¿Dónde está mi Espacio para Orar en esta Mezquita?

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Me gustaría compartir con ustedes una historia del reinado de Umar, el segundo Califa del Islam (que Dios esté complacido con él), que brinda poderosas lecciones hoy.

Una de las esposas de Umar bin Al-Khattab solía ofrecer las oraciones de Fajr y de Isha en congregación en la mezquita. Le preguntaron por qué había salido a la oración, ya que sabía que a Umar no le gustaba, y que él tiene un gran ghaira (respeto por sí mismo). Ella respondió: «¿Qué le impide detenerme de este acto?» El otro respondió: «La declaración del Mensajero de Allah: «No impidas a la sierva de  Dios ir a las mezquitas.» registrado en Sahih Bukhari.

Parece que la única razón por la que el califa Umar permitió que su esposa ofreciera sus oraciones en una mezquita es porque no quería ir en contra de los deseos claramente expresados del Profeta.

En la mayoría de las comunidades musulmanas occidentales de hoy, a las mujeres no se les impide ofrecer sus oraciones en mezquitas. A veces, incluso se las alienta a asistir, especialmente durante las oraciones del viernes y las oraciones de Tarawis durante el mes sagrado del Ramadán. Pero a menudo me parece que la tradición profética invocada en la historia anterior es la única red de seguridad que tienen las mujeres.

Demasiadas mezquitas tienen espacios inadecuados para las congregadas femeninas; otros tienen el espacio, pero mantienen las puertas cerradas. Aún otros tienen espacios adecuados para que las mujeres oren, pero piensan en las áreas de mujeres como el espacio que se debe guardar para los hombres que llegan tarde, porque Dios no permita que los hombres sean enviados al sótano junto con las mujeres y los niños.

Algunas organizaciones prominentes y líderes religiosos han comenzado a abordar este problema; La Sociedad Islámica de América del Norte (ISNA) publicó un folleto que identifica los problemas que enfrentan las mujeres en las mezquitas de América del Norte y ofrece soluciones factibles para comunidades musulmanas nacionales de clase media y media alta. El problema para la mayoría de las comunidades musulmanas estadounidenses no es la falta de fondos; es una falta de conciencia por parte de los tomadores de decisiones masculinas sobre las experiencias de las mujeres en las mezquitas.

La mezquita que está cerca de mi casa costó cinco millones de dólares, con pisos de mármol, tecnología elegante, hermosos jardines con una fuente a su alrededor, e incluso un entrepiso para mujeres (aunque rezamos en el sótano multi-propósito para viernes y Taraweeh), pero no hay habitaciones construidas para cuidar niños o mujeres que vienen con niños pequeños.

Esta mezquita tiene uno de los mejores espacios de oración para mujeres en el área de Chicago, pero el diseño interior se adapta a la experiencia masculina, hasta los paneles de vidrio en el piso del entresuelo de las damas con «Alá» y «Muhammad» mirando hacia afuera. Las únicas personas que pueden leer los paneles son los hombres de abajo que miran hacia arriba tratando de ver a las mujeres.

Las acciones de los líderes musulmanes conscientes no han impedido que ocurran actos más radicales, incluidos los movimientos de oraciones mixtas dirigidas por mujeres y la quizás menos radical, pero no menos controvertida, desintegración forzada de los espacios de oración de los hombres por parte de las mujeres activistas.

Las mujeres activistas que están molestas por espacios de oración inadecuados abarcan un amplio espectro ideológico: Algunas son extremadamente liberales/ progresistas, mientras que otras son conservadoras. Aún así, otras se describirían a sí mismos como «moderadas», esperando encarnar el «camino intermedio» del Islam. Si bien entiendo y simpatizo con las frustraciones de quienes abogan por un Imamato o liderazgo espiritual femenino, creo que un problema más apremiante que enfrentan la mayoría de las mujeres musulmanas estadounidenses es simplemente el acceso a un espacio de oración igualitario y cómodo en nuestras mezquitas.

Hay dos rutas que las mujeres musulmanas podrían tomar para abordar el problema del espacio inadecuado en las mezquitas. Podríamos tomar la ruta china y desarrollar nuestras propias mezquitas femeninas, con imanes femeninos y los sentimientos de empoderamiento que se obtienen al ser completamente libres de ser quienes son como mujeres en su propio lugar de culto, donde se alienta el liderazgo femenino y nutrido. Es una idea embriagadora, pero una opción más apropiada podría ser tomar la ruta turca y trabajar con los líderes de la comunidad masculina para garantizar que nuestros lugares de culto sean igualmente acogedores para hombres, mujeres y niños. Que los espacios de las mujeres están diseñados con el mismo cuidado y atención a la comodidad y belleza que los espacios de los hombres. Esta ruta solo funcionará si las mujeres activistas tienen aliados masculinos dentro de la comunidad musulmana.

por Hind Makki activista interreligiosa musulmana estadounidense con base en Chicago.

 

 

Violencia Espiritual y Abuso de Mujeres en el Nombre de Dios

 

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Vivimos en un mundo en el cual las mujeres son el target predilecto de distintos tipos de violencia: Física, sexual, sicológica, económica, simbólica y estructural, entre otras. Un tipo de violencia de la cual no se habla mucho es la violencia espiritual. Esta puede definirse como el uso de las creencias de una persona para dañar, manipularla, dominarla o controlarla.

La violencia espiritual incluye, pero no se limita a: Impedir que la persona siga su tradición espiritual o religiosa preferida; forzar un camino o práctica espiritual o religiosa en otra persona; menospreciar o burlarse de las tradiciones, creencias o prácticas espirituales o religiosas de una persona; y, usar la posición espiritual o religiosa de uno, rituales o prácticas para manipular o enajenar a una persona.

Las instituciones sociales, incluyendo las religiones – y el Islam mainstream entre ellas- tanto en su doctrina como en sus prácticas y marcos de referencia, están hoy en día dominadas por el androcentrismo y la idea de que son los varones y sus privilegios quienes tienen el derecho divino de liderar la religión y descrifrar la voluntad de Dios.

