Hembristas, Radicales y Feminazis

Blog Vanessa Rivera

La Hembrista, la Feminista Radical y la Feminazi son imaginarios creados por el Patriarcado y reproducidos en la sociedad para controlar la emancipación y el reconocimiento de las mujeres como sujetas politicas y mantener estos procesos en grados y limites cómodos. Son los epítetos que el machismo usa para nombrar a las mujeres sin miedo.  El miedo es un mecanismo de control para que vivamos aterradas a expresar opiniones, a ser feas, a engordar, a contradecir, salir a la calle, a que nos violen, al ridículo, a la soledad, a no casarse, al rechazo romántico, al despido, a la celulitis, al infierno, a viajar solas, a que nos peguen, a creer en nosotras mismas, etc.

Estas representaciones nos hacen creer que existen feministas buenas y malas, que es posible excluir y desconocer como feministas, mediante etiquetas y estereotipos, a aquellas mujeres cuyo tránsito hacia su propia liberación parece más amenazante que el de las otras, asumiendo que “alguien más” fuera de las mismas mujeres, tiene el privilegio para definir que feminismos aceptar, que procesos de liberación y búsqueda de autonomía son más legítimos o no, que mujeres son buenas y cuales malas.

El arquetipo de la Hembrista no es nuevo, es mítico. En tradiciones sagradas, las Diosas o Divinas Femeninas que representan mujeres con poder, carácter desafiante y autonomía sexual como Kali, Lilith u Oyá, son descritas como temperamentales y peligrosas para el statu quo. Porque, obvio, no hay nada más peligroso que una mujer que no tiene nada que perder.

Si los activismos feministas te parecen sólo una horda de Hembristas, Radicales o Feminazis, tienes que preguntarte que te impide querer el fin total de la violencia, la discriminación y la muerte de las mujeres por el hecho de ser tales y qué sentido tendría una lucha que pida el fin de los feminicidios «en la medida de lo posible» o que desea el 30% o el 50% del fin del abuso sexual.

Usar estos términos u otros relacionados como feminismo violento, feminista odia-hombres o el feministómetro, para descalificar los procesos de liberación de las mujeres, es ejercer violencia simbólica con estereotipos que despolitizan la respuesta de las mujeres a la opresión como una conducta aleatoria y extrema

«Yo soy Feminista, pero no soy Feminazi. Yo no soy Radical como esas otras…»

¿Tienes miedo de que te llamen Feminista Radical? ¿Eres Feminista pero no Feminazi? Eres Feminista, pero:

no tan Radical para exigir igual paga por igual labor
no tan Feminazi para demandar el fin de patriarcal sobre nuestros cuerpos
no tan Hembrista al extremo de molestar a otros por crear espacios sólo para nosotras
no tan Radical que ofenda al jefe
no tan Feminazi que tiemble la Iglesia
no tan Hembrista que exija no ser nunca más invisibilizada
no tan Feminazi que nos tachen de agresivas, de no ser «una mujer como se debe»
no tan Radical que avergoncemos a la violencia estructural
no tan Feminazi que se termine la subyugación histórica, originaria y acumulativa
no tan Radical que tenga conciencia de mi valía
no tan Feminazi que disfrute a mi manera mi sexualidad
no tan Hembrista para tener espiritualidad en mis términos
no tan Radical, tan Feminazi ni tan Hembrista, que no pida autorización de nadie para sentirme cuerpo, alma y vida, para vivir como persona.

Todo feminismo es radical, porque todos los feminismos, en todas partes, quieren el FIN TOTAL de la desigualdad, la violencia y la exclusión. Esto significa nada más y nada menos que vamos a la RAIZ, a la genealogía de la marginalidad, a rastrear el origen de las opresiones, para comprenderlas y diseñar estrategias múltiples y situadas para terminar definitivamente con ellas. Ser radical no es una cuestión de efectismo y violencia, sino de cuestionar atrevidamente la realidad y persistir en ello. Esto sólo puede molestar a los que se benefician de que todo siga como está.

