Kholoud al-Faqih, Primera Mujer a Cargo de un Tribunal de la Sharia en Palestina

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Durante siglos, los hombres en el mundo árabe han dominado posiciones estatales importantes, como el sistema judicial de la Shari’a, que resuelve cuestiones de estatus personal, como la atención de huérfanos, el divorcio, la custodia y la herencia, entre otros, con base en la legislación islámica.

Pero la abogada palestina Kholoud al-Faqih desafió las «normas» y decidió abrir esa puerta cerrada, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el puesto de juez de la Shari’a y transitar por ese difícil camino.

Faqih notó durante su trabajo la ausencia de mujeres en el sistema judicial de la Shari’a. Esto la llevó a buscar el motivo subyacente y preparar un estudio legal sobre los obstáculos, de acuerdo con la ley de estado personal de Jordania de 1976 aplicable en Palestina dado que Cisjordania estaba administrativamente afiliada a dicho país. No pudo encontrar ningún texto legal o de Shari’a que prohibiera a las mujeres trabajar en la judicatura. Entonces, ella avanzó en sus esfuerzos.

Siendo una joven abogada, Kholoud Al-Faqih entró en la oficina del Presidente del Tribunal Supremo de Palestina y anunció que quería unirse al tribunal. Él se rió de ella. Pero solo unos pocos años después, Kholoud se convirtió en la primera mujer juez nombrada para los tribunales de Sharia (Ley Islámica) de Medio Oriente.

Cuando le dije que quería convertirme en jueza de la Sharia, al principio pareció sorprendido, pero inmediatamente le mostré pruebas de que no hay nada en la Ley del país o la Shari’a que me prohíba practicar este trabajo, según las cuatro escuelas de pensamiento en la jurisprudencia islámica o Fiqh o según la ley de Jordania aplicable en Palestina

Kholoud estudió derecho en la Universidad Hebrea de Jerusalén y se graduó en 1999. Fue autorizada para ejercer en 2001. Trabajó en el Centro de Mujeres para ayuda y asesoría legal. De 2003 a 2008 trabajó para la Defensa de mujeres maltratadas. En 2005 terminó un Máster en Ley Privada por la Universidad de Jerusalén. Después de pasar dos exámenes judiciales competitivos en Ramala, en 2009 fue nombrada cadí, Jueza del Tribunal de la Shari’a, de Ramala.

En 2012 la revista CEO Middle East la situó en el puesto 10.º entre las 100 mujeres árabes más poderosas del mundo.

El documental THE JUDGE – La Jueza, de Erika Cohn ofrece un retrato único de Kholoud: Su valiente trayectoria como abogada, su incansable lucha por la justicia para las mujeres y sus visitas sin cita con clientes, amigos y familiares.

Una mujer puede hablar conmigo sobre violencia sexual. Ella no le dirá a un juez varón sobre abuso domestico. Una mujer juez es esencial. Si no consigo justicia para mi misma, no la conseguiré para otrxs.

Con un acceso inigualable a los tribunales, THE JUDGE presenta un drama legal en desarrollo que se desarrolla, con una rara comprensión tanto de la ley islámica como de la justicia de género. En el proceso, la película ilumina algunos de los conflictos universales en la vida doméstica de Palestina: la custodia de los hijos, el divorcio y el abuso, a la vez que ofrece una visión sin adornos de la vida de las mujeres y la Shari’a.

Cómo los Medios Informan Israel y Palestina

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Noor Wazwaz, productora periodística de medios que llegan a cerca de 14 millones de oyentes en la Radio Pública Nacional de Estados Unidos, habló el 28 de julio en el Centro Palestino en Washington, DC. Noor, que ha participado en muchos eventos como ponente y panelista centrada en el periodismo, la juventud musulmana y la islamofobia, discutió cómo navega a través del mundo de los principales medios de comunicación y los desafíos que enfrenta al informar sobre Palestina.

Wazwaz describió su infancia en Chicago, escuchando la frustración de su padre mientras miraba las noticias. «Crecí como palestina, con un padre palestino que siempre estaba mirando a Al Jazeera. Cuando me sentaba con él, nunca entendí por qué estaba tan apasionado por las noticias, sobre el periodismo y la política «, dijo. «Cuanto más me sentaba con él, más me apasionaba también.»

Aun así, cuando Wazwaz anunció por primera vez que el periodismo era la carrera que quería seguir, recibió resistencia de su familia, que la convenció de estudiar algo que consideraban más práctico. «Decidí ir por la ruta segura y entrar en algo en el campo médico», explicó. «Mi grado de pregrado es en realidad en psicología clinica»

Entonces, en su último semestre, Wazwaz decidió que ya no podía negarse a sí misma la oportunidad de seguir su pasión. Terminó medicina, tomó un tiempo para reflexionar y volvió a la escuela para recibir su maestría en la Northwestern University, donde, como parte de su programa, pudo viajar a Jerusalén, Cisjordania e incluso a Guantánamo.

