Arabia Saudita: Que las Mujeres Puedan Conducir NO es el Fin de la Opresión Femenina

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El año pasado, Arabia Saudita anunció que finalmente iba a permitir que las mujeres sauditas manejaran. Esto fue aclamado como un momento decisivo, el resultado de las activistas saudíes haciendo campaña durante años por el derecho a conducir. Los medios lo retrataron como Arabia Saudita uniéndose a las filas de naciones ilustradas, y otorgando a las mujeres sauditas una medida de libertad.

Lo que los medios occidentales y los activistas saudíes no se dan cuenta es que esto no se trata solo de un momento transformador para los derechos de las mujeres en Arabia Saudita. La realpolitik detrás de levantar la prohibición es que es parte de un plan general para revisar la economía de Arabia Saudita. Fue uno de los primeros en una serie de movimientos políticos y económicos de ajedrez llevados a cabo por el Príncipe Heredero Mohamed Bin Salman (referido en los medios occidentales como ‘MBS’).

Es un movimiento calculado para lograr dos cambios sociales dentro del reino. El primero es deportar a tantos trabajadores migrantes no sauditas como sea posible. El segundo es aprovechar una nueva oferta de trabajadores saudíes para la economía. En 2017, The Guardian lo describió como un «momento histórico», y el New York Times lo llamó «días vertiginosos en Arabia Saudita». Reuters citó a una activista saudí diciendo: «Voy a comprar el auto de mis sueños, un Mustang convertible, ¡y va a ser negro y amarillo!».

En el 2018, Arabia Saudita ha arrestado a varias activistas feministas solo unas semanas antes de que se estableciera la prohibición. Después de la protesta internacional, algunas han sido liberadas. No está claro por qué las activistas fueron detenidas, pero lo que está claro es que MBS no está llevando a cabo estas reformas en el espíritu del feminismo. No es una coincidencia que a las mujeres sauditas se les permita conducir al mismo tiempo, que el gobierno está llevando a cabo una campaña para deportar a millones de trabajadores migrantes. Arabia Saudita tiene una de las mayores poblaciones de trabajadores migrantes en el mundo, con aproximadamente 9 millones viviendo en el reino.

Los trabajadores provienen de India, Bangladesh, Pakistán, Sri Lanka, Filipinas, Indonesia, Sudán, Yemen, Egipto, Siria y muchos más países. Enjuagado con dinero del petróleo a principios de los años 80, Arabia Saudita reclutó trabajadores para construir la infraestructura del país, para trabajar en fábricas y puntos de venta, en hogares saudíes como empleadas domésticas y choferes, y en una gran cantidad de otros empleos de bajo salario y habilidades.

Durante décadas, los trabajadores migrantes formaron la columna vertebral de la economía saudita. El estado creó un intrincado sistema para controlarlos estrechamente. Deben ser patrocinados por ciudadanos saudíes; no pueden solicitar la ciudadanía saudí; sus fondos pueden ser incautados en cualquier momento; y los abusos de los derechos humanos son comunes. Los trabajadores migrantes eran útiles por una serie de razones: no había mano de obra local calificada, los trabajadores poco calificados podían recibir un salario mucho menor, y los sauditas en general no harían el tipo de trabajo que los migrantes realizarían. Además, el estado saudí excluyó activamente a las ciudadanas saudíes, la mitad de la población, de la fuerza de trabajo.

Medio siglo más tarde, Arabia Saudita decidió que los trabajadores migrantes deben irse. Esto se debe a que el estado está interesado en la transición de una economía que depende del petróleo y la mano de obra migrante a una economía orientada a los servicios y la tecnología. De hecho, MBS está compitiendo con Irán al rebajar los precios del petróleo, una decisión que ha dejado al Príncipe heredero luchando por encontrar fondos para llevar a cabo su visión de Arabia Saudita 2030 y mantener una economía fuerte. Arabia Saudita ya no puede permitirse el trabajo que una vez fue la base de su modernización, y ahora millones de trabajadores están siendo deportados bajo la política oficial del estado de «saudización».