Es que suena violento…

Cada fuerza social que demanda un cambio de paradigma remueve los cimientos del establishment y provoca conflicto. A las mujeres que luchan se les demoniza particularmente por ello. Sin embargo, el único cambio que vale como justicia social es la transformación social profunda y no las reformas gatopardistas o el maquillaje político de buena crianza, con los cuales todo cambia para seguir igual.

La Hembrista, la Feminista Radical y la Feminazi son los arquetipos vilificados de las mujeres que actúan motivadas por la idea de que son personas; las etiquetas que distinguen a las que no se detienen ante la incomodidad. Aquellas que comprendieron que el fin de la violencia es el FIN TOTAL. Esas que quieren ser libres a pesar de la mala cara del Patrón, el Papá Estado, el Marido o Dios. Las mujeres que no pararán hasta que todas seamos totalmente libres, porque la tibieza es un defecto cuando se trata de defender nuestras vidas. Humanas valientes a las que no les importa encontrarse con el escarnio ni la caricatura en el camino de reclamar su poder y dignidad.

 

Foto: El artista indio, Ravi Kali, vestido como la diosa hindú Kali, participa en una procesión religiosa para el festival hindú Ganesh Chaturthi en Nueva Delhi.

¿Quién le Teme al Feministómetro?

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«Yo soy más Feminista que tú».

El FEMINISTOMETRO es una herramienta retórica que aparece a menudo en los feminismos y fomenta luchas de poder, camarillas y reparto de carnet feministas y – por si no bastara – reproduce la socialización para la competencia y la alienación entre mujeres.

Se expresa en la frase:

Si no es mi manera de ver el Feminismo:

«ESO NO ES FEMINISTA»

Se supone que los Feminismos son revoluciones de la subjetividad, o una forma de vivir individualmente y luchar colectivamente, o la idea radical de que las mujeres somos personas… las personas somos diversas, somos el resultado de nuestras experiencia y la manera como las interpretamos, o sea, criaturas históricas.

Por eso, no entiendo porque hay tanto drama, juicio, indignación y castigo social en los feminismos cuando las mujeres, en el proceso de descubrimiento y apropiación de nuestras subjetividades, demostramos ser diferentes en nuestras maneras de ver y pensar, en lo que consideramos liberador o no, en lo que nos hace feliz y nos hace sentir feministas.

Parece que no se trata ya de nosotras como individuas autónomas, sino del «Movimiento», un abstracto al estilo de la palabra «Estado» (Patriarcal y Hegemónico) al cual nos debemos en nombre del «Bien Común».

Parece que ahora los feminismos son programas de disciplinamiento sobre «Como ser la Nueva Mujer Liberada» al estilo «La Guía de la Buena Esposa», en el cual recibimos formación sobre qué decir y cómo decirlo, como comportarse y actuar para «No perjudicar al movimiento y tener derecho a pertenecer a él».

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Ponemos en acción el Feministómetro, por ejemplo:

Si una de nosotras demuestra enojo, indignación o rabia, la solución disciplinaria es llamarla «Extremista», porque es pecado enojarse por la opresión femenina.

Si una de nosotras cree en los espacios SOLO para mujeres debería sentir vergüenza de ser una «Hembrista», por su cruel corazón inmisericorde, «no como nosotras que somos tan buenas e inclusivas».

Si una no quiere dar tiempo y paciencia a las «Nuevas Masculinidades» es una «Resentida», que se niega a «Construir un mundo mejor» porque se trata de «sumar y no de restar».

Si aparece una compañera con un feminismo trans, racial, queer, campesino, islámico, emigrante, indígena, del trabajo sexual, etc. hay que hacerle saber lo equivocada que está, que «No entiende nada» y «No es como nosotras que sabemos todo de la revolución de género».