Sus viajes dieron forma a la experiencia temprana de Wazwaz en el campo del periodismo, y cuando ella comenzó a trabajar en medios de comunicación grandes, y competitivos, se dio cuenta de las falencias en la cobertura del conflicto palestino-israelí.

Uno de los problemas es que no hay contexto dado. No hay contexto histórico o político- dijo Wazwaz – Eso es lo que muchos de los principales medios de comunicación están perdiendo. Cuando no se conoce la historia de Palestina y se oye hablar de violencia allí, se pierde la humanización de la historia – dijo.

También explicó cómo el contexto más importante que falta es el papel de Estados Unidos en apoyar a Israel, citando los más de $ 100 mil millones en ayuda proporcionada por los Estados Unidos desde la creación de Israel en 1948. «Nuestros medios no transparentan realmente la cantidad de influencia que Estados Unidos ha tenido en este conflicto «, dijo Wazwaz, explicando que Estados Unidos favorece la seguridad israelí sobre la seguridad palestina.

Otro elemento importante que falta es una explicación del derecho internacional, continuó. «Bajo el derecho internacional, los asentamientos son ilegales», señaló Wazwaz, pero los principales medios de comunicación se muestran reticentes a afirmar este hecho. Bajo el derecho internacional, explicó, los palestinos tienen derecho a regresar a sus casas, lo que es poderosamente simbolizado por los miles de refugiados que se llevaron las llaves a sus hogares.

Wazwaz hizo un llamamiento a los consumidores de medios de comunicación y periodistas por igual a «repensar el concepto de objetividad periodística» y no tener miedo de compartir la verdad y el contexto completo. «Podemos sentirnos preocupados de que seamos llamados sesgados o seamos atacados», concluyó. «Deberíamos dejar de preocuparnos por ello, centrarnos menos en eso, y en realidad centrarnos en las críticas que tienen mérito periodístico».

Por Kelly Fleming para The Washington Report

 

La Activista Palestina Lucy Talgieh Gana Elecciones Locales

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El 13 de mayo de 2017, los palestinos acudieron a las urnas para elegir representantes para sus representantes municipales locales. Entre los candidatos, estaba Lucy Talgieh. Una activista de paz y derechos humanos que trabaja como Coordinadora de Proyectos de Mujeres en el Centro de Resolución y Transformación de Conflictos de Palestina de Wiam, uno de los socios de la Red Internacional de Acción de la Sociedad Civil (ICAN) y de la Alianza de Mujeres para la Seguridad (WASL).

En su trabajo Talgieh alentó a una mayor participación de las mujeres en los partidos políticos y consiguió un acuerdo para elevar la cuota de mujeres en cargos públicos a un mínimo del 30% (del 18 al 20%). En mayo, ella puso en práctica lo que ella había estado predicando y compitio como candidata independiente en las elecciones locales de Cisjordania en Belen. Y ganó.

¿Su reaccion? «Muy feliz, especialmente porque me postulé como candidatoa independiente en una lista electoral y estaba fuera de la cuota». Ella pone su victoria en el contexto. «La mayoría de las mujeres que asistieron a las elecciones no tenían experiencia en movimientos sociales ni en movimientos de mujeres, y sólo fueron incluidas porque sus partidos tenían que cumplir con la cuota», explica.

Las mujeres palestinas son únicas en su lucha por la igualdad: La gran mayoría de ellas enfrentan discriminación interna dentro de sus familias y comunidades, que es el resultado de una sociedad patriarcal desbalanceada. Tambien la discriminación externa, resultado de años de vida bajo ocupación. Cada uno de estos factores contribuye a los desafíos que enfrentan en el proceso electoral.

Con ayuda del programa RISE de ICAN, y mediante su trabajo en el Centro Wiam, Lucy desarrolló un programa llamado «Construyendo un compromiso compartido para una participación más activa de las mujeres en las elecciones locales», que trató de abordar estos obstáculos. A través de esta iniciativa, Lucy reunió a múltiples actores de la comunidad para fomentar la participación de las mujeres en los niveles locales y fomentar el debate sobre sus papeles principales en la sociedad palestina.

Ellos crearon una hoja de ruta sobre las maneras de integrar a las mujeres en las elecciones, tanto como votantes y candidatas. Las actividades incluyeron la organización de diálogos nacionales entre las distintas partes interesadas sobre la participación de las mujeres en las elecciones.

En las mesas redondas se puso de relieve la influencia de los sesgos familiares en la limitación de la capacidad de participación de las mujeres y la falta de conciencia social de la importancia de su participación política. A la gran mayoría de las mujeres se les hace creer que no cuentan con el conocimiento o el potencial para presentarse a la presidencia y que la política está únicamente dentro del ámbito de los hombres en la familia. Estas discriminaciones internas se agravan por factores externos. Los participantes acordaron por unanimidad que la sociedad discrimina a las mujeres cuando se trata del proceso electoral.

Lo que distingue a Lucy de tantos otros que trabajan en la participación política es que ella lidera con el ejemplo. Aunque había muchos obstáculos, Lucy Talgieh persistió. Se unió a una plataforma como independiente, con otras 9 personas de diferentes partidos. «Los movimientos de mujeres deben trabajar más duro en el fortalecimiento de la capacidad de las mujeres para participar efectivamente en el proceso político, y no sólo estar satisfechos con una cuota», dijo Talgieh.

