Reza Aslan, escritor, analista e historiador de las religiones, dice en su libro «No God But God» que las religiones son relatos míticos. Sin darle una connotación negativa al término «mito», Aslan explica que lo que llamamos «Religión» es en parte una institución, en parte un conjunto de símbolos pero, sobre todo, un conjunto de relatos que se mueven entre la veracidad y los fantástico. En tanto relatos, sirven o han servido para explicar y responder algunas preguntas del devenir humano y tienen la característica de ser móviles: El relato mítico que llamamos religión es un producto histórico, sujeto a revisión e interpretaciones sobre la «verdad» que contiene y su significado.
Siendo la religión un discurso, decir que las narrativas religiosas son patriarcales no es ninguna novedad. Las religiones y sus interpretaciones patriarcales alimentan y sostienen a un patriarcado que va más allá de ellas y que, al mismo tiempo, las refleja. Este discurso patriarcal tiene un elemento común a todo relato mítico religioso, fundacional, que muchas veces queda fuera de la critica teológica: La creencia heterosexual
La creencia heterosexual puede o no incluir la idea de un Dios- Padre. Por ejemplo, en el Islam, Allah no tiene sexo ni género, no es masculino ni femenino, no es hombre ni mujer, no existe de manera antropomorfa. No obstante, el relato heterosexual está presente en la idea de que Dios ha creado a las personas ya dentro de las categorías de «Hombre» y «Mujer» de acuerdo al sistema sexo/género, para que se casen a través del sagrado vínculo del matrimonio, vivan juntos y tengan hijos.
Cuando hablo de heterosexualidad, voy más allá de la atracción sexual o romántica por personas de un género diferente o, como se ha llamado, del «Sexo opuesto». (Esta idea del sexo opuesto me parece dañina ya que la idea de oposición supone el uso de la fuerza, la jerarquía y el sometimiento, por cuanto las fuerzas opuestas están condicionadas al choque si pretenden por igual gobernar).
Como decía, la heterosexualidad es un régimen. No sólo describe una forma de orientación sexual: Es portadora de una narrativa disciplinar sobre como debe vivirse dicha orientación sexual y su propósito. El mandato heterosexual es claro y se desprende de las narrativas religiosas: Falo-androcentrismo, matrimonio, binarismo, jerarquía, subordinación, familia y monogamia.
Si la heterosexualidad es la norma divina, entonces todo lo que no está dentro de la lógica de su mandato es no-divino, objeto de sospecha, exclusión y violencia de todo tipo. En la creencia heterosexual del discurso religioso se puede encontrar la raíz de la represión del deseo, de la vergüenza sobre la desnudez, de la subordinación de la sexualidad femenina al deseo masculino a través de la idea de «entrega total por amor», el control público de los cuerpos femeninos y feminizados a través de las leyes o la tradición biopolítica, de la homofobia y la invisibilidad lésbica.
Las teologías feministas y los feminismos de la religión han dedicado mucho tiempo, tinta y letra a criticar el patriarcado religioso y desafiar sus narrativas, ya sea para acabar con ellas definitivamente o proponer otras más justas e inclusivas. No obstante, estos esfuerzos no estarán completos sin una critica directa que busque desmantelar la creencia heterosexual.
Cuestionar la existencia de Dios no tiene sentido, es inútil y de poca importancia sino se desafían las creencias heterosexuales derivadas de las narrativas religiosas que, hoy por hoy, tienen mayor cualidad de dogma en nuestras sociedades que Dios mismo: Matrimonio, familia, maternidad, práctica sexual y monogamia, por ejemplo.
Sólo hablando abiertamente y con una perspectiva crítica sobre la manera en que la religión disciplina la sexualidad a través del régimen heterosexual, las teologías feministas lograrán el desarrollo de esa teología disidente, radical, feminista y decolonial que devuelva a las personas la agencia sobre su espiritualidad.
Criticar las narrativas religiosas es más que decir que Dios no existe y que las religiones son patriarcales. Es necesario ir más allá y hacer frente a la «disciplina heteronormativa» impuesta por la religión para castigar nuestro deseo sexual. La lucha contra el patriarcado es una batalla a medias sino es también contra el régimen heterosexual para erradicar la colonización sobre los cuerpos, identidades y prácticas sociales que impone y abrir las posibilidades hacia nuevas verdades, mitos y relatos en el campo de la sexualidad y la manera en que la vivimos.