Si una compañera se depila o no, o usa tacones rojos o no,  o se pone un Hiyab… «Está promoviendo la opresión». ¿No les queda claro? Una mujer no tiene derecho a re-significar! … toda «feminista de verdad» sabe esto.

El Feministómetro nos impide empatizar con las luchas de nuestras compañeras para gusto y satisfacción de lxs privilegiados en el patriarcado, que se benefician del «divide y vencerás», y se dan la fiesta de sus vidas diciéndonos cosas como:

Tú eres una odiosa. Mírala a ella. Ella sí que es una buena feminista. A mí me gusta más su Feminismo que el tuyo.

La socialización negativa que divide a las mujeres en buenas y malas, echa a perder todas las buenas intenciones. Esta clase de interacción es profundamente dañina. El lenguaje no es inocuo. Como dice Beatriz Preciado:

Cada palabra de nuestro lenguaje contiene, como enrollada sobre sí misma, un ovillo de tiempo constituido de operaciones históricas.

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El Feministómetro castiga la subjetividad de las mujeres y sus formas de resistir. Como dice Francesca Gargallo

La historia de la disidencia está en crisis, porque el sistema hegemónico ha naturalizado sus discriminaciones, obsesiones, purgas, y de particular manera su sexofobia, fijando géneros y comportamientos, sexualidades y deseos….

Esto es lo que sucede cuando aplicamos el FEMINISTÓMETRO: Rechazamos la oportunidad de crecer individual y colectivamente. Si no hay discordia, no hay Feminismo, porque sin discordia, no hay colectividad, sólo dogmatismo.  

Vivimos en el Patriarcado y recibimos mensajes de alienación y de auto-alienación cada día, en todos lados. Pero el feminismo existe para no dejarse vencer por la comodidad de lo que ya está dicho, organizado y explicado. Michel Foucault dice que nos acostumbramos incluso a resistir, que nos volvemos domésticos y si alguien decide volver a cuestionar el status quo, lo alienamos o bien nos auto-alienamos por el miedo a ser alienados.

El Feminismo no surgió para categorizar a las mujeres, sino que para liberarlas. No se trata de «Yo y las Otras» sino de «Yo y Yo en un Nosotras». Es el poder para el desafío de la comodidad de lo impuesto y el desafío de incomodar al poder impuesto, lo que hace posible el Feminismo como estrategia efectiva para desmantelar el Patriarcado y lograr que cada persona logre autonomía en la construcción del ser «Mujer» … o si no quiere serlo para nada.

El Hembrismo: Expresión del Antiguo «Divide y Vencerás»

Ains! que todavía tengamos que dañarnos unas a otras con etiquetas inventadas por el Patriarcado. Como si no nos bastara con las canónicas de : Santa, Madre, Virgen, Bruja, Loca y Puta.

Ahora chic@s, se lleva emitir el epíteto «Hembrista». Ya me había referido a esto en un post anterior . No obstante, me sigo encontrando con compañeras que lo usan contra sus pares, por lo tanto, vale la pena volver a decir que:

Las mujeres no hemos creado ningún sistema «Hembrista» de dominación hegemónico que diga que los hombres son inferiores y deben ser sometidos a nuestra autoridad. Nuestra violencia no está normalizada en la sociedad ni se valora como un rasgo deseable.

No controlamos la educación, las finanzas, la banca ni los medios de comunicación globales como para imponer este sistema y controlar a la población, asegurándonos de esta forma la reproducción de este sistema y la opresión histórica de un grupo.

Lo curioso es que se llama, tan fácilmente, «Hembrista» a otra mujer que exhibe rasgos de violencia, dominación y supremacía, propios del sistema que la educó como «otra subalterna».

La única definición que existe del Hembrismo es que es lo opuesto al Machismo.