Este chauvinismo masculino basada en el desprecio de lo femenino causa mucho sufrimiento a las mujeres y ha probado ser muy dañiño y peligroso para nuestras vidas: Desde la obligatoriedad del velo islámico hasta los crímenes de honor y la mutilación genital, las mujeres vivimos en riesgo de experimentar algún tipo de violencia justificada por el machismo disfrazado de religión y alguna de entre nosotras, sufrirá alguno o varios tipos de abusos en nombre de Dios durante su vida.

Una de las formas pasivas/agresivas más comunes de violencia espiritual es la alienación. Los «justos creyentes» deciden cuál es la forma correcta de vivir y comprender el Islam y se dedican con virulencia a coercionar y maltratar a los que están «desviados». Los «justos», muchas veces son sólo una manga de hipócritas, deciden quién es y cómo debe ser una «buena mujer musulmana» como debe vestir, en qué debe trabajar y hasta qué raza y qué clase social debe tener para ser «digna y aceptable».

La violencia espiritual es el origen o puede ser el complemento de distintos tipos de violencia: La expulsión de un grupo de mujeres de la mezquita Masjid Siraatul Jannah de Johannesburgo durante el mes sagrado de Ramadán es un buen ejemplo de esto: Hubo violencia física (empujones) y abuso emocional (trato humillante) en base a la idea de que “de acuerdo a la voluntad de Dios” (la opinión masculina) se prohibía a las mujeres estar ahí. La violencia espiritual se manifiesta aquí como el abuso de poder de un así-llamado creyente contra un grupo de mujeres a través de la manipulación de los “principios religiosos”, aunque no hay nada en el Corán que prohiba a las mujeres orar en las mezquitas.

La violencia espiritual no deja marcas visibles pero está muy normalizada en algunas perspectivas vinculados al género y las mujeres en el Islam, tanto a nivel personal como institucional. Aunque es injusto y vejatorio, se considera normal prohibir a las mujeres rezar en las mezquitas o bien, se permite su presencia sólo para segregarlas como borregos acopiados en cuartos pequeños o en “corrales” demarcados con una banda roja.

Hay violencia espiritual en la práctica secreta o no autorizada por la primera esposa de la poligamia (o en el adulterio disfrazado de poligamia, para hablar claro) “porque como hombre, Dios me autoriza”; en la coerción para las relaciones sexuales o si no “los ángeles te maldecirán hasta el Fajr”. Hay violencia espiritual en chantaje a una mujer para cortar lazos con su familia, su cultura, sus afectos y todo lo que es valioso para ella para abrazar el Islam o casarse con un hombre musulmán y en todo lo que se dice o hace para que ella se sienta menos merecedora de respeto y aceptación de parte de Dios.

Muchos creyentes legitiman la violencia espiritual al apoyar la idea de que es normal forzar a las mujeres a usar el velo o imponerlo a niñas pre-púberes, hipersexualizando sus cuerpos como tentadores para hombres adultos desde muy corta edad. Hay violencia espiritual en hablar de las mujeres como objetos, sean joyas, diamantes, perlas o caramelos, objetos que deben permanecer cubiertos para y a disposición de la voluntad de otro. Estas comparaciones, que parecen tan románticas, esconden un enorme odio a las mujeres: Los objetos, por más bellos, dulces y exclusivos que sean, no tienen poder de decisión y … no tienen alma ni derechos humanos.

Lo más cruel respecto a la violencia espiritual, es lo que significa al final del día: Ya sea que se ejerza contra las mujeres, los niños, las personas discapacitadas, musulmanas conversas o de otra raza, la violencia espiritual por parte de esos que dicen creer en un Dios Justo es una expresión de disconformidad y odio contra la creación de Dios. Al usar el nombre de Dios y manipular su mensaje para explotar, controlar, y alienar a otros en su nombre, es Dios mismx y su Rahma – su Infinita Misericordia y Cualidad Matricial – lo que resulta desacreditada y oprimida por el ego masculino.

Nosotras, las mujeres, no seremos oprimidas por la misoginia religiosas.

Libro «Aisha o el Islam en Femenino» de Asma Lamrabet

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Texto valiente y bien documentado que aborda en profundidad el papel de la mujer musulmana en diversos ámbitos: intelectual, espiritual, social y político.

Para quien sólo conoce el islam a través de sus expresiones históricas más recientes -países de mayoría musulmana que han sufrido la colonización durante la época moderna- la lectura de este volumen puede suponer todo un descubrimiento ya que, frente a la imagen distorsionada de un islam patriarcal y misógino, aparece con nitidez la naturaleza igualitaria del islam de los primeros tiempos.

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Aisha Asma Lamrabet

Musulmana, Activista y Feminista

Hace un tiempo atrás, Laure Rodriguez Quiroga, Presidenta de la Unión de Mujeres Musulmanas de España y destacada representante del Feminismo Islámico, me pidió que respondiese a un cuestionario. Después de dos meses, he decidido publicarlo en el blog porque creo que es una manera de dar a conocer un poco de mí y de mis motivaciones respecto al feminismo y el Islam.

Creo que conversar abiertamente, sin importar el medio o el canal, es una forma de construir Sororidad en cualquier clase de comunidad y alrededor de cualquier objetivo. El ir y venir de mensajes, da origen a vínculos que, como hilos, sirven para   tejer redes. La puesta en común es un pilar básico de cualquier labor compartida.

También, Para evitar malas interpretaciones y habladurías, no hay nada mejor que interpretarse y hablar por sí misma. Es un honor para mí publicar esta sencilla conversación, con la máxima exponente de la causa de la mujeres musulmanas en la Península Ibérica, posible gracias a la tecnología, que une voluntades y acorta distancias.

Hablanos un poco de tí, de tu historia de vida…

Soy chilena y actualmente vivo en Buenos Aires. Musulmana conversa. Amante de los libros y los viajes. Soy licenciada con distinción máxima en Relaciones Públicas. Tengo estudios de Comunicación y un Postgrado en Gerencia Social. He desarrollado mi carrera en Chile y en el extranjero en comunicación comunitaria, proyectos de desarrollo y docencia universitaria.

