Violencia Espiritual y Abuso de Mujeres en el Nombre de Dios

 

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Vivimos en un mundo en el cual las mujeres son el target predilecto de distintos tipos de violencia: Física, sexual, sicológica, económica, simbólica y estructural, entre otras. Un tipo de violencia de la cual no se habla mucho es la violencia espiritual. Esta puede definirse como el uso de las creencias de una persona para dañar, manipularla, dominarla o controlarla.

La violencia espiritual incluye, pero no se limita a: Impedir que la persona siga su tradición espiritual o religiosa preferida; forzar un camino o práctica espiritual o religiosa en otra persona; menospreciar o burlarse de las tradiciones, creencias o prácticas espirituales o religiosas de una persona; y, usar la posición espiritual o religiosa de uno, rituales o prácticas para manipular o enajenar a una persona.

Las instituciones sociales, incluyendo las religiones – y el Islam mainstream entre ellas- tanto en su doctrina como en sus prácticas y marcos de referencia, están hoy en día dominadas por el androcentrismo y la idea de que son los varones y sus privilegios quienes tienen el derecho divino de liderar la religión y descrifrar la voluntad de Dios.

Este chauvinismo masculino basada en el desprecio de lo femenino causa mucho sufrimiento a las mujeres y ha probado ser muy dañiño y peligroso para nuestras vidas: Desde la obligatoriedad del velo islámico hasta los crímenes de honor y la mutilación genital, las mujeres vivimos en riesgo de experimentar algún tipo de violencia justificada por el machismo disfrazado de religión y alguna de entre nosotras, sufrirá alguno o varios tipos de abusos en nombre de Dios durante su vida.

Una de las formas pasivas/agresivas más comunes de violencia espiritual es la alienación. Los «justos creyentes» deciden cuál es la forma correcta de vivir y comprender el Islam y se dedican con virulencia a coercionar y maltratar a los que están «desviados». Los «justos», muchas veces son sólo una manga de hipócritas, deciden quién es y cómo debe ser una «buena mujer musulmana» como debe vestir, en qué debe trabajar y hasta qué raza y qué clase social debe tener para ser «digna y aceptable».

La violencia espiritual es el origen o puede ser el complemento de distintos tipos de violencia: La expulsión de un grupo de mujeres de la mezquita Masjid Siraatul Jannah de Johannesburgo durante el mes sagrado de Ramadán es un buen ejemplo de esto: Hubo violencia física (empujones) y abuso emocional (trato humillante) en base a la idea de que “de acuerdo a la voluntad de Dios” (la opinión masculina) se prohibía a las mujeres estar ahí. La violencia espiritual se manifiesta aquí como el abuso de poder de un así-llamado creyente contra un grupo de mujeres a través de la manipulación de los “principios religiosos”, aunque no hay nada en el Corán que prohiba a las mujeres orar en las mezquitas.

La violencia espiritual no deja marcas visibles pero está muy normalizada en algunas perspectivas vinculados al género y las mujeres en el Islam, tanto a nivel personal como institucional. Aunque es injusto y vejatorio, se considera normal prohibir a las mujeres rezar en las mezquitas o bien, se permite su presencia sólo para segregarlas como borregos acopiados en cuartos pequeños o en “corrales” demarcados con una banda roja.

Hay violencia espiritual en la práctica secreta o no autorizada por la primera esposa de la poligamia (o en el adulterio disfrazado de poligamia, para hablar claro) “porque como hombre, Dios me autoriza”; en la coerción para las relaciones sexuales o si no “los ángeles te maldecirán hasta el Fajr”. Hay violencia espiritual en chantaje a una mujer para cortar lazos con su familia, su cultura, sus afectos y todo lo que es valioso para ella para abrazar el Islam o casarse con un hombre musulmán y en todo lo que se dice o hace para que ella se sienta menos merecedora de respeto y aceptación de parte de Dios.