Analicemos: En primer lugar ¿No es esto extraño? Para ser un movimiento tan poderoso que subyuga o pretende subyugar a los hombres y los violenta en la casa, el campo y los juzgados, su desarrollo teórico es muy básico y, oh casualidad, se define por ser reflejo opuesto del machismo, así como lo femenino ha sido definido, desde siempre, como el reflejo opuesto de lo masculino

El Hembrismo es entonces:

“Un conjunto de actitudes y creencias destinadas a justificar y promover el mantenimiento de conductas percibidas como heterosexualmente femeninas y también, discriminatorias contra los varones”.

A ver: ¿Qué sistema, ideología, teoría defiende el mantenimiento de conductas hetero-sexualmente femeninas? ¿Qué sistema está en la posición privilegiada de definir que es femenino o no, que es masculino o no y, por ende, que es Hembrista o no?

Pero claro: ¿Para qué analizar este concepto de «Hembrismo» inventado por el #Patriarcado,  que nos ha educado históricamente a las mujeres, para desconfiar de nuestro propio poder y descalificar el poder y la autonomía de las otras mujeres para confrontarnos por la aprobación del macho de la manada? (Ver National Geographic)

¿Para que hacer este esfuerzo de análisis? Basta con decir que «Las otras son más malas». No vaya a ser que nos etiqueten de «Hembristas»y  perdamos una salida al cine o un solitario de diamantes. Destaco la palabra «Otras», porque es este tipo de elaboraciones lo que nos mantiene en la situación de alteridad que nos impide construir un «Nosotras».

El «Hembrismo»  es otro palo del antiguo divide y vencerás.

Mientras algunas elijan estereotipar a sus pares para quedar bien con el «opresor de turno» (ojo que no me refiero a personas, si no a agentes de subalterización), en vez de sentarse a reflexionar sobre el por qué del surgimiento de algunos conceptos e imaginarios y la violencia que generan, avanzaremos siempre muy lento, muy lento.

Las mujeres que son violentas o no tienen Sororidad con sus pares o compiten por el poder sin escrúpulos, probablemente tienen una lógica patriarcal en su manera de ver el mundo pero no son Hembristas. Puede que sean reproductoras del machismo, tanto como aquellas que las acusan de ser Hembristas. Por lo tanto, lo cuestionable en este caso es el Patriarcado y sus modelos de naturalización de las relaciones humanas desiguales, pero no el Feminismo.

El Hembrismo es invento machista para que las mujeres rechacemos la emancipación de otras, cuando ellas no complacen al Patriarcado. Nos hace creer que existen feministas buenas y malas, de acuerdo al grado de aprobación que el sistema concede.

El Hembrismo es usado por el Patriarcado para reforzar la socializacion negativa de las mujeres: Si el amo nos ha enseñado que solo bajo su protección estamos seguras, que debemos desconfiar de otras mujeres, porque son roba maridos, porque traicionan, porque las mujeres somos volubles y equivocarse es parte de nuestra naturaleza y es solo sometiéndonos que logramos balance, control y tranquilidad… entonces las «Hembristas» son un peligro para el sistema, porque no buscan su aprobacion y amenazan la socializacion negativa que permite al patriarca el control de las mujeres.

«Yo soy Feminista, pero no soy como esas Hembristas». «Yo soy Feminista y Femenina», son los mantras de quien aún tiene miedo de desprenderse de las categorías y roles en los cuales el sistema la ha puesto.

Usar el término «Hembrismo» para descalificar los procesos de liberación de otras mujeres, es ejercer violencia simbólica con un estereotipo que demoniza el empoderamiento de las pares como una conducta agresiva extrema.

Llamar Hembrista a otras mujeres es asumir que y estar de acuerdo con que el Patriarcado tiene aún el privilegio y derecho de definir y decirnos que feminismos aceptar, que procesos de emancipación son más legítimos o no, que mujeres son buenas y cuales malas dentro de los movimientos o no.

Lo peor, implica admitir que es correcto excluir mediante etiquetas y estereotipos a aquellas mujeres cuyo tránsito hacia su propia liberación parece, a los ojos del Patriarcado, más amenazante que el de las otras. La Hembrista, si es que existiera, no seria jamas un peligro para las mujeres que buscan emanciparse, sino para el sistema de opresion, sus opresorxs y reproductorxs.