Fuente: ICAN Peace Network

Para las Mujeres en Gaza, la Bicicleta es un Símbolo de Rebeldía

Una mañana, no hace mucho tiempo, cuatro mujeres que pedaleaban en sus bicicletas por la calle principal de la Franja de Gaza causaron bastante revuelo. El chofer de un tuk-tuk de tres ruedas aminoró la marcha y un adolescente sobre un carrito tirado por un caballo aceleró para igualar el paso de la mujer. Pasó un jeep lleno de hombres armados de Hamás, tocando el claxon y lanzando vivas, así como un grupo de hombres en motocicletas dejó una estela de piropos.

La impresión de mujeres sobre dos ruedas era tan inusual que Alaa, de 11 años de edad, quien estaba cuidando ovejas que pacían en el camellón, supuso que eran extranjeras y gritó de golpe en su limitado vocabulario en inglés: “Hello! One, two, three!”

Las mujeres hicieron caso omiso del barullo mientras pedaleaban desde Jabalia, hacinado poblado de bloque de hormigón en el norte de Gaza, hasta el retén de Hamás antes del cruce fronterizo fuertemente restringido para entrar a Israel. Ellas dejaron sus bicicletas tiradas en un cercano olivar y se sentaron para un día de campo de sándwiches de queso.

Amna Suleiman, de 33 años, la líder del pequeño club de ciclismo, ofreció un poco de sabiduría a las otras ciclistas, una década más joven que ella.

Escuchen chicas, no queda nada en mi huerto salvo por leña – dijo Suleiman, usando un dicho palestino para referirse a las solteronas. Sin embargo, ustedes son jóvenes. Yo quiero que, cuando contraigan matrimonio, ustedes hagan de montar sus bicicletas una de las condiciones para el matrimonio

Las mujeres más jóvenes estallaron en risas ante la sugerencia. “¡Él me daría una golpiza!” exclamó Asala, de 21 años de edad, quien habló solo si no se publicaba su apellido. Las mujeres, quienes empezaron a viajar juntas en diciembre, son las primeras en años que pedalean públicamente en Gaza, donde el mandato de casi una década de Hamás ha ido acompañado de diversas iniciativas para restringir los modestos esfuerzos de mujeres que abrigan la esperanza de practicar deportes.

Hamás prohibió que las mujeres corrieran en una maratón de Gaza en 2013, llevando a su cancelación, e intentó prohibir alguna vez que las mujeres viajaran detrás de los hombres en motocicletas. Las atletas practican en estadios cerrados. Los gimnasios son ya sea solo para uno de los sexos o tienen estrictas divisiones de género por horas.

En 2010, a una periodista de Gaza, Asmaa al-Ghoul, le escupieron y fue amenazada cuando ella y tres amigas que eran extranjeras montaron sus bicicletas para andar 24 kilómetros, desde la punta sur de Gaza hasta Ciudad de Gaza, en protesta por la norma tácita que prohíbe andar en bicicleta a las mujeres después de la pubertad.

Ahmad Muheisin, asistente del subsecretario en la dependencia de juventud y deportes, dijo que las mujeres pedaleando en público representan una “violación” a los valores de Gaza, pero que él no intentaría detenerlas a menos que dirigentes religiosos abordaran la cuestión con una fatwa o decreto.

Muchos palestinos respingan ante la idea de mujeres andando en bicicleta en público, ya que los hombres pudieran verles las piernas de manera inapropiada subiendo y bajando o comerse con la mirada sus traseros. Es bastante inusual ver ciclistas del sexo femenino a lo largo del mundo árabe, aunque las mujeres participan en paseos grupales en El Cairo y Ammán, así como en Beirut las mujeres pedalean bicis alquiladas en Corniche, la franja peatonal a lo largo del Mediterráneo.

Atef Abu Saif, escritor con sede en Gaza, dijo que hasta mediados de los 80, “solía ser normal” ver a mujeres andando en bicicleta en Gaza. “Lo hacían por placer y por diversión, junto al mar”, dijo.

Eso fue antes de que Suleiman se mudara a Gaza, cuando era adolescente en los 90, pero había andado en bicicleta cuando era una niña en Damasco, Siria.

Su regreso al ciclismo empezó con una apuesta: Ella y dos amigas crearon una competencia para ver cuál podía perder más peso en dos semanas. Suleiman, quien también nada y toca el teclado, perdió prácticamente 5 kilos dejando el pan, arroz y pasta, y cobró 75 dólares.

“Fue como el programa de televisión ‘The Biggest Loser’, pero la versión Amna”, dijo.

Decidió comprar una bicicleta, suponiendo que eso le ayudaría a seguir perdiendo peso. Además, destacó: “Yo quería recordarme mi propia infancia, que careció de problemas”, recordando que solía escurrirse con la bici de su vecino para hacer incursiones alrededor de su enclave en Damasco.