Esta no es la única forma en que Arabia Saudí posturea el feminismo. El derecho al voto se extendió a las mujeres blancas en los Estados Unidos en 1920, pero pasaron otros 45 años para que se aplicara a las mujeres negras. Mientras muchas sufragistas continuaron haciendo campaña por los derechos civiles de los negros, hubo muchas que estuvieron dispuestos a mirar para otro lado ya que la privación del derecho al voto de las mujeres negras continuó durante cuatro décadas.

De manera similar, las activistas feministas sauditas hicieron una campaña activa por el derecho a conducir con un riesgo significativo para ellas mismas, al tiempo que optaron por permanecer en silencio sobre los derechos de millones de trabajadoras migratorias o participar activamente en su explotación. La campaña por el derecho a conducir está diseñada para beneficiar específicamente a las mujeres de clase media a alta que tienen ciudadanía saudí, fuentes estables de ingresos y la libertad de comprar automóviles y moverse en el país. Las mujeres no sauditas, migrantes y trabajadoras no cuentan en este movimiento.

El hecho de que las mujeres sean capaces de conducir es un logro importante y significativo, pero una esperaría que tales derechos se otorguen por las razones correctas, y no a costa de restar poder a otros.

Aisha Jamal para Muslimah Media Watch

Ofensiva de Machos Saudíes: Detienen a Activista Hatoon al-Fassi luego de Permitir a las Mujeres Conducir

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Las autoridades saudíes han arrestado a la destacada activista Hatoon al Fasi, que ha participado desde hace años en las campañas para pedir el fin del veto para conducir a las mujeres, levantado el 24 de junio, informó este miércoles la ONG saudí con sede en Londres, Alqst.

En un mensaje en Twitter, Alqst, que vigila la situación de los derechos humanos en Arabia Saudí, dijo que Al Fasi, profesora asociada de la Universidad Rey Saud en Riad, ha sido detenida en medio de una campaña de arrestos a activistas en el reino, aunque no precisó más detalles.

Al Fasi, que en su cuenta de la red social se presenta con una fotografía al volante de un coche, ha participado en “todas las campañas” realizadas para que las mujeres pudiesen conducir en el reino, según la prominente activista saudí Manal al Sharif, quien también aseguró en su cuenta de Twitter que Al Fasi había sido arrestada.

Fassi estuvo activa por última vez en línea el jueves. Ella planeaba llevar periodistas en su automóvil el domingo, como lo hicieron otras mujeres para celebrar el tan publicitado final de la última prohibición mundial a las conducidoras, considerado durante mucho tiempo un emblema de la represión de las mujeres en el país profundamente conservador.

El fin de la prohibición, ordenado en septiembre pasado por el rey Salman, es parte de reformas radicales impulsadas por su hijo poderoso, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, en un intento por transformar la economía del principal exportador de petróleo del mundo y abrir su sociedad enclaustrada.

Hasta el momento, las autoridades saudíes no se han pronunciado al respecto.

Estas detenciones se suman a otras efectuadas por las autoridades saudíes desde la segunda quincena de mayo, en una campaña que ha sido criticada por la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

El pasado día 2 de junio la Fiscalía de Arabia Saudí reconoció las detenciones e informó que ocho de los activistas fueron puestos en libertad y otros nueve continúan bajo arresto, entre ellos cinco hombres y cuatro mujeres, después de que confesaran haber cometido los delitos que les imputan.

Según la Fiscalía, los detenidos han testificado haber mantenido contactos y haber apoyado a individuos y organizaciones “hostiles” al reino, así como haber reclutado a funcionarios de agencias gubernamentales para obtener información confidencial y documentos con los que dañar los intereses saudíes.