Muchos creyentes legitiman la violencia espiritual al apoyar la idea de que es normal forzar a las mujeres a usar el velo o imponerlo a niñas pre-púberes, hipersexualizando sus cuerpos como tentadores para hombres adultos desde muy corta edad. Hay violencia espiritual en hablar de las mujeres como objetos, sean joyas, diamantes, perlas o caramelos, objetos que deben permanecer cubiertos para y a disposición de la voluntad de otro. Estas comparaciones, que parecen tan románticas, esconden un enorme odio a las mujeres: Los objetos, por más bellos, dulces y exclusivos que sean, no tienen poder de decisión y … no tienen alma ni derechos humanos.

Lo más cruel respecto a la violencia espiritual, es lo que significa al final del día: Ya sea que se ejerza contra las mujeres, los niños, las personas discapacitadas, musulmanas conversas o de otra raza, la violencia espiritual por parte de esos que dicen creer en un Dios Justo es una expresión de disconformidad y odio contra la creación de Dios. Al usar el nombre de Dios y manipular su mensaje para explotar, controlar, y alienar a otros en su nombre, es Dios mismx y su Rahma – su Infinita Misericordia y Cualidad Matricial – lo que resulta desacreditada y oprimida por el ego masculino.

Nosotras, las mujeres, no seremos oprimidas por la misoginia religiosas.

Silvia Federici: Mujeres, Cuerpo y Acumulación Originaria. Calibán y la Bruja.

La escritora y activista feminista Silvia Federici estudió la cacería de brujas como un periodo fundamental para el advenimiento del capitalismo y el establecimiento del control del Estado sobre el cuerpo de las mujeres para asegurar y disciplinar el trabajo reproductivo. Cualquier práctica o saber ajeno a esta lógica de división sexual de trabajo era señalado de brujería y castigado severamente. Se trata de un estudio sumamente importante para entender la relación entre la acumulación del capital y el control sobre el cuerpo de las mujeres, aún en nuestros días.

Datos de la conferencia:
Ponente: Silvia Federici
Ponencia: Calibán y la Bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación originaria.
En el marco del Proyecto PAPIIT «Modernidades alternativas y nuevo sentido común».
Fecha: Lunes 28 de octubre
Lugar: Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM

Islamofobia de Género y dos Narrativas Misóginas sobre las Mujeres Musulmanas

Por Vanessa Rivera de la Fuente

¿Qué es la mujer en la religión?

La “mujer” en la religión es un relato. Esto significa que todo lo que se dice de las mujeres en las religiones son relatos, resultado de la interacción entre distintos mecanismos de poder y autoridad de enunciación, que se erigen como verosimiles mediante la repetición, la acumulación histórica y las acciones performativas.

Si el género es un discurso con significado cultural, entonces la categoría «mujeres» y lo “femenino” en el campo religioso también lo son. El impacto de estos discursos y estructuras patriarcales han funcionado históricamente como mecanismos de control, disciplina y castigo contra las mujeres.

Cuando hablamos de la situación de las mujeres en el Islam es posible distinguir dos narrativas opuestas y dominantes, pero igualmente misóginas o anti-mujeres a las que llamo: La «idealización de la desigualdad» y «demonización».

La Idealización de la Desigualdad: ¿Para qué el Feminismo, si Dios ya lo dijo?

La «idealización de la desigualdad» es promovida por el Islam ortodoxo, especialmente a través de los telepredicadores y sostiene que el Corán elevó la posición de las mujeres desde una terrible condición de objeto en la sociedad árabe pre-islámica, a un estado de completa igualdad y  reconocimiento de sus derechos.

De acuerdo con este enfoque, el feminismo no tiene cabida en el Islam. Ya todo está dicho, nada debe ser cuestionado, ninguna interpretación nueva debe permitirse, ya que las únicas diferencias entre hombres y mujeres se derivan de la biología: Las mujeres pueden concebir, los hombres tienen más disposición a la fuerza física, pero ambos son iguales ante Dios.

La «idealización de la desigualdad» carece de una respuesta coherente a la prevalencia de prácticas discriminatorias contra las mujeres musulmanas en base a diferencias que no se justifican con la naturaleza biológica, tales como la prohibición de entrar por la puerta principal o hablar en algunas mezquitas o las reglas que no permiten a las mujeres tener posiciones de liderazgo espiritual y administrativo; no hay razón biológica que impida a las mujeres desempeñar estos roles y ninguna de estas prohibiciones se relaciona con la igualdad declarada en el Corán.