Soy también escritora, bloguera e investigadora independiente en temas de Feminismo y Género así como activista por los derechos de las mujeres. Actualmente me siento parte del colectivo feminista “Mujeres del sur”. He participado como conferencista en varios seminarios y congresos relacionados con el tema de la comunicación, el desarrollo y el cambio social en Chile, Perú y Ecuador.

¿Cómo llegaste al Islam? ¿Cómo lo conociste? ¿A través de quién? ¿Qué imagen tenías del Islam antes de entrar? ¿Qué te atrajo de él? 

Mi relación con el islam es de larga data. Llegué sola, como se dice “Allah guía a quien quiere”. Yo tenía una noción vaga del Islam en mi niñez y lo relacioné por mucho tiempo con ideas pescadas al vuelo durante el noticiero, sobre todo con guerras, atentados y opresión de la mujer lo cual, tristemente, no difiere mucho de la idea que tiene mucha gente.

Después, vine a escuchar del Islam en la universidad. Lo que más me llamó la atención, fue la historia sobre el Profeta Muhammad (saw) un iletrado elegido para comunicar una revelación y como ésta cambió el destino de muchos pueblos. En ese tiempo no había internet y muy poca información disponible. Además Concepción, mi ciudad de origen, es tradicionalmente católica y mi universidad, clásicamente masona; que yo sepa, hasta el día de hoy, no hay otros cultos fuera de los cristianos, aparte de una sinagoga. Pero no estoy segura ya que hace tiempo salí de mi país.

Me atrae del Islam su simpleza y a la vez su magnífica profundidad. Elegí el islam porque estoy de acuerdo con lo que dice acerca de Dios; tiene como base la igualdad en la creación entre hombre y mujer; pone al ser humano como responsable consciente de sus acciones; lo estimula a buscar la Fe a través del conocimiento y hace del corazón el centro de la comprensión de Dios, lo cual enfatiza la importancia de las intenciones al desenvolvernos en la vida; es una doctrina de liberación, al reconocer en cada ser humano el derecho a manejar su vida espiritual.

¿Cómo reaccionó tu familia al conocerlo?…

¿Mi familia? ¡Pues ellos felices si yo estoy feliz! Cuando me convertí y lo hice público, recibí felicitaciones de mi familia y amigos. Muchos de ellos me dejaron mensajes, saludos, tarjetas. Consideraban que había tomado una decisión valiente. Vengo de un medio y de una familia católica. La mayoría no sabe claramente que es el islam, así que valoro mucho esta muestra de amor incondicional y de profundo respeto hacia mis decisiones.

¿Es fácil vivir como musulmana en un país como Argentina?¿Hay un rechazo por parte de la sociedad hacia los musulmanes?

Yo diría que es muy fácil. En primer lugar porque existe una actitud abierta hacia lo nuevo, lo diferente. Hay leyes e instituciones que resguardan el “derecho a ser”, a tener tus opciones y no ser discriminado por ello. En ese sentido, Argentina es un país muy avanzado. La presidenta Cristina Fernández se hizo presente el año pasado en el Eid al-Fitr y ha manifestado que ninguna mujer puede ser discriminada en Argentina, por usar elementos distintivos de su religión, en clara referencia al hiyab.

Es un país de constante migración por lo tanto muy cosmopolita. La verdad es que muestras de antipatía por mi opción religiosa no he recibido de parte de ningún no-musulmán. Todo lo contrario. No he encontrado obstáculos fuera de la comunidad musulmana para insertarme, ni relacionarme con mis vecinos, amigos, colegas, compañeras activistas.

Sin embargo, depende de cada uno de nosotros. Si consideramos a los demás como lacras por no ser musulmanes, y nos vivimos quejando de la sociedad en la que vivimos, no esperemos que tengan una actitud de comprensión e interés por el islam. La actitud con respecto al islam de parte de los demás depende en gran medida de la manera en que nosotros como musulmanes nos acerquemos a ellos. La desconfianza hacia el islam ya existe, gracias a los medios de comunicación y los estereotipos. Lo peor que podemos hacer es aumentar esa desconfianza, volviéndonos antisociales en nombre de la religión y haciendo de la falta de empatía una virtud.

Eres una activista en las redes sociales, ¿qué papel crees que juega internet en las luchas de los derechos de la mujer?

Soy activista en las redes sociales y también en el mundo 1.0. Ambos se combinan y potencian. Para alcanzar la igualdad de género en todas sus formas, debemos ser capaces de comunicarnos en la forma más rápida, fácil y barata posible. Sin comunicación no hay acciones, y sin acciones no alcanzaremos el desarrollo. El derecho a la información y la comunicación no son privilegios de los Editores, tampoco son de uso exclusivo de los Periodistas. Son derechos de la gente y nos pertenecen en tanto hagamos uso de ellos. En este sentido, el mundo virtual y los nuevos medios son fuente y razón de empoderamiento en la nueva ciudadanía de las mujeres.

Establecer presencia online, dar a conocer nuestras ideas y hacer escuchar nuestra voz, puede ser el primer paso hacia el cambio social. Conectarse para trabajar juntas por un mejor presente y futuro, es necesario. Tenemos que estar abiertas a las posibilidades de encontrar online, las soluciónes y el apoyo que necesitamos. La conectividad es una ventana abierta de par en par a través de la cual mostramos nuestras acciones y construimos puentes por los cuales la información, las alianzas, los consejos, van y vienen. Que cada una de nosotras pueda hacer valer su voz sin intermediario ni representante es fuerte, pero todas las voces juntas en torno a un objetivo común es aún más poderoso. Los nuevos medios son las herramientas que nos pueden ayudar a producir el cambio social simultáneo y con equidad para todas y todos.

¿Crees que es necesario que las mujeres musulmanas se relacionen y formen parte activa en proyectos de mujer en general? 