El desprecio a la expresión de ciertas subjetividades contenido en este concepto, sugiere que debemos ser feministas «Civilizadas» para diferenciarnos de «Las Otras» agresivas y salvajes. El Hembrismo, nos lleva de vuelta a la prehistoria de nuestra historia como Mujeres.

Resucitando a la Gorgona: El Mito del Hembrismo

La Gorgona era un despiadado monstruo femenino. Su poder era tan grande que cualquiera que intentase mirarla quedaba petrificado, por lo que su imagen se ubicaba en todo tipo de lugares, desde templos a  bodegas de vino, para propiciar su protección.

Se decía que había tres gorgonas: Medusa, Esteno y Euríale, y que la única mortal de ellas, Medusa, tenía serpientes venenosas en lugar de cabellos. Las gorgonas son a veces representadas con alas de oro, garras de bronce y colmillos de jabalí.Llevaba un cinturón de serpientes, entrelazadas como una hebilla y confrontadas entre sí. La única manera de matarla, era cortarle la cabeza.

¿Espeluznante no? Pues la misma sensación genera en las personas el mito moderno asociado al desarrollo del feminismo: La Hembrista . Siendo un mito «comme il faut» nunca nadie la ha visto pero todos y todas les tienen terror. Es la suma de todos los miedos del patriarcado y de las mismas mujeres. Comprendamos: en una sociedad vanidosa, nadie quiere ser un monstruo, todas quieren posar de heroínas apolíneas y a algunas activistas tibias les va bien eso de defender los derechos pero mientras no les arruine la imagen ante las corporaciones patrocinadoras.

Sin embargo, si analizamos la cuestión en estricto rigor, ni la Hembrista – ni la feminista radical- existen como seres diabólicos que deambulan por ahí tratando de petrificar hombres con la mirada.  Son leyendas urbanas pertenecientes a la mitología patriarcal rebozada en el caldo de la ignorancia supina.

Cazando al Mito Hembrista

Al Googlear el término «Hembrismo» la mayoría de las definiciones son bastante escuetas al señalarlo como opuesto al machismo. Poca definición y mucha polémica genera el término. Pero bueno, respetando la «definición» el hembrismo sería lo opuesto al machismo, ergo, para saber de que se trata, hay que ver que es el machismo. Le dejo los siguientes párrafos a Wikipedia:

El Machismo, expresión derivada de la palabra «macho«, se define en el DRAE como la «actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres».

El machismo engloba el conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias destinadas a justificar y promover el mantenimiento de conductas percibidas tradicionalmente como heterosexualmente masculinas y, también, discriminatorias contra las mujeres. 

Gracias Wikipedia. De lo dicho se deduce, que el machismo son actitudes, ideas y conductas socializadas, es decir de común reconocimiento y ampliamente aprendidas, con un fuerte apoyo de la tradición, por lo tanto aceptadas. El machismo entonces, cuenta con un sistema ideológico-simbólico que permite su reproducción.

Si el Hembrismo es lo contrario del machismo, sería tentativamente:«un conjunto de actitudes y creencias destinadas a justificar y promover el mantenimiento de conductas percibidas como héterosexualmente femeninas y también, discriminatorias contra los varones». 

Ok, si cuando hablamos de machismo, nos referimos a una manera de entender las relaciones de género y a la vez, a un sistema que apoya dicha concepción y por su parte, el Hembrismo sería la respuesta equivalente al machismo… ¿Dónde está el sistema cultural, la práctica social, el respaldo de la tradición, la estructura de apoyo que permite la reproducción de supuesto Hembrismo?

Como dice Beatriz Gimeno sobre el mismo concepto: «¿Hay un movimiento, una ideología, un pensamiento, una teoría, unos textos…que defienda que los hombres deben ser sometidos a la desigualdad en la que nos hayamos las mujeres? ¿Que deben ser despojados de sus derechos económicos o políticos, que deben cobrar menos, que se merecen ser objeto de violencia por parte de las mujeres; que deben ser recluidos en sus casas, salir del mundo laboral, del espacio público?».