La «idealización de la desigualdad» no se hace cargo de su propio sexismo ni proporciona respuestas reales a los problemas que afectan a las mujeres musulmanas de hoy en la vida cotidiana como la violencia institucional, el racismo y los estereotipos. Por otra parte, es misógina porque vilifica a las mujeres que se salen de los moldes narrativos sobre una mujer obediente y pasiva que sostiene esta corriente.

La Demonización del Islam: No se puede ser Musulmana y Feminista

La «demonización», por su parte, sostiene no es posible hablar de liberación de la mujer en el marco religioso, por lo que todo tipo de activismo feminista o iniciativa que viene o tiene antecedentes en la religión es una contradicción: No habría un feminismo musulmán y la posibilidad de desarrollar una hermenéutica feminista no puede tomarse en serio.

Una característica de la demonización es el uso de axiomas dicotómicos que establecen un sesgo negativo a la diferencia entre Este y Oeste, enfrentando la racionalidad de «Nosotros» a la irracionalidad de «Ellos» y «Nuestro» desarrollo a «Su» subdesarrollo, lo que reafirma la identidad occidental como superior.

Este es parte su inconveniente: Es juez y testigo en lo que respecta a la descripción de la opresión de las mujeres «Otras». Las coloca en la alteridad y define cuáles son las causas de la discriminación que sufren en sus sociedades. Luego, las caracteriza como carentes de agencia y capacidad para comprender y cambiar su situación. Finalmente, declara sin lugar a dudas su poder mesiánico para «salvar» a esas mujeres.

Este relato no se hace cargo del rol de la colonización europea en las complejidades socio-politicas de las sociedades medio-orientales. Tampoco parece consciente de que la exclusión socio-política por razones de género – en el que la religión puede o no puede ser un factor – puede ser explicada por una multiplicidad de elementos que interactúan. No proporciona razones indiscutibles acerca de por qué las nociones de la Ilustración europea acerca de la libertad deben seguir siendo universales.

La «demonización» es caldo de cultivo para la Islamofobia, el racismo y la misoginia: No reconoce la agencia o capacidades de las mujeres que no se identifican con una perspectiva universalista-colonial eurocéntrica, y las relega a la abyección. Al mismo tiempo, alimenta a su contraparte, “La idealización” al confirmar la imposibilidad de las mujeres musulmanas de ser feministas.

Islamofobia y Misoginia: Enemigas de la Justicia Epistémica

En las narrativas construidas sobre las mujeres musulmanas, tanto de idealización y demonización no hay justicia epistémica, es decir, los estereotipos que ambas legitiman impiden a las mujeres musulmanas ser escuchadas como iguales. Ambos discursos tienen un sesgo que reproduce violencia simbólica. En los dos, las mujeres musulmanas se ven privadas del derecho a hablar por sí mismas y definir sus lugares declarativos como individuas libres, en igualdad de condiciones con el resto de la gente.

La Islamofobia, aunque es fácil de identificar en la perspectiva de la «demonización», también se presenta en la «idealización». Los defensores de la idealización, que en su mayoría resultan ser musulmanes patriarcales, expresan su islamofobia rechazando la manera en que algunas mujeres musulmanas viven y comprenden su fe. Según la estudiosa Shehnaz Haqqani:

Las prácticas espirituales y la comprensión propia de las mujeres musulmanas, de acuerdo a su propia agencia e individualidad, son a menudo objeto de burla, discriminación y aislamiento para ellas y vistas como una forma menor o desviada de Islam en relación a la hegemonía, la que por desgracia es profundamente patriarcal.

Este es especialmente el caso de las feministas islámicas, cuyos puntos de vista, experiencias y conocimientos son despreciados por la comunidad y los líderes musulmanes. Sostengo que esta es una expresión de Islamofobia debido al miedo y al odio contra las mujeres y contra una forma más igualitaria de Islam.

Ni la «idealización» ni la «demonización» son perspectivas que consideran a las mujeres musulmanas como capaces de desarrollar un discurso propio. En ambos relatos, la representación de las mujeres musulmanas se utiliza para fortalecer el privilegio de informar sobre ellas, ya sea de las élites religiosas o el colonialismo político-cultural.