Creo que es necesario, pero no obligatorio. Personalmente creo que el islam es un mensaje para toda la humanidad, por lo tanto, ningún asunto humano nos debe ser ajeno, sean o no musulmanes los afectados. No pienso que la práctica religiosa  sea contraria al activismo social, cuando este último se centra en altos ideales. Me preocupa más bien que se justifiquen violaciones a los derechos humanos en nombre de la religión, que cualquier transgresión que yo pueda cometer por salir a defenderlos. En mi caso, creo que es una responsabilidad. Si la humanidad tiene un destino trascendente, una misión divina en la tierra, la opresión, la desigualdad, la injusticia, el hambre son heridas en nuestra dimensión divina ante las que no puedo estar indiferente. En este sentido, me ha inspirado mucho el compromiso social de una hermana de la ciudad de La Plata (Argentina),Isabel Amoretti.

No obstante, así como la religión no se obliga, la militancia social tampoco. Son motivaciones personales. La mayoría de mis compañeras, me incluyo, llegamos al activismo político por alguna situación que nos toca directamente y nos exige participar. Es una experiencia única, a partir de la cual se genera una reflexión respecto a tu rol en el mundo. Luego sales, te involucras y tejes redes con otras mujeres que han tomado la misma decisión, por distintas razones. No todas las mujeres tienen la misma historia y en el caso de las mujeres musulmanas también es así. No todas somos iguales. Hay que tener en cuenta que todo lo que hacemos en nuestra vida tiene que tener un significado para nosotros en términos individuales.

¿Tienes contacto o formas parte de organizaciones de mujeres en tu país? ¿Cómo reaccionan cuando conocen que eres musulmana?

Cuando trato con otras mujeres, saber que soy musulmana les provoca alegría e interés, es un elemento de diversidad valorado como una riqueza, no como una desventaja ni una razón para el aislamiento. También estoy llevando un curso de Gestión socio-comunitaria con perspectiva de género. Tratamos temas como la violencia o los derechos de la mujer; es una instancia en la que he podido compartir el punto de vista de mi Fe sobre asuntos que tocan a la sociedad donde vivo en un plano de total respeto, aceptación e igualdad.

¿Crees que la islamofobia genera una reacción de autodefensa en los musulmanes? 

Creo que la islamofobia, por un lado, y la “kufarfobia” (Kufar=no musulmán), por otro, son venenos nocivos para el diálogo interreligioso y la convivencia de las personas. Se equivocan los que siembran el odio contra el islam y también se equivocan los que llaman a los musulmanes a aislarse  de todo por temor y para no contaminarse con los asuntos del “Dunia”(vida mundana)

Desde este punto de vista, no entiendo cómo puede promoverse un islam integrador si no conocemos la realidad del mundo, las razones por las que sufren las personas, sus dudas espirituales, etc. La Dawa es un deber y para ello, tenemos que salir al mundo. Si creemos que el islam es la respuesta a la sociedad en la que vivimos, tenemos que aceptar que somos parte de ella y que para cambiarla, tenemos que estar ahí. Sino, vendrán otros con sus mensajes y muchas de las cosas que dirán serán en contra del islam.

Si queremos una sociedad mejor, tenemos que dejar de demonizarnos unos a otros. Detrás de las etiquetas hay seres humanos y todos los seres humanos queremos el bienestar social y la paz. Para ello necesitamos colaborar unos con otros. La colaboración se consigue reconociendo en el otro al “próximo prójimo”, como decía Mario Benedetti. El aislamiento alimenta la incomunicación, el prejuicio, la intolerancia. No es bueno en lo absoluto.

¿Cómo afecta a las mujeres? ¿Crees que las mujeres somos utilizadas como el chivo expiatorio?

Respecto a la situación de las mujeres en particular, no puedo hablar por todas ellas. Yo hablo por mí. Lo que digo es lo que pienso, hablo en mi nombre y no en nombre del islam ni de las mujeres musulmanas. Siento un genuino respeto por la libertad que tiene cada persona de explicarse a sí misma. Pienso que, en realidad, son ciertas libertades las que se ven afectadas como consecuencia del prejuicio, la falta de pensamiento crítico, el maniqueísmo, el miedo, la verticalidad del poder y el autoritarismo en las opiniones. Yo no me he sentido un chivo expiatorio, simplemente porque no he permito, ni permitiré, que me conviertan en uno.

 

¿Cómo se llega a ser Mujer, Feminista y Musulmana?

Soy mujer, feminista, musulmana. Estas tres condiciones respecto a mí, son cosas que he llegado a ser, en ese orden.

Se nace con sexo femenino, pero ello sólo significa un determinismo biológico. Nací mujer y  he elegido vivir como mujer. Decidí ser y vivir como feminista. Me sentí llamada a ser musulmana y opté por escuchar ese llamado.

La mujer que soy, con mi manera de pensar, actuar y sentir, mi manera de ver el mundo y a mí misma, no es producto de mi sexo, sino de la historia que he recorrido desde que salí del vientre de mi mamá. Lo mismo vale para todas las mujeres. Aun naciendo en el mismo país, ciudad, año, aún aquellas que son hermanas de sangre, no tienen la misma historia.

Cada mujer es única en su manera de interactuar con la realidad. Por ello, no se puede hablar de identidades; pretender que existe una identidad unívoca en función de la raza, la geografía y la religión es una pretensión arrogante. Las mujeres compartimos experiencias comunes pero la manera de vivir aquellas experiencias no es igual. Y aquí se genera un derecho: El de la Identidad. Si cada una es diferente a las demás, aun si compartimos las mismas vivencias y coincidimos en ideas, tiempo, lugar y visión, tenemos derecho a no ser etiquetadas, sino a ser respetadas y consideradas valiosas en nuestra particularidad.

Feminismo y Activismo

La participación como activista social, como líder política, como ciudadana comprometida en torno a una causa es, en la historia de la mayoría de las mujeres y en la propia, una acción compulsiva: Viví algo que me sacó de la zona de comodidad y me empujó a la reflexión sobre mi condición de mujer y luego al activismo.

A fines de la década del 80, una de mis mejores amigas y compañeras de colegio, quedó embarazada. Fue expulsada, mientras el chico que la embarazó siguió muy tranquilo asistiendo a clases. En esos tiempos, una chica en esa situación no podía terminar la secundaria, ni menos asistir a la universidad; a pesar de que la ley dejaba a discreción de las autoridades de cada colegio, decidir si le permitía o no dar exámenes libres; mi colegio era de raíz fuertemente católica y no lo permitió; una manzana podrida podía contagiar a las demás.