Al principio solo montaba la bicicleta por su barrio en Gaza al amanecer, cuando muy pocos la verían. Ella alentó a su amiga Sara Salibi, de 24 años, cuyo hermano adolescente le había enseñado a ella a montarla, también al amanecer. Las mujeres compartieron un desafío similar en contra de las limitadas expectativas de las mujeres en Gaza, aunque por lo demás son del todo diferentes.

Salibi fuma, aunque solo en privado; lee Milan Kundera, el autor checo; y tararea tonadas del programa de TV de Jimmy Fallon. “Me gusta bailar, pero no sé bailar”, dijo. “Quiero aprender a bailar”.

Para la intrépida aventura por el Camino Salahudino el viernes, Salibi vistió un traje deportivo en azul y negro al estilo de los años 70, con su cabello asomándose de un gorro de lana que ella se había puesto casi sin ganas sobre la cabeza. Marcando un contraste, Suleiman, quien enseña el Corán a niños y voluntarios en un orfelinato, vestía modestamente con un velo islámico en rojo, con abrigo largo del mismo color y amplios pantalones negros y calcetines moteados rojos.

“Andar en bici te hace sentir como si fueras volando”, dijo Suleiman. Salibi hizo eco de ese sentimiento, diciendo: “Me siento libre”.

Iban acompañados el viernes pasado por la hermana de Salibi de 21 años, Nour, y su amiga Asala, cuyo velo marrón combinada con sus tenis Converse.

El grupo pasó en bicicleta más allá de un edificio cuya fachada incluía enormes hoyos cubiertos con plástico, aún sin reparación desde la guerra de 2014 entre milicianos de Gaza e Israel. Las mujeres pasaron tambaleándose más allá de lotes vacios repletos de escombro, lo cual indicaba donde había estado alguna vez un edificio bombardeado.

Cerca de ahí, un combatiente del grupo de milicianos Yihad Islámico que estaba esperando a un amigo describió a las mujeres como “detestables y feas”.

El papel de nuestras mujeres es el de obedecerle a sus maridos y preparar comida para ellos adentro de la casa, no imitar a los varones y salir a montar bicicletas en las calles

Dijo el hombre, de 33 años de edad, quien se negó a dar su nombre pero hizo eco de la opinión de muchos hombres de Gaza que fueron entrevistados, y de múltiples comentarios en redes sociales, luego que la noticia del grupo de ciclistas llegara a los medios informativos de los palestinos.

Una clara minoría lo aprobó, incluido Abdul Salam Hussein, de 53 años de edad, quien estaba sentado cerca de una fábrica de cemento. “¿Qué tiene que una mujer ande en bicicleta?” exclamó. “¡Los humanos ya han ido a la luna!”

Haniya Hamad, de 51 años y madre de nueve, observaba a las mujeres en Gaza desde su punto con perspectiva ventajosa sobre la parte posterior de un carrito tirado por un caballo caminando por el camino. Apuntando hacia una de sus jóvenes hijas, Hamad dijo orgullosamente: “Ella también monta una bicicleta. Se parece a su hermano”.

Sin embargo, Hamad le había dicho a su hija que ella no podría seguir pedaleando a medida que fuera creciendo, no fuera ser que invitara al chisme y desdén. Ahora, la joven revelaba una amplia sonrisa.

“Cuando ella los vio”, dijo Hamad, “Ella dijo: ‘Mamá; Mira, ¡hay mujeres andando en bicicleta!’”

Fuente: Diaa Hadid y Majid Al Waheidi New York Times News Service

La Novia Siria: Una Boda y Un Conflicto

Novia Siria

Film que hace patente a través de un drama familiar relativamente privado el estado absurdo a que está sometida la población que sufre los conflictos sociopolíticos en Medio Oriente. El pueblo druso, islámico, habitante de las Alturas del Golán, territorio originalmente sirio pero ocupado por Israel desde 1967, carece de nacionalidad propia a causa del litigio, y su documento de identidad reza «nacionalidad indefinida», por ridículo que parezca.

Los habitantes de esa zona se encuentran divididos entre quienes se oponen a la ocupación israelí y siguen ligados a Siria, y los colaboracionistas de Israel, con el agravante de que cuando un miembro de esa población indefinida atraviesa la frontera para ir a vivir a Siria o a Israel, tiene prohibido el reingreso a la zona.

Para Mona, el día de su boda es el más triste de su vida. Una vez que cruce la frontera entre Israel y Siria para casarse con la estrella de la televisión siria, Tallel, no podrá volver jamás con su familia en Majdal Shams, un poblado druso bajo el control israelí en los Altos del Golán. La historia de Mona es una de fronteras físicas, mentales y emocionales y el deseo por cruzarlas. La historia de una familia separada por diferencias de tradición, políticas y prejuicios. En el Medio Oriente, una vez que se cruza una frontera, casi nunca hay forma de regresar. Y tras un largo día, la novia, su familia, el gobierno y los oficiales militares reunidos a ambos lados de la frontera encaran un futuro incierto: Están atrapados en la tierra de nadie.