El problema con estos puntos de vista se encuentra en su episteme, la cual entiendo como un lugar situado desde el cual hablar y las creencias e ideas que legitiman dicho lugar como válido. Ambas epistemes hegemónicas hablan como fuente de autoridad sobre el conocimiento del mundo, incluyendo a las mujeres como una realidad que forma parte de esos mundos y desde esta plataforma han colonizado espacios, corporalidades, discursos y representaciones basadas en la idea de las mujeres musulmanas como inferiores y sin voz.

Película «Las Hermanas de la Magdalena»

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Esta película es conocida como «En el nombre de Dios» o «Las Hermanas de la Magdalena», ganadora de un León de Oro y está inspirada en hechos reales que tienen como eje central los abusos y maltratos sufridos por jóvenes internas de un convento de monjas en los años 60 en Irlanda.

La historia parte cuando en 1963, tres jóvenes son internadas en un Asilo de las Magdalenas, estas mujeres eran Margaret (Anne-Marie Duff), Bernardette (Nora Jane Noone) y Rose (Dorothy Duffy) aunque esta última más tarde fue llamada Patricia, por ser mujeres «caídas» ante la sociedad irlandesa de aquellos años.

Los conventos de la Magdalena, formaban parte del sistema de instituciones administradas por monjas en las que las huérfanas y las madres solteras eran obligadas, a veces, a permanecer toda la vida. Se estima que cerca de 30 mil mujeres estuvieron internadas en estos conventos desde su creación en 1940.

Estos lugares eran auténticos ‘gulags’. Los niños eran alquilados a los agricultores como esclavos. La mayoría de las víctimas eran jóvenes en circunstancias difíciles, a menudo huérfanos o delincuentes, que llegaban de hogares de re-educación, orfanatos y otras instituciones, ya cerradas.

Sara y Agar, una Lectura Feminista a La Enemistad entre Mujeres

Chichicastenango, Guatemala1996

La historia de Sara y Agar, como la relatan la Biblia y el Corán, es un relato universal de dolor y enemistad entre mujeres en el marco del patriarcado que, a pesar de su antigüedad, sigue siendo relevante para ilustrar los efectos negativos de la socialización androcéntrica. Sin embargo, es posible realizar una lectura feminista que nos inspire hacia una reflexión sobre las posibilidades de un cambio en la forma en que las mujeres nos miramos unas a otras.

Este es el reato de una herida que tiene su origen en una extrema violencia espiritual infringida por el patriarcado a cada una de ellas. La relación entre estas dos mujeres se ve influenciada por una creencia religiosa que respalda el privilegio masculino: Dios prometió a Abraham un hijo. A diferencia de otras promesas, ésta no se puede deshacer y debe cumplirse no importa qué, porque es un decreto divino y la palabra de Dios es siempre una verdad definitiva.

La herida atávica entre Agar y Sara permite la dominación del patriarcado y el control sobre los cuerpos y las vidas de estas mujeres. Sara y Agar, la manera cómo sus vidas se entrelazan de acuerdo con los deseos de la autoridad masculina, la forma en la que sus identidades, potencial y agencias se ponen una contra otra para satisfacer la necesidad de un hombre, es la representación del sometimiento universal y original de las mujeres en la historia, a la dominación patriarcal sobre nosotras.

La alienación impuesta por el patriarcado no sólo separa a las mujeres de su propia identidad como individuas, sino que nos separa de nuestras dimensiones espirituales y divinas. Esta separación también se convierte en distancia de otras mujeres por un desconocimiento de lo que tenemos en común como género y sobre nuestras historias de vida. Esta enemistad no es siempre un sentimiento de antipatía, pero siempre es evidente en la imposibilidad de ser empáticas, en la cantidad de razones e información que necesitamos para poder incluir a otras. Esto afecta a nuestro potencial para conocernos y reconocernos en otras mujeres.