Las mujeres saudíes celebraron el 24 de junio la nueva ley, aprobada por el rey Salman bin Abdelaziz el pasado noviembre, poniéndose al volante desde el instante en que la norma entró en vigor.

A pesar de la relajación de algunas normas que rigen en el reino ultraconservador, todavía se mantiene el régimen de tutelaje que somete a las mujeres a los varones de sus familias.

 

Arabia Saudi Persigue a Samia el- Molismany en Suelo Estadounidense

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Ser activista por los Derechos de la Mujer y la libertad de expresión no es nada fácil. Pero se vuelve aún más difícil cuando el Poder al que diriges tu lucha es el tristemente célebre Reino de Arabia Saudita. Esto lo sabe muy bien Samia el- Molismany

Samia el-Molismany es fotógrafa, feminista, musulmana, ciudadana saudi-estadounidense y una reconocida activista por los derechos de la mujer en Arabia Saudita. Ella ha pasado dos décadas defendiendo la dignidad de las personas en un país donde la mera expresión a favor de los derechos humanos puede provocar una detención y el castigo de flagelación.

Samia ha sido retenida e interrogada por la policía por sus actividades en esta campaña que ha captado la atención mundial.  El gobierno de Arabia Saudita pretende censurarla para que se le impida hablar sobre esto en Estados Unidos. A ella, que es una ciudadana estadounidense, mañana 11 de julio de 2016, tendrá que presentarte ante un tribunal norteamericano para enfrentar una audiencia y ser sometida a juicio en un nuevo intento de hacerla callar.

La difícil situación de Samia es un asunto político que tiene sus orígenes en un tema personal. La amante del marido de Samia, Hayat Sindi, es una jueza miembro del Consejo de la Shura, el equivalente a la Corte Suprema de nuestros países y una de las primeras mujeres en alcanzar ese puesto.

Debido a que Samia se opuso a la aventura de su marido con otra mujer y a un acuerdo polígamo, Hindi aprovechó su poder e influencia para ir en contra de el-Molismany.

Hace algunos años, Hayat Sindi demandó a Samia por difamación moral en Arabia Saudita y la denunció a la justicia de su país por proteger a disidentes del gobierno. A principios del año 2015 este sitio informaba de la posibilidad de que Samia fuese sometida a juicio por este tema en el artículo: Feminista Musulmana Arriesga Cárcel por Negarse a Delatar a Disidentes Saudis.

 

Este nuevo juicio es la segunda vez que Hayat Sindi, ex profesora visitante de Harvard y prominente política de Arabia Saudita, está usando a un tribunal estadounidense para negar la libertad de expresión de dos activistas estadounidenses: Samia y  Ann El-Moslimany.

Sindi está exigiendo $ 10.000.000 en daños y perjuicios por difamación y una orden judicial para silenciar la esposa americana y a la suegra de su prometido saudí (esposo de Samia). Sindi, con la asistencia del marido de Samia, inició acciones judiciales en Estados Unidos después de que ambos intentaran forzar Samia a compartir pareja en un matrimonio polígamo.

La libertad de expresión es la herramienta de las y los ciudadanos contra los poderosos y un derecho humano básico. No se le puede permitir a ninguna autoridad censurar este derecho en base a animosidades personales ni menos, a ningún ciudadanx de Arabia Saudita se le debe permitir llevar su cultura de censura y opresión a los Estados Unidos para privar a los estadounidenses del derecho constitucional a hablar libremente.

La Bicicleta Verde: Una Niña, un Deseo, una Rebelión

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Wadjda tiene diez años y vive en una sociedad tan tradicional que ciertas cosas, como ir en bicicleta, le están totalmente prohibidas. A pesar de todo, es una niña divertida y emprendedora que bordea siempre el límite entre lo autorizado y lo prohibido. Wadjda desea tener una bicicleta para poder competir con su amigo Abdullah en una carrera, pero su madre no se lo permite porque las bicicletas son un peligro para la dignidad de una chica.