Yaddon Ilaheyya: Palestina de Amor y Dolor en Tiempos Inestables

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Si tienes interés por el cine Palestino, esta película de 2002 es una buena alternativa: Yadon ilaheyya, en español: Intervención Divina, del director palestino Elia Suleiman.

La trama de la película no sigue un desarrollo convencional, sino que se compone de una serie de escenas entrelazadas que giran en torno a tres personajes principales: E.S. (Elia Suleiman), el padre de E.S. (Nayef Daher) y La Mujer (Manal Khader). E.S., un palestino residente en Israel, cuida de su padre enfermo. Está enamorado de una palestina de Ramala, en Cisjordania.

Debido a la situación política, la libertad de movimientos de la mujer termina en el puesto de control del ejército israelí entre las dos ciudades. Como se les impide cruzar, los encuentros íntimos de los amantes tienen lugar en un solar abandonado justo al lado del puesto de control. Los amantes no pueden obviar la realidad de la ocupación. No pueden preservar su intimidad ante un asedio. Una complicidad de solemne deseo comienza a generar violentas repercursiones y, aunque parezca imposible, sus airados corazones contraatacan con arrebatos de espectacular fantasía

Aunque confusa para quienes están acostumbrados al formato narrativo de Hollywood, según Reem Saleh del Doha Film Institute, lo que marca esta película es la experiencia de ver esta imagen provocativa lejos de la dramatización del conflicto Palestino-Israelí. No vas a encontrar lo que estamos acostumbrados a ver en las películas que hablan de Oriente Medio: Va más allá, a una sátira política gobernada por la imaginación, que nace de la frustración por una realidad estancada y punzante. Con la complejidad de la situación en el Oriente Medio, ¿qué otra cosa podría ser más eficaz que la inestabilidad?… y eso es lo que hace que valga la pena sumergirse en la película .

Gracias a Rodrigo Karmy por la referencia.

Feminismo Palestino y La Colonización Sexual Israeli

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La violación de la tierra en forma de violación de los cuerpos de las mujeres se ha situado en primer plano con motivo de los ataques más recientes de Israel contra el pueblo palestino. A medida que se perpetuaban las masacres del pueblo palestino en Gaza, se destapaba la naturaleza sexual de la invasión israelí y el terror racial contra los nativos palestinos como elementos destacados de la política nacionalista.

Violencia Sexual y Colonialismo Israeli.

Las mujeres colonizadas que viven en condiciones de privación y desposesión absolutas son objeto de agresiones diarias contra su sexualidad y sus derechos sobre el propio cuerpo. La violencia sexual es un elemento central de la estructura más amplia del poder colonial, su aparato de dominación racial y su lógica de eliminación. Esto salta a la vista en la historia de los contextos coloniales, donde la maquinaria de violencia se dirige explícitamente contra la sexualidad de las mujeres y la seguridad de sus cuerpos como “enemigas interiores” biológicas, ya que son las productoras de la siguiente generación.

El colonialismo –como “estructura, no como acontecimiento”– actúa con una “lógica de eliminación” que trata de borrar la presencia indígena en un territorio determinado (el “elemento irreductible” del colonialismo). Es un colonialismo que “destruye con el fin de reemplazar”. La invasión de tierras indígenas busca eliminar permanentemente la presencia indígena sobre el terreno a fin de sustituirla por la nueva sociedad y la gobernanza de los colonos. En medios académicos se ha señalado que la lógica de eliminación del colonialismo puede culminar en el genocidio de los indígenas. En sus manifestaciones europeas, tanto el colonialismo como el genocidio han “empleado la gramática organizadora de la raza”.

Desde que se concibió, el Estado judío se insertó en una lógica colonial de tipo racial. Esta lógica convierte al palestino en un “otro” peligroso por oposición al sujeto blanco/judío y su polis. Como han observado numerosos autores, esta configuración racial se articula a través de la ideología orientalista de los primeros pensadores sionistas, que declararon al pueblo judío portador de la civilización europea frente a una región y una población culturalmente retrógradas. Tal proyecto “modernizador” o misión “civilizatoria” se nutría de un imaginario sionista de una mano de obra exclusivamente judía que cultivaría una tierra vacía y baldía, “haciendo florecer el desierto”.

La dirección sionista temprana trató de actualizar el mito fundacional sionista de la “tierra sin gente para gente sin tierra” mediante la limpieza étnica sistemática de los palestinos indígenas en 1948. La entidad sionista sigue desahuciando hoy a los palestinos nativos. Las masacres en Gaza de julio y agosto de 2014 y la política represiva del “puño de hierro” contra los habitantes palestinos de Jerusalén en las fechas en que escribimos este artículo son modalidades contemporáneas de la expulsión colonial de la población nativa palestina.