Sin embargo, algunas nos organizamos, discutimos, presionamos; movidas por nuestro cariño hacia una compañera y la sensación de injusticia, sin darnos cuenta, hacíamos activismo y a través de ello, reflexionábamos sobre que significaba ser una adolescente en el Chile dictatorial de los 80. Logramos que ella rindiera exámenes libres. Ese fue como un disparo a la conciencia y si bien no todas terminaron haciendo de la militancia un componente de su vida, estoy segura, por sus menajes de apoyo, de cariño y respeto que recibo de ellas hasta hoy, que  miran la vida con perspectiva de género.

Luego, yo experimentaría en carne propia la brutalidad del patriarcado: Abandono, discriminación, violencia, el sello de “ilegítima” en el acta de nacimiento de mi hija, las dificultades ante la justicia para conseguir su justo derecho a la pensión de alimentos, y así, tantas cosas. Lejos de sentirme vencida, reflexionaba sobre mi situación, sacaba lecciones, pensaba en maneras de solucionarlo, me daba cuenta que yo no era la única, que había un sistema que permitía dicha situación, que muchas mujeres estaban preguntándose lo mismo y así, de manera natural, pasé de vivir condiciones generales de manera particular a luchar por el cambio como parte de un colectivo. Me rehusé a ser una víctima: No podemos evitar el primer golpe, pero no por caer una vez, tenemos que quedarnos siempre en el suelo.

No por ello soy una resentida, término facilista empleados por algunos machistas de percepción limitada, para clasificar a toda mujer con conciencia social de género. Me pregunto si dirán lo mismo de las Madres de Plaza de Mayo, empujadas al activismo a partir de la violencia de estado, que de manera brutal y tirana, se metió en sus casas para arrebatarles a sus hijos; o pensarán lo mismo de las mujeres que son violentadas sexualmente, cuando se organizan para pedir cambios de leyes y penas efectivas para sus agresores.

Una alta conciencia social no se logra en desmedro de una profunda capacidad de amar. Esto de las «odiosas» es un cliché y un prejuicio. Al contrario, es justamente por esa conciencia respecto a ser parte de una comunidad lo que aumenta la sensibilidad. La verdad es, que no hay resentimiento en el activismo, sino esperanza de que la vida en sociedad debe ser mejor para todos y todas, así como voluntad para colaborar en ello.

La Cuestión del Poder

Milité, tuve cargos políticos, poder de acción, decisión e influencia. De aquí obtuve lecciones importantes: El poder no tiene carga positiva o negativa en sí, son los fines los que lo dignifican o pervierten, por lo tanto, con respecto al poder, lo que determina si es bueno o malo no es el ¿Qué? Sino el ¿Para Qué?

Con respecto a las mujeres, la relación con el poder es compleja: luchamos por alcanzar el poder y esta lucha la damos todas juntas como iguales. Pero una vez una o algunas se hacen con él, comienzan los problemas: por un lado, porque entramos a una lógica de poder patriarcal, con sus improntas y bestialidades y, por otra, porque basta que una mujer tenga poder en un ambiente tradicionalmente reservado a los hombres, para que las otras comiencen con celos, envidias, críticas y mezquindades. Y esto ¿Por qué?

La mayoría se encoje de hombros y dice: “las mujeres somos así”. No es verdad. Hemos aprendido a ser así, se nos ha educado para buscar la legitimación de nuestros actos en función de nuestras relaciones con los varones y competir con las otras mujeres: “Se buena cocinera… para cuando te cases”; “Se buena esposa… sino te dejará por otra” y así, mil y un mensajes que dichos día a día, repetidos a los largo de la vida y reforzados por la sociedad en su conjunto, hace que sea muy fácil vernos como iguales cuando ninguna destaca, pero basta que una eleve la cabeza por sobre la media y ya mismo las mismas mujeres la tachamos de ambiciosa, trepadora y prostituta.

La dificultad de la relación entre las mujeres y el poder, mejorará cuando des-aprendamos lo que hemos aprendido a través del patriarcado. No nos olvidemos que es el patriarcado quien nos moldea a su propia conveniencia. Parte de esta conveniencia es que las mujeres compitamos entre nosotras, así nuestras luchas serán siempre estériles y no habrá posibilidades de contrapeso a su poder. En esto se ha avanzado, pero no tanto como quisiéramos.

Lo grave de la dificultad queda demostrado en dos hechos complementarios: Por un lado, las pocas mujeres detentando cargos de poder y decisión (y en las pocas de ellas que hacen algo efectivamente por promover a las otras mujeres); por otro, en la resistencia de las mismas mujeres a reconocer a otra como líder o conductora (por ejemplo, véanse las críticas a la Presidenta de la Argentina, las más fieras vienen de las propias mujeres y se refieren a cuestiones relacionadas con lo femenino como la ropa, el cabello, las carteras etc.)

Estos dos aspectos de la relación de las mujeres con el poder generan un círculo vicioso que entorpece los avances del género hacia la plena igualdad: Las mujeres con poder, al verse acorraladas por sus congéneres, buscan apoyo en los varones, reproduciendo y perpetuando los estilos patriarcales de ejercicio del poder, gracias a las mismas mujeres y la falta de conciencia para des-aprender conductas y visiones relacionadas con la competencia y cambiarlas por un enfoque de sororidad.

En nuestra relación con el poder, tenemos que buscar alternativas para crearlo, ejercerlo y compartirlo en un estilo diferente al ya conocido, que ha probado no ser efectivo para el tamaño e importancia de nuestras demandas de género. Introducir mujeres en órganos de poder no soluciona nada de manera definitiva. Muchas feministas son brutales usuarias de las maneras del patriarcado, otras usan el discurso feminista para lograr poder, el cual no les interesa compartir ni menos promover en base a la sororidad y una que otra que se dice feminista hace trato con el patriarcado para mantener su posición, sin dejar avanzar a las demás. De nada sirve luchar para ganar la pelota del poder si seguimos jugando con las reglas de los chicos.

