Miles de seres humanos de la etnia Yazidi fueron secuestrados por el Estado Islámico en 2014 cuando el grupo irrumpió en la frontera con Siria. Durante el genocidio, los hombres Yasidis fueron rodeados y fusilados y luego arrojados a fosas comunes. Las mujeres fueron llevadas para ser vendidas en los mercados de esclavos de Isis, muchas pasaron de Jihadista a Jihadista, quienes les infligieron abuso físico y sexual.
En el desierto oriental, ISIS casi ha perdido el control de su último bastión, Baghuz, pero hay al menos 3.000 mujeres y niñas yazidis cuyo destino es incierto. A los niños Yazidi se les ha lavado el cerebro y grupos de derechos humanos dicen que el suicidio entre los cautivos es común. Incluso aquellos que logran escapar tras años de esclavitud y violación, no pueden sobrevivir sin ingresos o documentos de identidad.
Sin embargo, para las mujeres Yazidis hay una esperanza en la sororidad.
Jinwar es una comunidad solo para mujeres, creada por las mujeres de la administración local kurda para crear un espacio dondepuedan vivir «libres de las limitaciones de las estructuras de poder opresivo del patriarcado y el capitalismo». Abrió sus puertas en noviembre y 12 de sus 30 casas de adobe albergan a familias kurdas, yazidis y árabes.
Las mujeres construyeron sus propias casas, hacen su propio pan y cuidan el ganado y las tierras de cultivo, cocinando y comiendo juntas. Con ISIS fueron esclavizadas y ahora son libres. Pero incluso antes del Estado Islámico, se quedaban en casa y no salían a trabajar. En Jinwar, aprenden que las mujeres pueden valerse por si mismas.
Jinwar surgió de la ideología democrática que ha impulsado la creación de Rojava, un estado de gestión kurda en el noreste de Siria, desde que estalló la guerra civil en 2011. El área ha prosperado en gran medida a pesar de la presencia de enemigos por todos lados: ISIS, las tropas del presidente sirio Bashar al-Assad y Turquía, que considera a los combatientes kurdos de YPG como una organización terrorista.
La revolución de las mujeres, como se la conoce, es una parte importante de la filosofía de Rojava. Enojadas por las atrocidades cometidas por ISIS, las mujeres kurdas formaron sus propias unidades de combate. Más tarde, las reclutas árabes y yazidis se unieron a ellos en las líneas del frente para liberar a sus hermanas.
Pero aún muchas partes de la sociedad kurda son profundamente conservadoras. Algunas de las mujeres que ahora están en Jinwar han dejado matrimonios arreglados y abuso doméstico. Esas dinámicas, así como el legado de la brutal guerra de ocho años de Siria, deben ser desaprendidas en Jinwar.
Jinwar aún no está terminada: Hay jardines para plantar y una biblioteca vacía que espera libros. La comunidad sigue con ideas. Detrás del centro educativo hay una piscina que se llenará de agua en el verano. La mayoría de las residentes podrán usar una piscina, reservada sólo a los hombres en la mayor parte del Medio Oriente, por primera vez. Las mujeres también han votado para tener lecciones de manejo y para comenzar un negocio de costura.
Hay planes para una segunda comuna en Deir Ezzor, una provincia árabe que aún es escenario de intensos combates para destruir a Isis, pero también existe la sensación de que lo que se ha construido en Jinwar es frágil y podría ser retirado. No está claro qué sucederá cuando las tropas estadounidenses abandonen el área en unos pocos meses. El resurgimiento de la guerra de los hombres es siempre una posibilidad.
Fuente: The Guardian
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