Sostenemos que las agresiones contra los cuerpos y la sexualidad de las mujeres es consustancial a la lógica de eliminación del proyecto colonial israelí. La violación y otras formas de violencia sexual contra mujeres palestinas han sido siempre un elemento constitutivo de los intentos del Estado colonial de eliminar y expulsar a los palestinos indígenas de sus tierras. Además de la violación y otras formas de violencia sexual, la lógica racial refuerza el imaginario y el proyecto de conquista y explotación de la tierra palestina, transformándola en la polis judía. Por consiguiente, nuestro comentario sobre la violencia sexual no sólo tiene que ver con las prácticas y políticas sexuales del Estado sionista, sino también con la naturaleza de la propia violencia colonial israelí.

Como feministas palestinas afirmamos que el imaginario del movimiento sionista de conquistar y colonizar el cuerpo palestino es indisociable del proyecto de conquistar y colonizar la tierra palestina y de eliminar la presencia indígena. En este sentido nos basamos en la tesis de la académica nativa estadounidense Andrea Smith de que la lógica de la violencia sexual colonial “fundamenta la ideología de que los cuerpos indígenas son intrínsecamente violables y, por extensión, de que las tierras indígenas también son intrínsecamente violables”(1). Centramos nuestro análisis de la Nakba incesante que se dirige contra nuestro pueblo en la lógica de la violencia sexual de los colonos.

Examinamos la lógica de la violencia sexual, en su contexto histórico y actual, como una maquinaria oculta y visible de patriarcado colonial contra las comunidades indígenas en Palestina. La lógica de la violencia sexual pretende fragmentar la familia y la comunidad palestina, pues corta la conexión con su tierra. El proyecto sionista se basa intrínsecamente en la destrucción de los cuerpos y las tierras indígenas palestinas, que no puede separarse de la lógica colonial de eliminación. La violencia sexual no es un mero subproducto del colonialismo, sino que “la lógica de la violencia sexual estructura al propio colonialismo”.

Violencia Sexual y Genocidio Palestino desde la Nakba

Para comprender los ataques intensificados contra los cuerpos de las mujeres palestinas en tiempos de ofensiva del régimen colonial es preciso realizar un análisis feminista. Este análisis toma como punto de partida la nakba. Israel se construyó sobre las ruinas de Palestina, su tierra, fruto del dolor y la expulsión. Se construyó sobre la destrucción de nuestros lazos sociales comunales y sobre la violación e invasión de nuestros hogares y nuestros cuerpos. La violación y el asesinato de las mujeres palestinas fueron un aspecto central de las masacres y expulsiones sistemáticas por parte de las tropas israelíes durante la destrucción de las aldeas palestinas en 1948.

Así, durante la masacre perpetrada en Deir Yassin, por ejemplo, se ordenó a todos los habitantes que se reunieran en la plaza del pueblo. Allí los pusieron delante de un muro y los fusilaron. Una testigo dijo que su hermana, que estaba embarazada de nueve meses, recibió un tiro en la nuca y que los agresores abrieron luego su tripa con un cuchillo de carnicero y sacaron al bebé nonato. Cuando una mujer árabe trató de agarrar el bebé, le dispararon… Violaron a mujeres delante de sus hijos y luego las asesinaron y arrojaron sus cuerpos en un pozo.

David Ben Gurion, al igual que otros dirigentes sionistas, comentó abiertamente la violación y la tortura sexual de las mujeres palestinas en su diario en 1948.

Al tiempo que defendía el asesinato de mujeres y niños palestinos, calificándolos de amenaza para la gobernanza de los colonos judíos, instituyó un premio que se concedería a toda mujer judía con motivo del nacimiento de su décimo hijo. Ben Gurion se aseguró de que fuera la Agencia Judía, no el Estado, la que gestionara esos incentivos a la natalidad con el fin de garantizar la exclusión de los árabes(2). La fetichización de la fertilidad hizo que las mujeres palestinas, en particular, fueran vilipendiadas por la retórica nacionalista que politiza profundamente su reproducción. Para los sionistas, las mujeres palestinas han sido siempre y siguen siendo, como hemos visto en los últimos ataques en Gaza, víctimas de la maquinaria asesina sionista.

Académicas feministas también han sugerido que el Estado sionista moviliza la violencia contra los cuerpos y la sexualidad de las mujeres palestinas con el fin de reforzar las estructuras patriarcales indígenas y contribuir a la expulsión de los palestinos de su tierra. Bajo la ocupación israelí ha proliferado el abuso sexual militarizado. El Estado de Israel y sus fuerzas militares han utilizado la amenaza de violencia sexual contra las mujeres palestinas y las percepciones patriarcales de la sexualidad y el “honor” para “reclutar a palestinas como colaboradoras” durante periodos de levantamiento popular y para atajar todo intento de organizar la resistencia.

Esta práctica ha sido tan común históricamente que en lengua árabe se ha acuñado un término específico, isqat siyassy, que designa el abuso sexual de mujeres palestinas por motivos políticos. El aparato de seguridad del Estado sigue utilizando la identidad sexual de las palestinas y las concepciones orientalistas de la “cultura árabe” para reclutar a colaboradores y fragmentar la sociedad palestina. Recientes revelaciones de la Unidad 8200 de los servicios secretos militares de Israel han vuelto a poner sobre el tapete este hecho. La “violación” real y figurativa de los cuerpos de mujeres palestinas, calificados de intrínsecamente violables por la entidad sionista, está basada en la misma lógica de violencia sexual que refuerza el proyecto colonial de violación y confiscación de la tierra de los palestinos nativos.

