La movilización de mujeres en Irán contra el patriarcado es una protesta continuada que cumplirá este 8 de marzo 40 años. A horas de la #HuelgaFeminista, las feministas iraníes conmemoran 4 décadas de la suya, cuando ciudadanas de diverso origen y actividad, se convocaron en las calles para demostrar su resistencia al régimen de los Ayatollah.
El activismo feminista en Irán que vemos hoy a través de redes sociales, es una contribución relevante a los movimientos por los derechos de las mujeres en el mundo y no comenzó ayer.
El 8 de Marzo de 1979, 100.000 mujeres tomaron las calles de Teherán, la capital iraní, para protestar contra la decisión obligatoria del nuevo gobierno islámico sobre el hiyab, lo que significaba que a las mujeres se les exigiría llevar un pañuelo en la cabeza cuando estuvieran fuera de casa. La protesta se realizó en el Día Internacional de la Mujer y convocó a mujeres de todos los ámbitos de la vida (enfermeras, estudiantes, madres) marchando, con los brazos levantados en señal de protesta.
En la República Islámica de Irán, el Ayatollah Khomeini restringió severamente los derechos a los que las mujeres se habían acostumbrado bajo el Sha Pavlevi. A los pocos días de la fundación de la República Islámica del Irán, se derogó la Ley de Protección de la Familia de 1967; las trabajadoras del gobierno fueron obligadas a observar el código de vestimenta islámico; a las mujeres se les prohibió convertirse en jueces; las playas y los deportes estaban segregados por sexo; la edad legal de matrimonio para las niñas se redujo a 9 y a las mujeres casadas se les prohibió asistir a las escuelas regulares.
Casi de inmediato las mujeres protestaron por estas políticas. El levantamiento espontáneo de mujeres y hombres el 8 de marzo de 1979 fue un esfuerzo por proteger los logros del derecho de las mujeres conquistados en los 70 años precedentes de la historia iraní.
El papel de las mujeres iraníes en la revolución es paradójico.
Son visibles en la revolución, de una manera espuria: Khomeini necesitaba mujeres para hacer la revolución y sostenerla, pero relegó su papel a un rol binario y sexista: La «Mujer Ideal Revolucionaria» estaba entrenada en la tradición, era buena ama de casa y madre, servicial con los padres, esposos o hermanos piadosos. Para asegurarse de que no tentaran a los hombres, el régimen ordenó a las mujeres que se cubrieran todo menos la cara y las manos, se separaran de los hombres en lugares públicos y fueran supervisadas por la «policía moral». Khomeini llamó al chador la «bandera de la revolución».
Es, precisamente, el estatus quo impuesto por la revolución iraní lo que posibilita el surgimiento de una conciencia feminista. El agobio paulatino impuesto a las mujeres en la sociedad iraní por parte de los Ayatollah, despierta la necesidad de desafiar el poder de interpretación monolítico del clero, reformular conceptos y la ley islámica desde una perspectiva «feminista». Esto produjo fenómenos comunicacionales poderosos como la Revista Zanan, que es un hito en el desarrollo de la lucha por los derechos de las mujeres en Irán.
Con el tiempo, estos feminismos surgidos como resistencia a la revolución no solo abren las puertas de la interpretación de textos sagrados y debates sobre temas de mujeres a grupos distintos a los musulmanes, sino que también rompen con el conservadurismo de género reactivo y la fobia occidental que prevalece entre los fundamentalistas. Más tarde, especialmente con la Internet, se produce una conexión con el feminismo occidental y se crean nuevas conexiones entre las mujeres musulmanas y otros feminismos.
La era digital nos ha permitido conocer, empatizar y apoyar a estas mujeres, saber sus nombres, lo que viven y piensan ya sea desde el exilio como Nazanin Armanian, o prisioneras en Evin como Nasreen Soutoudeh. Y es que la revolución iraní, a su pesar y a pesar de la represión continua, ha producido una inesperada “Revolucionaria Ideal” encarnada en las generaciones de mujeres fuertes e inteligentes que no tienen miedo de desafiar al poder patriarcal hasta que caiga.
Porque va a caer. En todas partes, va a caer.
Llegamos a un nuevo 8 de marzo y la lucha continúa.
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