La pequeña, que hace todo lo que puede por divertirse y sortear los impedimentos impuestos en el mundo conservador en el que vive, desea comprar la bonita bici verde que todos los días ve a la venta. Con ella quiere ganar una carrera a su amigo Abdullah, un vecino con el que tiene prohibido jugar. Wajda luchará contra su madre, que teme que su hija pierda la dignidad y la sociedad tradicional en la que vive, por hacerse con la ansiada bicicleta y cumplir así su deseo.

La Bicicleta Verde, es el primer filme realizado por una mujer en Arabia Saudí, Haifaa Al Mansour, caracterizado por reflejar el controvertido tema de la discriminación de las mujeres en el país islámico, acercando la cultura y costumbres tradicionales de la religión árabe a los espectadores. Mostrado a través de una conmovedora y sencilla historia protagonizada por una inocente niña que cuestionará cualquier tipo de obligación, derribando inconscientemente las barreras sociales y culturales cimentadas en el hogar y la escuela.

Samia el-Molismany Arriesga Cárcel por Negarse a Delatar a Disidentes Saudis

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Una jueza de Estados Unidos podría ceder a las presiones de su homóloga saudi para obligar a la activista Samia el-Molismany, actualmente en Estados Unidos, a revelar los nombres de sus amigos disidentes, quienes criticaron el actuar del gobierno de Arabia Saudita en materia de justicia y Derechos Humanos.

Samia el-Molismany es fotógrafa, feminista, musulmana, ciudadana saudi-estadounidense y una reconocida activista por los derechos de la mujer en Arabia Saudita. Ella ha pasado dos décadas defendiendo la dignidad de las personas en un país donde la mera expresión a favor de los derechos humanos puede provocar una detención y castigo de flagelación.

Video: Samia el- Molismany conduciendo en Arabia Saudita 

Durante los últimos dos meses, tres activistas por los derechos de las mujeres saudíes han sido detenidas:  Souad al-Shammary fue detenida por pedir la liberación de las mujeres de  un sistema en el que la mayoría de edad se les ha negado desde siempre. Loujain al-Hathloul y Maysaa al-Amoudi han sido encarceladas por apoyar el derecho de las mujeres en Arabia Saudí de conducir un automóvil.

La difícil situación de Samia es un asunto político que tiene sus orígenes en un tema personal. La amante del marido de Samia, Hayat Sindi, es miembro del Consejo de la Shura, el equivalente a la Corte Suprema de nuestros países y una de las primeras mujeres en alcanzar ese puesto. Debido a que Samia se opuso a la aventura de su marido, Hayat Sindi demandó a Samia por difamación moral en Arabia Saudita. Samia fue condenada a reclusión penal, a pesar de que el tribunal también encontró a Hayat Sindi culpable de la acusación.

Mientras preparaba su defensa en Arabia Saudita, personas que en el pasado habían sido perjudicadas por Hayat Sindi, se acercaron a Samia para contarle su mala experiencia con la jurista.

Al ser advertida de esto, los abogados de la Sra. Sindi en los Estados Unidos solicitaron al tribunal competente, liderado por la jueza Marianne Spearman, exponer el contenido de las cuentas de correo y las comunicaciones online de el-Molismany, incluyendo el archivo de un grupo privado en Facebook llamado «Donde se puede hablar libremente», en el cual participan en su mayoría mujeres, ciudadanos saudíes y ciudadanos estadounidenses que viven en Arabia Saudita, para discutir francamente sobre los derechos de las mujeres en dicho país, incluyendo la injusticia de un sistema que quiere enviar a Samia a prisión por oponerse a la infidelidad de su marido.

 

En Arabia Saudita, los comentarios expresados libremente en una red social, pueden ser considerados «difamación moral», lo que conlleva una pena de prisión o el castigo corporal. El castigo corporal en Arabia Saudita significa amarre y azotes con una caña de bambú, un máximo de 100 veces, Durante siete meses, Samia ha resistido todos los intentos para obligarla a revelar los nombres. Hayat Sindi ha pedido al tribunal encabezado por Spearman que declare a el-Molismany en desacato.