Desenmascarar la Lógica de la Violencia Sexual

El muro de silencio en torno al uso por la maquinaria sionista de la violencia sexual contra las mujeres palestinas(3) y sus comunidades se ha manifestado de nuevo desde el comienzo de las operaciones militares más recientes del Estado. La lógica de la violencia sexualizada que estructura el proyecto colonial israelí se ha hecho todavía más visible en el último periodo de invasión militar. Consignas como “muerte a los árabes” y “árabes fuera” se han vuelto más comunes y toleradas en el espacio público israelí, poniendo de relieve el afán necropolítico contra los nativos palestinos en el corazón de la llamada democracia judía.

El 1 de julio, inmediatamente después del descubrimiento de los cadáveres de tres jóvenes colonos judíos que habían desaparecido en la Cisjordania ocupada, el profesor israelí Mordechai Kedar, del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos, comentó lo siguiente en la radio pública:

Lo único que puede disuadir a… quienes secuestraron a los niños [israelíes] y los mataron, la única manera de disuadirles es que sepan que si los capturan, su hermana o su madre serán violadas… Esta es la cultura de Oriente Medio.

 Sus comentarios sugieren que la violación de las mujeres palestinas es el único medio para disuadir a la resistencia palestina y el “terrorismo”.

A nosotras, feministas palestinas, no nos extrañó que Kedar propugnara la violación como antídoto contra la resistencia anticolonial. Al hacer esos comentarios en la radio pública, abiertamente, donde le escucharía un amplio sector de la audiencia judía israelí, mujeres y hombres, incluidas las feministas judías israelíes, expresó la mentalidad y socialización colonial ante los palestinos. El hecho de preconizar la violación de mujeres palestinas como estrategia militar por parte de un supuesto académico de una de las universidades más prestigiosas de Israel, revela el modo en que los colonizadores contemplan a las mujeres colonizadas. La presentación de un discurso orientalista sexualizado califica a los palestinos de “atrasados” culturalmente, de “otros” no humanos.

Aunque los discursos sexistas lanzados por Kedar parezcan una aberración, es importante señalar que él no fue el único actor de este último número teatral de violencia sexual. Cuando los soldados israelíes iban de camino a Gaza para matar a palestinos, recitaban consignas de apoyo elaboradas por sus compañeros judíos israelíes del siguiente tenor: “Id a machacar a sus madres y volved a casa con las vuestras”. Judíos israelíes se reunieron en lo alto de las colinas circundantes para observar entre aplausos cómo el ejército bombardeaba Gaza. El post publicado en Facebook por una joven mujer judía resumió el placer sexual que sintieron al contemplar cómo nos linchaban: “Qué orgasmo al ver a las Fuerzas de Defensa israelíes bombardear edificios en Gaza con niños y familias dentro. Bum Bum.” Hasta su primer ministro Netanyahu recibió un post que circuló ampliamente entre el público israelí a través de las redes sociales y que mostraba a una mujer con velo a la que llamaba “Gaza”, que estaba desnuda de cintura para abajo y sostenía este mensaje: “Bibi, ¡acaba el trabajo esta vez! Firmado: ciudadanos a favor de la invasión terrestre”. A esto hay que añadir la declaración pública del diputado Ayelet Shaked en la Knesset de que había que matar a las madres palestinas.

De este modo, la violación de la tierra en forma de violación de los cuerpos de las mujeres se ha situado en primer plano con motivo de los ataques más recientes de Israel contra el pueblo palestino. A medida que se perpetuaban las masacres del pueblo palestino en Gaza, se destapaba la naturaleza sexual de la invasión israelí y el terror racial contra los nativos palestinos como elementos destacados de la política nacionalista. Las mujeres palestinas salieron a la calle junto con sus comunidades en toda la Palestina histórica contra las continuas masacres de Gaza.

Las manifestaciones públicas de los judíos israelíes tomaron un giro sexual cuando los llamamientos de la muchedumbre de “¡Muerte a los árabes!” fueron sustituidos pronto por “¡Haneen Zoabi es una puta!”, en referencia a una diputada palestina en el parlamento israelí que defendió el derecho a la vida de su pueblo. La policía israelí atacó a las mujeres palestinas y a sus compañeros masculinos y las sacaron de las manifestaciones en Haifa y Nazaret, donde fueron detenidas o golpeadas por multitudes racistas.

Dirigentes religiosos y militares al servicio del Estado emitieron edictos religiosos en que declaraban que en tiempos de guerra estaba permitido bombardear objetivos civiles palestinos con el fin de “exterminar al enemigo”. El ayuntamiento de Or Yehuda, un asentamiento del litoral israelí, colgó una pancarta en apoyo a los soldados israelíes que proponía la violación de las mujeres palestinas: “¡Soldados israelíes, los habitantes de Or Yehuda están con vosotros! Machacad a sus madres y volved a casa sanos y salvos con vuestras madres”(4.)