Esto es, de acuerdo con la feminista mexicana Marcela Lagarde, una «grieta de género» y está hecha de todos esos obstáculos insalvables que impiden a las mujeres el reconocimiento y la identificación con otras. Las mujeres dejamos a un lado lo que tenemos en común y enfatizamos la diferencia. El paradigma de la desconfianza en la relación entre Sara y Agar se inculca como una constante en las relaciones entre mujeres. Aprendemos a desconfiar de otras y a competir por la aprobación masculina.

Sara y Agar son personajes míticos para nosotras. Ellas vivieron en un mundo muy diferente al nuestro, pero las recreamos constantemente cuando competimos contra otras o somos injustas con nosotras mismas o con otras mujeres. Cuando callamos ante los abusos, cuando utilizamos nuestros privilegios para causar dolor o tomar ventaja de las compañeras, o cuando juzgamos la realidad de otras mujeres asumiendo que la nuestra es perfecta y universal.

Los Feminismos desafían las historias que el patriarcado ha construido para legitimar nuestra sumisión y, al mismo tiempo, permiten el desarrollo de la Sororidad como una herramienta para contrarrestar la enemistad entre las mujeres. Esta se inicia en un esfuerzo para desconstruir la noción de lo que significa ser una mujer en el patriarcado, un proceso que comienza con el rechazo de la enemistad, avanzando para rescatar nuestras historias particulares, descubriendo lo que tienen en común, la búsqueda de nuevos tiempos, nuevas identidades fuera de los modelos patriarcales que nos definen y nos unen de forma destructiva.

Esta amistad entre mujeres es un trabajo consciente hacia el reconocimiento, la promoción y el apoyo entre nosotras en un mundo patriarcal y violento. No tiene nada que ver con ser amigas de la manera tradicional. Esto limitaría la sororidad sólo a aquellas mujeres que conocemos o que están en nuestros círculos. La sororidad es el compromiso político con el amor a todas las mujeres como nuestras amigas, para evitar que el patriarcado nos divida y nos haga sufrir.

Nunca vamos a ganar en el patriarcado, aunque asi parezca para algunas. El patriarcado será siempre el país extranjero donde no se escuchen nuestras voces; un desierto donde nuestras preguntas nunca tendrán una respuesta. Sólo un cambio de conciencia hacia una práctica diaria y comprometida en favor de la justicia de género, en todas nuestras relaciones con las mujeres, puede cambiar la enemistad a hermandad, sanar las heridas personales y culturales causadas por la violencia espiritual que nos ha enseñado el rechazo al propio género y traer oportunidades a todas las mujeres para celebrar y disfrutar de la parte del cielo que nos pertenece.

Este texto es un extracto de mi ensayo «The Wounded Goddess: The History of Sara and Hagar from a Feminist Outlook» que es parte de la antologia «Jesus, Muhammad and The Goddess» publicada en Estados Unidos en febrero de 2016.

Derechos de las Mujeres y Fundamentalismos Religiosos

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En agosto de 2015, las Naciones Unidas adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la agenda que guiará las prioridades mundiales de desarrollo hasta el año 2030. El programa no está exento de defectos, pero la inclusión del objetivo autónomo de «lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas» así como el reconocimiento de la igualdad de género como «una contribución crucial para el progreso de todos los objetivos y metas» constituye un paso significativo desde los mínimos compromisos de género de su predecesor, los objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Sin embargo, el crecimiento generalizado de los fundamentalismos religiosos en todo el mundo es un gran obstáculo para alcanzar la transformación prevista por los ODS.

Fareeda Afridi, una feminista de origen pastún y activista por los derechos de la mujer en Pakistán, que criticaba el patriarcado y a los talibanes, fue muerta a tiros cuando se dirigía a trabajar en julio de 2012, a la edad de 25. Talata Mallam fue una de nueve mujeres vacunadoras contra la polio muerta a tiros en ataques en Kano, Nigeria en febrero de 2013. En noviembre de 2015, Jennifer Markovsky, Garrett Swasey y Ke’Arre Stewart fueron asesinados por un extremista cristiano en la Clinica de la Federación de Planificación Familiar  en Colorado Springs, EE.UU.