No tengo miedo de la cárcel. En mi lucha para llevar igualdad a Arabia Saudita, he sido arrestada dos veces. Mis valores no me permitirán someter a las mismas mujeres por cuyos derechos estoy luchando. No voy a dar nombres, incluso si se me declara en desacato al tribunal. Estoy totalmente dispuesta a enfrentar dificultades financieras o una pena de cárcel con tal de proteger el derecho a la libre expresión en todo el mundo.

Un tribunal de los Estados Unidos de América está siendo usado para socavar la libertad de expresión en un país cuyas ciudadanas y ciudadanos carecen de ese derecho básico. Samia el-Moslimany está siendo legalmente forzada a exponer a las mujeres al riesgo de encarcelamiento y azotes en Arabia Saudita por el «delito» de comentar los engaños y amoríos de una política y discutir la situación de los derechos de las mujeres en el Medio Oriente.

 

Samia el-Molismany Conduce el Cambio en Arabia Saudí

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Entrevista realizada junto a Shahla Khan Shalter, presidenta de Musulmanes Progresistas en Canadá y Directora de Universalist Muslims. Publicada en el Huffington Post de Canadá y España.

Las mujeres saudies que se atrevieron a conducir el pasado 26 de octubre, participaban en un movimiento nacido en 1991, cuando Madeha Alajaroush, fotógrafa, organizó un grupo de mujeres y lideró una pequeña caravana de coches. En 1991, Alajaroush y sus compañeras activistas fueron condenadas penalmente y sancionadas por su desafío, y su vida resultó destrozada por los clérigos.

Durante más de una década el activismo se mantuvo en suspenso, hasta 2008, cuando la periodista Wajeha Al-Huwaider se puso al volante y se filmó a sí misma mientras conducía, con la valentía de subir su vídeo a YouTube.

Luego, en 2011, Al-Huwaider hizo otro vídeo, que incluye un comentario sobre cómo incide la prohibición de conducir en la vida de la mujer saudí. Ella grabó mientras que su compañera, la activista Manal Al-Sharif, conducía en la carretera saudí. Al-Sharif fue detenida.

Tras la detención de Al-Sharif, decenas de mujeres condujeron en protesta después de enterarse de que fue encarcelada durante algo más de una semana. En 2012, Al-Sharif fue nombrada como una de las 100 personas más influyentes por la revista Time. (Nota: Recientemente, Al-Huwaider perdió su apelación, y se confirmó la condena de takhbib por ayudar a la canadiense Nathalie Morin, que permanece varada en ese país con sus hijos).

Samia, ¿cómo te describes a ti misma? ¿Cómo acabaste en Arabia Saudí y por qué no te quedas?

Mi nombre de Twitter es @SamiaElmo y mi descripción es: «Samia El-Moslimany: Fotógrafa moderadamente radical-feminista-musulmana-saudí-estadounidense-¡luchando por la Paz, el Amor y la Justicia Social!»

Yo nací en la justicia social y la causa feminista. Mi madre y mi padre siempre vivieron una vida de activismo. He seguido su camino.

A los 18 años me enamoré de un hombre en Estados Unidos, donde pasé gran parte de mi infancia, que parecía ser el epítome de una musulmana feminista, pero que llevaba un pasaporte saudí. Nos casamos cuando yo tenía 20 años, a pesar de los recelos de mi padre.

Nos mudamos a Arabia Saudí desde EEUU, con la esperanza de invertir unos pocos años allí para pagar los préstamos estudiantiles de mi marido. Nos quedamos más tiempo porque la vida era fácil. Fui bien acogida por la extensa familia de mi marido y había dinero. En 1994, mi esposo fue arrestado y se convirtió en prisionero político durante nueve meses. Nos mudamos con nuestra familia de vuelta a EEUU en 2003, donde esperábamos quedarnos.

