomienda el poder y la autoridad a los varones.

Las Patriarquías religiosas legitiman múltiples formas de exclusión de las mujeres de la vida política, espiritual, la actividad intelectual y el campo científico, y limitan sus funciones al ámbito doméstico, a la esfera de lo privado.

Cualquier tipo de presencia de las mujeres en la actividad política o social es considerado ajeno a la “Identidad Femenina” y un abandono de su verdadero campo de operaciones, que es el hogar, con la consiguiente culpabilización y/o sanción.

Reclamando un lugar en los oratorios del Patriarcado siempre seremos subalternas. No hay espacio en las religiones para nosotras como sujetos espirituales libres.

Si las mujeres queremos ser sujetos religiosos, tenemos que apropiarnos de lo religioso y redefinir sus fundamentos, significados y dogmas así como, reemplazar los imaginarios femeninos, siempre sumisos, complementarios y heteronormativos.

Una Teología Feminista efectiva, buscará recuperar nuestra autonomía con respecto a la autoridad y validación de las lecturas sobre lo divino, a partir de las cuales se nos ha oprimido.

Esto sólo será posible en nuestros propios espacios de reunión y con formas propias de relación con lo sagrado. La justicia de género en lo religioso, es parte fundamental de la liberación de las mujeres de la violencia histórica impuesta sobre nosotras, por la civilización misógina universal en la cual vivimos.