Los ataques de los fundamentalistas en Bangladesh contra ONGs como BRAC y el Grameen Bank, que proporcionan salud, información, servicios de educación y oportunidades económicas en particular a mujeres rurales, han incluido golpear y matar a trabajadores de ONG y quemar hospitales. Estos son sólo algunos ejemplos de los miles de ataques de los fundamentalistas religiosos de todas las creencias sobre los derechos de la mujer y el trabajo de desarrollo.

Los fundamentalismos religiosos degradan las normas de los derechos humanos, hacen retroceder los derechos de las mujeres, afianzan la discriminación y aumentan la violencia y la inseguridad. Sin embargo, los fundamentalistas no sólo utilizan la fuerza física, también usan de forma selectiva el lenguaje de derechos humanos, con argumentos de relativismo cultural, para atacar las normas internacionales existentes y bloquear el progreso. Sin embargo, hasta ahora, poco se ha hecho para abordar el reto específico que significan los fundamentalismos religiosos para el desarrollo o para formular respuestas eficaces.

Un problema mundial para los derechos de la mujer

El control de la autonomía corporal de las mujeres y la vigilancia de las estrictas normas de género es una característica de la ideología fundamentalista que trasciende todas las fronteras religiosas y geográficas.

Y las cosas están empeorando. En 2014, Brunei introdujo un nuevo código penal basado en una interpretación extremadamente conservadora de las leyes musulmanas, que incluyó la muerte por lapidación como castigo por adulterio. En los Estados Unidos, el fortalecimiento de la derecha cristiana llevó a la promulgación, entre 2010 y 2016, de más de 288 medidas que impiden el acceso al aborto. De Polonia a Brasil, los últimos meses han visto a la derecha religiosa de muchos países empujando más cerca a favor de todas las prohibiciones del aborto.

En Birmania y la India, los fundamentalistas utilizan el género como herramienta de movilización central en las campañas de odio contra los musulmanes; estereotipos sobre hombres musulmanes obligando a la mujer a convertirse al Islam y rumores sobre hombres musulmanes violando a las mujeres hindúes o budistas se utilizan como base para restringir la elección de las mujeres sobre pareja romántica y que provocan violencia contra los musulmanes.

Desde el aumento aterrador de Da’esh (ISIS) en Oriente Medio, al  «ejército» formado por la iglesia evangélica Universal del Reino de Dios en Brasil y los ataques a 2.500 proveedores de aborto en los EE.UU entre 2005 y 2013,  actores no estatales plantean amenazas violentas a las libertades y la vida de las mujeres. La violencia fundamentalista puede manifestarse de diferentes maneras en diferentes contextos, pero está claro que estamos asistiendo actualmente a una escalada en todo el mundo.

La capacidad del sector de desarrollo para responder

Ante esta situación, las promesas de «No dejar a nadie atrás» en la agenda de desarrollo se sienten bastante lejos. Algunas organizaciones sólo ahora están incorporando las implicaciones de los fundamentalismos para el desarrollo sostenible. Otros tienen políticas y programas de desarrollo de capacidades internas para garantizar que el personal es conscientes de los problemas «de género y diversidad». Estos pueden ofrecer un poco de espacio para las discusiones que tocan los fundamentalismos religiosos.

Sin embargo, las discusiones sobre la diversidad tienden a permanecer superficiales y con frecuencia no examinan la politización de las identidades y están desprovistos de un análisis fuerte sobre el poder. En su lugar, simplemente refuerzan la noción de que «somos diversos, y todos debemos respetar unos a otros». Mientras tanto, los fundamentalistas suelen manipular las ideas de diversidad para su propio beneficio, para censurar las críticas a su marca de opresión contra las mujeres con quejas de falta de sensibilidad cultural.

La renuencia de los agentes de desarrollo y políticos responsables a participar en los debates sobre religión, está siendo utilizado para justificar la discriminación y la violencia, debido a que la religión en general es vista por muchos como un tópico demasiado sensible. Hay una cultura de «aversión al riesgo» dentro de algunas organizaciones, lo que limita la voluntad de asumir tales desafíos. Por otra parte, también pueden sentir que es mejor dejar esta área a los demás y puede haber un miedo de ofender a los agentes locales y los beneficiarios.