Por desgracia, nuestra única fuente de trabajo e ingresos se mantuvo en Arabia Saudí. Desde entonces, he dividido mi tiempo desplazándome entre mis hijos mayores en Seattle y mi trabajo en Arabia. Mi marido y yo nos hemos separado desde entonces.

Soy una ciudadana naturalizada de Arabia. Yeda ha sido mi hogar durante 30 años. Yo amo a mi familia y amigos aquí en Yeda y mantengo una convicción islámica profunda para trabajar por la justicia social y la equidad de género aquí.

¿Crees que el levantamiento de la prohibición de conducir en Arabia Saudí será pronto?

Creo que Arabia Saudí va a cambiar por una evolución, no una revolución. Creo que mientras más mujeres participen -desafiando lo que muchos (incluyendo algunas autoridades) han declarado una prohibición cultural, la libertad de circulación de las mujeres- más posibilidades habrá de que cambien los paradigmas culturales.

Al comienzo de la campaña el 26 de octubre decidí participar, conducir, y subir mi vídeo. Todas las mujeres saudíes con permisos de conducción válidos emitidos en el extranjero se animaron.

¿Trataron de desanimar a las mujeres de ponerse al volante el 26 de octubre?

A medida que el día se acercaba, el Ministerio de Interior advirtió de las consecuencias para las mujeres que condujesen y amenazó a aquellos que compartieran información en las redes sociales con que podrían ser acusados de incitación y/o condenados por delitos en Internet.

Muchas de mis amigas occidentales, casadas con saudíes, fueron las voces del desaliento, diciendo por ejemplo, «es ilegal», «el país no está preparado para ello», «no tomes tus derechos por la fuerza», «no es nuestro asunto/país», etc.

Otras afirmaron que era una campaña de desprestigio instigada por Occidente. La derecha religiosa ultraconservadora del país predicó que dejar a las mujeres conducir llevaría a la desinhibida mezcla de los sexos, la conducta sexual inmoral, el colapso de la sociedad y de la vida como la conocemos, e incluso ¡podía dañar los ovarios de las mujeres! Muchas mujeres se desanimaron. Algunas dijeron que era demasiado peligroso.

¿De qué manera la incapacidad para conducir afecta a la mujer media en Arabia Saudí?

Hace que todo sea más difícil. La mujer de clase media suele ser capaz de pagar un chófer. Sin embargo, muy a menudo, el conductor es una molestia y un peligro. Los conductores no están calificados y hay informes de abusos sexuales cometidos por estos. Así que incluso con conductores, la presión está en los miembros masculinos de la familia para actuar como controladores de madres, esposas, hijas y hermanas.

A los conductores se les pagan alrededor de 700 dólares al mes. Se calcula que el salario medio de la mayoría de las mujeres no suele ser mucho más, por lo que un conductor no siempre tiene sentido económico para las familias.

Y las mujeres no pueden simplemente tomar un bus. No existe un sistema de transporte público. Solía haber una muy buena red de taxis baratos, pero significaba parar a un hombre extraño. Ahora hay informes publicados de que es ilegal que una mujer haga parar un taxi. No sé si esto se cumple.

¿Qué pasó el 26 de octubre?

El 26 de octubre estuve pegada al ordenador desde que amaneció. Seguí los medios de comunicación y publiqué mis palabras de aliento a aquellas que ya se habían aventurado a salir. No hubo informes de arrestos. De hecho, no había nada más que mensajes eufóricos de las mujeres que ejercían en silencio sus derechos humanos.

Le pedí a mi exmarido que me acompañase en mi salida. Se anima a las mujeres a tener un mahram (tutor) para acompañarlas. Algunos hombres acompañaron a sus esposas, mientras que ellas desafiaban la prohibición de conducir. El mío se negó. Entonces le pregunté a amigos. No hubo interesados.