Esa Esquiva Sororidad

De acuerdo a la Carta de las Mujeres a la Humanidad, la Sororidad es un pacto político de género entre mujeres que se reconocen como interlocutoras. No hay jerarquía, sino un reconocimiento de la autoridad de cada una. Está basado en el principio de la equivalencia humana, igual valor entre todas las personas porque si tu valor es disminuido por efecto de género, también es disminuido el género en sí. Al jerarquizar u obstaculizar a alguien, perdemos todas y todos. En ocasiones, la lógica patriarcal nos impide ver esto.

La sororidad tiene un principio de reciprocidad que potencia la diversidad. Implica compartir recursos, tareas, acciones, éxitos… Reconocer la igual valía está basado en reconocer la condición humana de todas, desde una conceptualización teórica de lo que significa.

Otro aporte de la sororidad es dar a conocer las aportaciones de las mujeres para construir la valoración no sólo de la condición humana sino de sus hechos. La cosa no es “cómo nos queremos”; la clave está en que nos respetemos, algo difícil porque no estamos educadas en el respeto a las mujeres. Se trata de enfrentar la misoginia, grave problema que causa grave daño a la participación.

La sororidad es la base real, la razón y el fin del Feminismo: cualquier teoría, actividad o estrategia, que no la tenga como fundamento o meta, no es feminismo: Es patriarcado, colonialismo, pose, absolutismo ideológico, pero no feminismo legítimo ni útil. Soy porque todas Somos.

Feminismo y Neocolonialismo

Una muestra flagrante de la falta de sororidad de algunas concepciones feministas, es aquella que genera pensamientos de liberación barnizados de colonialismo; un feminismo hinchado de soberbia que supone que la única teoría válida y la única manera de liberar a las mujeres es a partir de postulados y estrategias concebidas en el primer mundo: Europa, Estados Unidos, y que al resto de las mujeres sólo les compete seguir, copiar, obedecer.

Yo me rebelo ante este tipo de feminismos; implican un ejercicio patriarcal con faldas así como un colonialismo intelectual, basado en el desprecio a saberes generados fuera de los márgenes del discurso dominante; implica un elitismo intelectual y un vergonzoso racismo en el cual las mujeres no blancas, no europeas, no formadas en el feminismo de academia son, como lo grafica muy bien la activista siria Wadi Syr respecto al cliché de esta corriente sobre la mujer árabe :”…esas pobres sumisas y oprimidas sin capacidad de decisión ni autonomía sobre sus propias vidas

El feminismo de la igualdad, basado en la sororidad y no en ese Despotismo Ilustrado de “todo para las mujeres, pero sin las mujeres”; reconoce en la igualdad el derecho a disentir, a tener una visión diferente, a no estar de acuerdo con algunas visiones feministas y sobre todo, a no ser considerada inferior por ello. La sororidad exige de nosotras revisar la propia misoginia; cada una tiene que ir descubriendo dónde, cómo se nos aparece, cómo nos legitima para dañar a las otras. También hay violencia cuando algunas discriminan los saberes y aportes generados lejos del primer mundo, sólo porque no coinciden con su propio postulado Etno-céntrico.

Al respecto, Teresa Maldonado, española, sostiene lo siguiente:»La adjetivización del feminismo es discutible..» según esta autora, el feminismo no admite contexto diferentes al tradicional ya que ella no acepta que «…sea una etiqueta susceptible de estirarse para abarcar todo análisis que se defina como tal..»* Mi pregunta es: ¿Quién define aquello que puede ser considerado «como tal»? ¿En función de que referencias?

El feminismo, en la práctica, como todo lo vinculado a lo humano, no está ajeno a la dialéctica de la interacción con el contexto, por lo tanto es plenamente susceptible de ser contextualizado, bautizado, re-nombrado, re-pensado. Si convocamos a todas las mujeres, no pretendamos que nos sigan como borregos sin darles el derecho a pensar, a crear saberes, a compartirlos, a disentir o definir una identidad diferente a la que ha sido dada.

En este sentido, no vale para nada el argumento de que ciertos feminismos son más legítimos porque han producido más libros o hay más autoras que lo representan. Este argumento es absurdo y ridículo. Hay mujeres pensantes en todo el mundo. Habría que revisar cuales son los mecanismos que impiden que sean visibilizadas.

No se trata de olvidar o desconocer el aporte de la Revolución Francesa en el inicio del debate sobre las libertades y de cómo este llevó finalmente en la época moderna al concepto de Derechos Humanos, ni menos satanizar a las teóricas feministas del comienzo. Se trata de: Aceptar que la teoría feminista se enriquece cuando admitimos saberes diversos y nos damos la oportunidad de des-construir aquellos que dábamos por seguros y admitir que como feministas militantes, y como mujeres poseedoras de una sabiduría natural, tenemos la responsabilidad y el derecho de generar nuevos conocimientos, experiencias, posturas y que estas sean respetadas e incluidas.

Apoyando esta visión, la compañera Asiah Pacheco sostiene: “Si decir amén a todo lo que dicen en Europa y considerar que nos tienen que guiar por alguna especie de derecho divino – que es para mí la continuación de lo que fue y es el espantoso colonialismo europeo/ yanqui que ha devastado al mundo entero y se lo ha comido- es ser inteligente, yo me declaro no inteligente y bien tonta”.

Nuestro Desafío : Pensar y Actuar Localmente

Lo que subyace en esas buenas intenciones es una condescendencia lastimosa hacia las mujeres de otras latitudes, así como una concepción mesiánica muy inapropiada. Y es en gran medida por nuestra propia culpa, ya que hemos aprendido a esperar todo de afuera y nada de nosotras. Sin embargo, reflexionemos al respecto: ¿Pueden, aquellas que dicen traer la salvación, saber mejor que nosotras lo que es vivir aquí, sufrir aquí y cargar con nuestra historia? ¿Qué nos pueden enseñar que no sepamos ya? Y si no lo sabemos aún, la respuesta no está afuera en todo caso.