La Negada Infancia Trans de Medusczka

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He conocido a Meduscka por un tiempo. Personalmente, estoy fascinada con cada una de las bellas y descaradas «Niñas Santas Trans». Ahora es tu oportunidad de conocerla a ella y a sus «niñitas» a través de esta  entrevista a la que ella accedió para este sitio.

¿Quién es Medusczka?

Soy una persona que creció bajo una formación católica como la gran mayoría de la gente en México, yo que toda la vida me supe una persona femenina  hetero-disidente siempre me sentí perseguida, vigilada y acosada por ese Dios que todo lo ve y todo lo sabe. Desde mi condición y desde la imposición por parte de mi familia, era muy doloroso para mí descubrir lo que ese Dios pensaba/sentía/decía sobre personas como yo y una parte de mi infancia la viví con ese terror.

Medusczka es la identidad negada de una persona de experiencia femenina, que fue asignada dentro de la dicotomía de género como hombre al nacer. Es un lugar simbólico de resistencia a esta imposición hetero-patriarcal y sus violencias contra lo que es feminizado, violencias que se han materializado en un cuerpo que desobedeció el mandato de cumplir con cierto modelo de masculinidad y tuvo el atrevimiento de corporalizar en vez de eso la feminidad.

Medusczka es una identidad que se construye, que fluye y muta, que evoluciona y se mueve. Es la variación de la palabra Medusa, que lo mismo puede referirse a la criatura marina o a la gorgona de la mitología griega; ambas figuras femeninas letales. Medusczka es la identidad que he adoptado y en la que me apoyo para resistir la imposición patriarcal desde lo artístico.

¿Cómo ha sido El Devenir Trans para tí?

12592689_212266115786347_6142302032497391315_nHa sido un proceso en el que, principalmente, he sentido el acompañamiento de muchas personas con devenires parecidos, porque nunca serán los mismos procesos los que nos atraviesen o los que nos construimos, pero podemos acompañarnos. Ha sido la continua suma de experiencias/cuestionamientos/reflexiones/vivencias/conocimientos tejidos desde la colectividad y los afectos. Ha sido reconocerme en las otras y en les otres, ya no en lOs otrOs.

Soy transfeminista .La llegada del trans-feminismo a mi vida ha traído la reconciliación con mi feminidad, esa feminidad tan peligrosa que me enseñaron a odiar, rechazar y a reprimir en mi cuerpo y en el de otras corporalidades.

Ahora reconozco y abrazo mi feminidad; le doy una patada en el escroto a las constantes correcciones de terceras personas y a las auto-correcciones del pasado, que me decían que debía masculinizarme y estar en concordancia con el género impuesto para ser aceptada, para no ser agredida, para no ser vulnerabilizada. Me cansé y ahora solo me importa darle la espalda a lo que el hetero-patriarcado ha querido imponer sobre mi cuerpo.

¿Cómo nacen las “Niñas Santas Trans”?

Surgen  después de haber leìdo el texto de  Paul B. Preciado, que se titula: “¿Quién defiende al niño queer?”.

En él,  Preciado se refiere  como «Niño Queer» a todas esas infancias que fuimos invisibilizadas y violentadas por los discursos hegemónicos heterosexuales, que defienden la institución de la familia tradicional y que usan la defensa de los “Derechos del Niño” a tener una madre y un padre, como el pretexto para normalizar la heterosexualidad.

Estos discursos que “defienden una ideología naturalista y religiosa”.construyen un niño “presupuesto heterosexual y bajo la norma de género (cisgénero)” y no reconocen que existan las niñas camionas o tortilleras, los niños maricas, las niñas transgénero o la intersexualidad. Cuando llegó este texto a mis manos lo encontré como un gran regalo, porque me identifiqué con esa experiencia y porque coincidía con mi trabajo deconstructivo y mi devenir; sacudió muchas cosas en mi cabeza y me emocionó.

Representar una infancia hetero-disidente es un ejercicio personal de justicia a mi propia infancia, que fue suprimida en muchos aspectos. Mi lugar siempre ha sido lo que la hegemonía masculina ha designado como «otredad»; allí con la resistencia, con las oprimidas, nunca con el opresor. Esta serie significa para mí tomar una postura feminista de resistencia política, que es parte de mi proceso individual como persona trans.