Por último, mi amiga Eva Ludemann, una periodista holandesa que se encuentra en los Países Bajos, se ofreció a acompañarme a través de Skype. A las 5:00 pm, puse mi teléfono en el espejo retrovisor de mi coche, conectado con Eva, y me senté en el asiento delantero. Fue una ocasión memorable.

Soy más afortunada que algunas mujeres en Arabia Saudí; tengo un conductor, Fadl Musa Khan, que ha sido mi compañero durante 27 años. Estuvo de acuerdo en seguirme a corta distancia detrás con otro coche.

Condujimos por la zona residencial de Al-Manar, en Yeda, pensando en volver después de unos 10 minutos. Cuando giré en una intersección, vi un vehículo SUV polvoriento, con dos o tres hombres, que conducía a mi lado.

Por el rabillo de mi ojo los vi con el ceño fruncido y agitando los brazos. Seguí. Me siguieron. Asustada, aceleré y los perdí, pero luego me perdí yo misma. Traté de encontrar mi camino a casa. Pero me encontraron. Aceleraron y el SUV se interpuso entre yo y el coche de mi conductor.

Era una zona aislada y tenía miedo. Así que me dirigí a un área más poblada. Se quedaron detrás de mí. Me detuve frente a una tienda de comestibles, salté de mi coche, hice un gesto hacia mi conductor para que aparcase. Luego me metí en el asiento de atrás y le dije que tomara el volante de mi coche.

Estos hombres, de los que más tarde supe que eran informantes de la policía, se detuvieron a unos 25 metros de distancia. Le dije a mi chófer que se quedara y esperamos. De repente oí sirenas. Tres coches de policía con las luces destellando a toda velocidad venían hacia nosotros.

Vi a uno de los informantes subirse a la camioneta y llamar furiosamente a la policía. Supe de inmediato que venían a por mí.

Desde el asiento trasero di instrucciones a mi chófer para dirigirse a la autopista, dejando el coche de mi conductor en el supermercado. Tenía la esperanza de que pudiéramos perderlos en el tráfico. Pero la camioneta aceleró casi chocando con nosotros. Un coche de la policía bloqueó la intersección delante de nosotros. Otro nos bloqueó a la derecha. Nos detuvimos.

Un agente uniformado se acercó al vehículo amablemente y me pidió mi identificación de Arabia. Se la entregué junto a mi carnet de conducir del estado de Washington. Luego le preguntó a mi conductor sobre su permiso de residencia y matrícula del coche (y no su carnet de conducir).

En el cruce donde nos detuvimos vi a otra mujer conduciendo. Ella permanecía dentro de su coche, detrás del volante, con la cara tapada con un niqab y acompañada de un niño de unos 14 años.

La policía nos dijo a todos que teníamos que ir a la comisaría.

Le pedí a Eva que informara a mi madre, amigos y también, a la activista de los derechos de las mujeres, Kholoud Al Fahad, de mi paradero. Llamé a mis abogados, Bassim Alim y Reda Abdulrazak. Reda me aconsejó que firmase la declaración que se me presentaría, y no entrar en la comisaría sin que hubiese una mujer policía presente.

Después de 15 minutos tras nuestra llegada, salí del coche y me encontré con la otra mujer que había sido detenida, llamada Nahed Batarfi, de 50 años, divorciada, madre de 7 y con un doctorado en epidemiología. Ella había obtenido su permiso de conducción en el Reino Unido. Ya que no apareció ninguna mujer policía, entramos en la comisaría juntas. Luego nos llevaron a una oficina elegantemente decorada.