Afirmamos que la lógica de la violencia sexual exhibida durante los ataques a los palestinos indígenas en el conjunto del territorio de la Palestina histórica, tanto en el pasado como durante los ataques más recientes del Estado israelí, es consustancial al Estado colonial israelí y a la sociedad de los colonos. En efecto, el Estado y la sociedad coloniales son entidades inseparables, interconectadas a través de un imaginario psicológico y político visceral que puentea la separación habitual entre Estado y sociedad civil.

Como señala Lorenzo Veracini, los colonos “llevan su soberanía consigo”. Tanto los aparatos de Estado (incluidos los cargos públicos elegidos y las instituciones académicas y militares) como la sociedad colonial (incluidos los públicos israelíes, situados a lo largo del continuo de la ideología sionista) encarnan la maquinaria de la violencia colonial. No es extraño, entonces, que tanto los aparatos de Estado oficiales como los círculos coloniales no oficiales hayan protagonizado graves ataques a la sexualidad, los cuerpos y las vidas de las mujeres palestinas en el contexto de las últimas invasiones en Gaza, en los ataques diarios actuales en Jerusalén y en toda la Palestina histórica.

Las políticas represivas de los agentes israelíes y su incitación contra el pueblo palestino envalentonan a la sociedad colonial israelí y la impulsan a encarnar el poder del Estado y atacar a los palestinos. Esto se ha visto claramente en los ataques a los cuerpos de mujeres palestinas en la mezquita de Al Aqsa estas últimas semanas en Jerusalén, tanto por colonos amparados por el ejército israelí como por miembros de las fuerzas de seguridad del Estado.

Un ejemplo reciente de la escena diaria de violencia sexual es el apaleamiento y la detención, por la policía de fronteras israelí, de Aida, una mujer palestina de la ciudad antigua de Jerusalén. Cuando trató en entrar en la mezquita de Al-Aqsa, la policía de fronteras la golpeó brutalmente. Le arrancaron el hiyab y la agarraron por el cabello mientras seguían golpeándola y la arrastraban por las calles de la ciudad antigua hasta la furgoneta de la policía. La llevaron a la comisaría, donde la interrogaron con violencia, la golpearon de nuevo y la acusaron a atacar a un agente de policía. La violación del cuerpo de Aida por las fuerzas de seguridad y los intentos de marcarla como elemento extraño intrínsecamente criminal constituyen una forma de violencia de género y sexual. La legalización de estas formas de violencia marca al propio sistema jurídico israelí, profundamente inmerso en la maquinaria de eliminación del proyecto colonial.

Esta violación de las mujeres palestinas por el Estado colonial también adopta formas más mundanas. Cuando detuvieron a Samera por participar en una manifestación en el este de Jerusalén ocupado, las autoridades condicionaron su puesta en libertad a que realizara lo que denominaron un “servicio comunitario”. Este consistía en la limpieza de los aseos de un edificio ocupado por la policía de fronteras y soldados israelíes. Samera nos lo explicó:

No me era posible pagar la cuantiosa multa y necesitaba salir [de la cárcel] para volver con mis niños. No tuve más remedio que limpiar sus aseos… El mero hecho de estar allí, en los aseos de hombres, en los retretes de hombres israelíes, ya me pareció una violación. Lo hice para evitar tener que pagar, pero no puedo evitar sentir que les permití mantenerme allí, en sus aseos, en un estado de terror permanente, temiendo que abusaran de mí sexualmente y después me tiraran a la basura como tiramos el papel higiénico en la letrina.

La invasión, violación y ocupación de los cuerpos, las vidas y la tierra de los nativos palestinos previstas en el proyecto colonial sionista están estrechamente ligadas a su demarcación de fronteras geográficas y físicas raciales entre la ciudadanía judía y los nativos palestinos y a su intento de “purificar” el cuerpo nacional judío eliminando el cuerpo palestino, considerado un contaminante biopolítico. Así es como la lógica de la violencia sexual inherente al régimen sionista nutre los ataques históricos y actuales contra los cuerpos y las vidas de la población palestina.

De este modo, nuestra lucha por la soberanía indígena dentro del activismo anticolonial como feministas busca necesariamente la protección de la seguridad física de las mujeres palestinas y de su sexualidad, su familia y su derecho a la vida en comunidad. Es una lucha contra el aparato militar y colonial sionista hipermasculino que contempla a las mujeres palestinas como una amenaza racial cuyos cuerpos han de ser violados y destruidos en tanto que enemigos internos y “reproductores de palestinos”. Esta lógica es inseparable de la lógica colonial de eliminación.

Como feministas palestinas preocupadas por la seguridad de los cuerpos y las vidas de las mujeres, por la supervivencia de nuestro pueblo y por las futuras generaciones, llamamos a las feministas locales e internacionales a unirse a nuestra lucha, desafiar la cultura de impunidad colonial y alzar sus voces contra los continuos crímenes de Estado israelíes.

Por: Nadera Shalhoub-Kevorkian, Sarah Ihmoud y Suhad Dahir-Nashif para Viento Sur.