No hay que dormirse en los laureles y asumir que todo ya está dicho ni menos creer que necesitamos algún tipo de autorización para disentir o que perdemos nuestra validez como feministas o activistas de género al hacerlo; como dije al principio, la identidad es una construcción personal, producto de nuestra historia y de las conclusiones que sacamos respecto a ella; ser feminista implica, entre otras cosas, ir asumiendo esta construcción de cada una como sujeto, como parte de un colectivo y en el mundo, en el aquí y ahora. El feminismo está relacionado con el empoderamiento individual y con el del colectivo.

El Movimiento Feminista, no puede permitirse tener vacas sagradas. Lo único sagrado es el derecho de cada una de nosotras a alcanzar nuestro máximo potencial y visibilidad, con la ayuda de todas. Faltan muchos saberes y herencias por incorporar; en el caso de Latinoamérica, todavía hay mucho que hacer por el rescate de la cosmovisión femenina precolombina e investigar como esta se hace presente e influye,sólo para citar un ejemplo de los ricos acervos que poseemos en tierra propia.

Como sostiene Marcela Lagarde, feminista y antropóloga mexicana: “La alianza de las mujeres en el compromiso es tan importante como la lucha contra otros fenómenos de la opresión y por crear espacios en que las mujeres puedan desplegar nuevas posibilidades de vida”. 

Nadie nos puede liberar, sólo nosotras mismas; tenemos que encontrar por nuestro propio esfuerzo y reflexión las llaves que nos permitan abrir los portones mentales que nos mantienen prisioneras de un patriarcado, como lo conocemos, importado a nuestro continente por los mismos que ahora dicen tener en sus manos las soluciones de nuestra liberación.

Mi convicción es que el feminismo no es transferible. Cuando aceptamos el concepto de universalista para el feminismo en las condiciones descritas anteriormente, caemos una vez más, en la trampa de los espejitos de colores de la globalización: Feminismo universal para quienes tienen el apoyo económico, político y logístico para hacerlo; Globalización, para quienes tienen poder militar para exportar sus conceptos de libertad, mercado y democracia y arrasar con las culturas y modos de vida particulares que no pueden “universalizarse” ni “globalizarse”. Así que, en mi opinión, consenso en los valores y metas ¡Sí!, universalismo a secas ¡No!

Cada mujer debe generar su propia manera de promover la igualdad en su contexto y descubrir in-situ formas específicas de sororidad y participación. Esto puede hacerlo militando o no, sintiéndose feminista o no, la sororidad no es una teoría académica, es una práctica cotidiana.

No copiemos un modelo que, siguiendo nuevamente a Wadi Daghestani :”…pretende ser válido a nivel universal, descontado del contexto histórico de cada pueblo, o el desarrollo del mismo. Puede que todas estemos combatiendo una lacra común, el machismo en todas sus manifestaciones, sin embargo, la forma de llevarlo a cabo está fuertemente arraigada a las costumbres, la mentalidad o la tradición de cada país, y nadie mejor que nosotras mismas, desde dentro y conocedoras de esa verdad, para enfrentarnos a ese patriarcado delimitado por la estupidez humana”.

*Teresa Maldonado en Debates Feministas: Laicidad y Feminismo

Ibtissam El Azrak :»El sistema educativo marroquí perpetúa una imagen degradante de la mujer».

Foto: Ibtissam El Azrak, activista marroquí por la Justicia de Género

Ibtissam El Azrak  es periodista, docente, voluntaria en un hogar de ancianos y activista social por la justicia de género. En esta entrevista, nos comparte su visión sobre la situación de la mujer en su país. Las opiniones de una ciudadana común pero comprometida. Una de las voces emergentes del Marruecos que viene.

Ibtissam es una mujer del Rif. Vino desde Alhoceima a Casablanca para completar sus estudios secundarios y asistir a la universidad. Es graduada en Literatura y tiene un Master en Comunicación.  Gracias a una beca Fullbright en Estados Unidos, perfeccionó sus competencias en Comunicación Intercultural. Pertenece a una generación de jóvenes de entre 18 y 35 años que, desde distintos ámbitos, está tomando en sus propias manos la misión de construir una sociedad más justa en Marruecos.

Cuéntame, ¿Cuál fue tu motivación para involucrarte en el activismo social?

Siempre tuve deseos de contribuir en mi sociedad. No puedo dar de lo material, pero también, sé muy bien que todo comienza con un poco de nuestro tiempo y energía. La sociedad nos da muchas cosas y hace falta que devolvamos un poco de nuestra parte. Quiero ser útil a mi comunidad. Darle tiempo a los demás es algo muy gratificante. Debido a que también se recibe mucho a cambio. También es gratificante decir que gracias a tu compromiso y el de otros voluntarios, los servicios pueden existir y permanecer.

En este sentido, ¿Qué tipo de actividades has realizado  y en cuáles estas participando hoy?

Actualmente hago trabajo voluntario en un centro social para ancianos en Rabat. Este centro funciona desde septiembre de 2008. Fue creado para el beneficio de las personas sin hogar y personas mayores que viven en una situación difícil. El Centro da apoyo en términos de alojamiento, alimentación, médicos y de bienestar general a los ancianos sin recursos ni apoyo familiar, y contribuye a mejorar la vida de las personas mayores en situación de inestabilidad. En ese momento hay 22 hombres y 13 mujeres. Todas personas mayores de 60 años. También he participado en campañas para promover el uso de métodos de control de natalidad, en zonas rurales y pueblos, dirigidas a población analfabeta.

¿Cómo ves la situación social de las mujeres en Marruecos?

Personalmente, yo veo que la situación de la mujer en Marruecos ha tenido grandes avances en los últimos decenios. La adopción de un nuevo código de familia fue una etapa muy importante en el proceso de promoción de los derechos de la mujer marroquí. Hay que considerar que el Código de Familia aporta muchas innovaciones, como la edad legal para el matrimonio, que ya quedó fijada en 18 años, para chicos y chicas; la poligamia, que se ha regulado con condiciones severas y se ha instituido el divorcio consensual.