Otro elemento a considerar: El Hembrismo, supuestamente, contribuye a mantener conductas heterosexualmente femeninas; sin embargo, siempre que calificamos a alguien de hembrista lo hacemos por que esa mujer ha mostrado conductas asociadas a lo masculino: violencia, agresividad, sentido de la competencia, ambición de poder, etc. La contradicción evidente de esto confirma la impronta machista en la raíz del concepto. El Hembrismo es un concepto machista irreal, fantasioso, funcional al patriarcado, destinado a que las propias mujeres rechazen el empoderamiento de otras.

Ah bueno, dirá alguien «pero hay mujeres que le pegan a sus maridos o que compiten con otras mujeres o que piensan en favorecer a los hombres…»  Seguro que las hay, pero no son Hembristas.

Decir que existe el Hembrismo es sostener que existe un sistema de dominación destinado a subyugar a los hombres, apoyado por las leyes, financiado por la banca global, controlando el poder político y los medios de comunicación para cosificar a los hombres y usar su imagen para vender electrodomésticos; afirmar que existe el Hembrismo, es sostener que existe una ideología operando en la sociedad que promueve el maltrato y la discriminación hacia los varones, es afirmar que el Patriarcado se acabó y se cambió por otro sistema de discriminación transversal hacia la otra parte de la humanidad.

No es Hembrismo, es Patriarcado

Sabemos que eso no es así. Lo que existe es el Patriarcado. Las mujeres que son violentas o no tienen sororidad o compiten por el poder sin escrúpulos, probablemente tienen una lógica patriarcal en su manera de ver el mundo pero no son Hembristas son, lisa y llanamente, patriarcales, opresoras, sin solidaridad de género; son, en resumen, reproductoras del machismo, como la mayoría de las mujeres, de manera consciente o no.

Cuando existe violencia de la mujer hacia el varón, tampoco es Hembrismo: es violencia, revanchismo, sentimientos de venganza. No existe la violencia estructural de parte de las mujeres hacia los hombres. El machismo sí tiene respaldo cultural, ideológico, simbólico. Si decimos que el Hembrismo es la respuesta al Machismo, deberíamos encontrar un sistema que promueva desigualdad transversal para los varones a nivel político, económico, socio-cultural ¿Dónde está ese sistema? No existe. Si existiera, no podría funcionar, porque quienes se supone deben administrarlo, las mujeres, están sufriendo violencia, discriminación y sometimiento en distintos ámbitos de la vida debido al patriarcado o bien tratando de liberarse de la opresión de este.

El Hembrismo es una trampa mental inventada por el machismo que sugiere que la liberación de las mujeres de la sujeción patriarcal crea monstruos.

La Gorgona, en su poder temible, era también una sagaz protectora. No le cortemos la cabeza, mejor comencemos a usar la propia. El Hembrismo y la Hembrista son mitos convenientes del patriarcado que dividen a los oprimidos, en este caso las mujeres, debilitando así su fuerza. Es un producto de la añeja pero siempre efectiva estrategia del «divide y vencerás», el cuento del «Cuco» que nos contaban de niños para que no desobedeciéramos.

No olvidemos que a los que dominan, les gusta decirles a los dominados cual es su lugar y mientras los dominados se mantienen ahí, los consideran nobles y buenos; pero cuando estos se rebelan, ya les parecen resentidos, delincuentes y peligrosos; entonces inventan mitos para que el resto sienta miedo de su propia libertad: La hembrista, la feminista radical, el negro resentido, el indio ladrón, etc. Algunos mitos se inventan para perpetuar el sometimiento de muchos a favor de unos pocos, y fomentar el miedo al poder de autonomía y acción que a cada ser humano corresponde por derecho.