Un hombre nos interrogó -cortésmente- en árabe, durante horas. Estos son ejemplos de algunas de las preguntas, aunque no textuales:

Él: ¿Por qué conducen?
Nosotras: Porque es nuestro derecho.
Él: ¿A qué grupo pertenecen?
Nosotras: Ninguno, estábamos haciendo una acción individual y no nos conocemos.
Él: ¿Quién les ha incitado a conducir?
Nosotras: Nadie.
Él: ¿Acaso no saben que es ilegal que las mujeres conduzcan?
Nosotras: No, no sabíamos que era ilegal conducir, simplemente que iba contra las costumbres del país.
Él: ¿Quiénes son sus guardianes?
Nosotras: Nahed explicó que estaba divorciada y no tenía ninguno. Le dije que yo he estado separada tres años y me negaba a considerar a mi exmarido mi tutor.

Entonces llegó el jefe adjunto de la policía de Yeda. Él hizo las mismas preguntas. Insistió en que le proporcionara la información de contacto de mi tutor. Me negué.

«En Arabia Saudí las mujeres son reinas. Respetamos a nuestras mujeres, no como en el extranjero», dijo él.

Le contesté que sólo yo soy responsable de mis propias acciones, y me sentí insultada de que un hombre estuviese obligado a actuar en mi nombre. Le dije que tengo 50 años de edad, podría ser una abuela, y que si he cometido un crimen mi tutor no es imputable.

Las autoridades dijeron que para salir tenía que firmar el compromiso de no conducir y que mi exmarido debía hacerse responsable de seguir el procedimiento.

Discutieron conmigo durante casi tres horas. Al final llegó mi marido. Le dije que no quería que firmara nada. Él estuvo de mi parte en ese sentido, y dijo que no era responsable de mí, ni podía controlarme. Las autoridades me dejaron ir aunque pagué una multa. Mi marido se quedó. No sé si él firmó los formularios.

El oficial dijo: «Puedes irte. Llévenla a su coche y que se vaya». Y luego se echó a reír y movió el dedo hacia mí: «Pero deje que su chófer conduzca, ¡no significa que conduzca usted!»

Ninguna mujer resultó herida o encarcelada el 26 de octubre. ¿Animará esto a otras a ponerse al volante la próxima vez?

Espero que sí. Es la razón por la que quiero compartir lo respetuosas que fueron las autoridades (aunque no los informantes). Espero que esto aliente a las mujeres. Firmé la promesa. Por ahora, no voy a volver a conducir en Arabia. Tengo la esperanza de que otras sí lo hagan. Si cada mujer que condujera tuviese que firmar la promesa, ese registro mostraría la determinación de las mujeres saudíes.

¿Hay otro día previsto para conducir en señal de protesta?

El objetivo es normalizar la conducción y alentar a las mujeres a conducir todos los días. El siguiente día de conducción de masas es el 31 de noviembre.

¿Este movimiento entra en la definición del feminismo para las mujeres saudíes? ¿Las mujeres ven el movimiento desde una perspectiva feminista?

Por desgracia, el término feminismo para la mayoría de las mujeres saudíes es negativo, implica el ateísmo/secularismo y el comportamiento antifamilia, antiislámismo. Sin embargo, este movimiento es claramente un movimiento feminista.

¡Una rosa con cualquier otro nombre sigue siendo una rosa!

Algunos dicen que esta lucha no debe ser una prioridad en Arabia Saudí, ya que es sólo un movimiento para ayudar a las mujeres privilegiadas…

No es cierto. Nahed, la mujer que fue detenida conmigo, no es privilegiada. Ha recibido una educación, pero está luchando como una madre soltera y trabajadora, a merced de los conductores y taxis.

Nahed ha estado esperando durante tres meses una visa para que un conductor pueda entrar en el país. Su hijo de 19 años de edad ha estado llevándola a ella y a sus cuatro hermanas a la escuela y al trabajo. Pronto su hijo se irá a estudiar al extranjero.

Nahed condujo por desesperación. Es por mujeres como ella por lo que yo salí en mi coche.

El subjefe de la policía escuchó con simpatía la difícil situación de Nahed, y no le dio réplica alguna; luego se volvió hacia mí y dijo: «Usted, usted tiene un conductor, ¡no tiene excusa!»