Según Ibtissam si bien estas medidas son un cambio cualitativo, su impacto no se aprecia en profundidad, ya que no están operativas: “Estas medidas han beneficiado a la mujer marroquí y se ven muy lindas en las leyes pero ¿Acaso se aplican? La igualdad de hombres y mujeres, a pesar de las declaraciones del nuevo código de familia, se queda en los papeles. Ni el divorcio, ni la poligamia están verdaderamente regulados y así muchas cosas que tienen que ver con la igualdad, no están asimismo solucionadas, como el tema de la herencia”

Entonces, ¿Cuáles son, en tu opinión, los obstáculos para que exista una mayor igualdad de oportunidades para las mujeres en Marruecos?

El enemigo más grande para el cambio, es la imagen que todavía se da a la mujer sobre sí misma. El problema está en la mente de las personas. Mientras las mujeres están presentes prácticamente en todos los ámbitos de la actividad social, a pesar de que su formación educacional a menudo supera la de los hombres, el sistema educativo perpetúa una imagen degradante de la mujer. Esto es muy triste.

Como periodista, El Azrak está consciente y atenta sobre la importancia de los mensajes que circulan en la sociedad respecto a la imagen de la mujer. Sobre este punto, señala:

“Se ve en los textos de la escuela, en las ilustraciones de los libros. La mujer sigue siendo el ama de casa cuyo mundo se limita a la cocina y la crianza de los hijos. Pero no es sólo en la educación. Todo en la sociedad perpetúa una imagen degradante de las mujeres. Se inicia en la escuela, para aquellos que tienen la suerte de ir,  sigue en casa o en el trabajo, para los que tienen uno; está presente en la calle, en todas partes.

Hay medios de comunicación en marruecos, que de manera visible y omnipresente, destilan un discurso conservador, usando ropa moderna. Por ejemplo, hoy por hoy los marroquíes están “enamorados” de algunas cadenas televisivas de Oriente, de los países del Golfo. La gente ve canales de países en donde las mujeres siguen estando en un nivel muy bajo en relación a los hombres, donde a veces ni siquiera tienen derecho a voto.”

Lo que describes es interesante, ya que prueba que el estereotipo femenino de roles es un elemento que se repite en todas las sociedades, no solamente las occidentales. Sin embargo, las mujeres marroquíes parecen estar  más liberadas que las de otros países musulmanes ¿o no?

«Si estás en Marruecos, tal vez me dirás “Pero, ¿De qué estás hablando? ¡Las mujeres marroquíes están muy bien!”. Yo te diré: Tú vienes a las ciudades principales y a partir de eso hablas de la situación de la mujer. Hay que ver lo que pasa con las mujeres rurales, solas en sus pueblos, que todavía viven bajo el yugo del padre, marido o hermano, y sufren por la falta de acceso a los servicios básicos como salud o educación. Acá todavía se considera a la mujer el sexo débil, y esto se debe a la educación.”

De su experiencia como activista por los derechos de la mujer, comparte la siguiente historia:

«Recuerdo que un día, una mujer que me pidió que la ayudara, porque ella tiene cinco hijos que alimentar. Yo le dije “¿Por qué dan a luz si no pueden hacerse cargo de ellos?” Ella dijo: «Maktub» (que significa literalmente: está escrito, es el destino). Esa es una respuesta común en la cultura y la religión. En caso de que se atrevan a decir otra cosa  serán juzgados socialmente como malos creyentes. Escuchamos «Maktub» a menudo, cuando se trata de los pobres o las mujeres. No hay “Maktub” para los ricos, porque tienen la posibilidad de hacer lo que quieran y, a veces, cuando se trata de un verdadero «Maktub” lo cambian a su favor, sólo porque tienen los medios para hacerlo.”

Ibtissam es clara en señalar que, si bien nos podemos compadecer de la situación de la mujer rural, las que están en conglomerados urbanos no la pasan mejor:

«Incluso en las grandes ciudades la mujer no está realmente bien. La mujer sigue siendo perjudicada y siempre está siendo acosada. En la vida diaria, la mujer todavía está luchando, frente al sexo opuesto, para llegar a la condición de ejecutiva, incluso cuando tienen las habilidades requeridas, ya que siempre es difícil hacer valer plenamente su personalidad y ser libre de sus acciones y pensamientos. Ser una mujer en Marruecos en realidad no es fácil, especialmente si se le da gran importancia a las palabras de otros.”

¿Qué cambios son necesarios para mejorar la situación de las mujeres y de los ciudadanos en general? ¿Cuál sería el elemento clave en el proceso de cambio social en tu país?

«Yo creo que las normas y los valores predominantemente patriarcales, siguen influyendo en la situación personal de las mujeres. Las mujeres siguen siendo víctimas de mayores índices de analfabetismo, el desempleo y la pobreza que afectan desproporcionadamente a las mujeres, especialmente en las zonas rurales. Es por eso que creo que si reducimos la tasa de analfabetismo, el desempleo y la pobreza realmente puede cambiar mucho la situación de las mujeres marroquíes. Y estoy muy optimista al respecto.”

En el entorno que describes, es difícil ser mujer, pero sobre todo, es difícil ser una mujer con metas profesionales, intelectuales, y además ser activista, ¿Cuáles son tus objetivos al respecto?

«Quiero estudiar sociología, a fin de explicar los fenómenos que me molestan de la sociedad en que vivo. Me gustaría trabajar en una ONG, grande o pequeña, y así contribuir al cambio; además, sería una gran experiencia trabajar con diferentes personas y culturas. Estoy interesada en trabajar en proyectos de cooperación para ayudar a las mujeres en los países subdesarrollados. Sin embargo, trabajar como jefe de comunicaciones sería muy divertido, porque me gusta mucho esta área.

También quiero publicar un libro con mis relatos cortos y los artículos que he escrito.

Seguiré siendo voluntaria, siempre lo seré, es una manera de devolver a los demás lo que yo tengo. Quiero trabajar y vivir en mi país, y pasar períodos cortos en diferentes partes del mundo haciendo labor social. Esto me dará la oportunidad de conectarme con diferentes culturas; me ayudará a ser una persona «Universal».”