¿Cuál es el papel de la cultura mexicana en su trabajo?

Hay una fiesta católica muy popular en México conocida como el «Día de la Candelaria». Cada 2 de febrero, una figura de Jesús, hecha de yeso, se le viste de innumerables maneras. Lo llaman «Santo Niño Jesús». Vi ahí la oportunidad de hacer algo que me encanta: Transgredir.

12065675_170600583286234_3734458453482361154_nApropiarme de la imaginación popular mexicana, es una herramienta de comunicación que utilizo para transgredir símbolos que identifican a las personas en su vida diaria. Yo les doy un giro discursivo con el fin de provocar al espectador a enfrentarse a una nueva manera de verlos. Trato de crear una experiencia visual que los desafía a cuestionar lo que pensaban que era normal.

Lo que busco con mi «Niñas Santas Trans» es subvertir los discursos patriarcales hegemónicos, androcéntrico, falocráticos y misóginos con sus propios símbolos.

Entonces, el Día de la Candelaria y mi lectura de Preciado, coincidieron oportunamente para ver nacer a esta “Santa Niña Trans” que tiene un fuerte discurso politico en, al menos, dos aspectos:

Por un lado, representan una infancia inexistente para una de las instituciones más patriarcales que es la Iglesia Católica. La “Santa Niña Trans” es entonces, un lugar desde dónde enunciarnos y gritar que existimos; una infancia que dice que no necesitamos la representación de la Iglesia, no buscamos la inclusión, sino resistir y salirnos de su discurso de muerte y odio contra les niñes que no somos, ni fuimos heterosexuales y no vivimos bajo el gobierno del sistema sexo/género.

Por otro, son también un grito rabioso interpelando a la violencia machista de esta institución contra las mujeres, que en mi país asesina a 14 mujeres al día.

¿Cómo se relaciona la “Santa Niña” con tu propia infancia Trans ?

De una manera totalmente personal, de ningún modo estaría elaborando una serie como ésta si yo no me viera representada ahí, en todas ellas, como una identidad que siempre estuvo en discordancia con el género impuesto sobre su cuerpo. Si yo no me hubiese vivido toda la vida como una persona de experiencia femenina y vulnerabilizada, definitivamente no lo entendería y no podría surgir nunca algo como ésto desde la masculinidad, nunca desde el ser hombre.

Hasta ahora la serie está hecha de siete niñas trans; ha habido una evolución en la iconografía. Comenzó siendo muy “Queer” y  devino en una propuesta más orientada al “Trans-feminismo”, con mucha símbología feminista. Mi devenir y la evolución de la serie son como uno mismo.

¿Cómo ves la relación entre Religión, Sexualidad y Poder con respecto al Feminismo?

Religión, Sexualidad y Poder es una exitosa alianza patriarcal. Una amalgama muy bien elaborada que le ha funcionado al hetero-patriarcado para sostenerse a través del control de los cuerpos. Una alianza que permite las condiciones necesarias para la reproducción a través del discurso naturalista de la heterosexualidad y para seguir sosteniendo el capitalismo.

Nunca me había planteado la posibilidad del Feminismo en la Religión, como una actividad deconstructiva o pensar en “hacer” feministas las religiones. Yo más bien decidí abortar el catolicismo desde hace bastante tiempo; yo huí de él al sentir que no era un espacio seguro para mi y soy más de la idea de que hay qué abolir estas instituciones patriarcales y no reformarlas. Pero eso desde una postura muy personal.

Aunque habrá mujeres y personas hetero-disidentes para quienes la religión sí representa algo muy importante y desean la presencia de éstas en sus vidas y quieren sentirse acogidas y aceptadas. Entonces pienso que el Feminismo y una mayor representatividad de mujeres dirigiéndolas podrían lograr transformarlas en un espacio seguro para estas personas.

Las «Niñas Santas Trans» están disponibles para exposiciones, performances y venta, ya sea de a una, de a varias o la serie completa. Medusczka también puede crear una Santa Niña Trans a tu imagen y semejanza, ya que para eso es una diosa. Contáctala en su Facebook